"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

lunes, 30 de enero de 2012

Historia real

Luisa Sobral
Fue allí en el parking, en el momento de retirar el coche después canjear el ticket de la máquina de pago automático, cuando sentí como si sajaran la única zona afectada: el corazón. Mientras intentaba introducir la tarjeta de crédito por la ranura para abonar el importe, ignoré tu mirada, tus gestos y gruñidos. El importe era menor a 10 euros y ahí estabas tú, vigilándome con cierto desprecio porque te hacía perder el tiempo. Sin propósito alguno por mi parte, tu molestia creció. Tan solo tus palabras bruscas y rápidas explicándome  el motivo de la lectura errónea de la tarjeta alertaron mi sentidos, dando éstos como réplica te enviaron una mirada de extrañeza y a la vez, cierta benevolencia. Y ante la confusión que tu cuerpo apuntó frente mi, contuve en cierto modo el muro que aisló el efecto de una determinada impresión en tu sonrisa desprevenida. No te vi aparecer. En medio de palabras y el nuevo semblante comunicativo que mostraste, revelaba que no se considera un sencillo motivo el hecho de encontrarte en ese lugar, puesto que es difícil creer que la combinación de circunstancias imprevisibles nos unió sin más. ¿Quien se puso frente a quien? Después de muchas interpretaciones, aún no tenemos claro quien de los dos impidió el paso al otro o bien, quien porfió no dejando esquivar al segundo. La famosa advertencia: "recuerde, siempre hay alguien mirando" nos explotó entre las manos en tanto íbamos-veníamos y nos sobrevino sin hacerse notar.








** Muchas gracias VALAF.

jueves, 26 de enero de 2012

Moneda perdida

Luadosul


Acuartelada en una sede alquilada por un tiempo, caminé por una mascarilla de humus tropezando con el pequeño escabel tapizado con patchwork que adquirí en aquella tienda de arlequines, entre un polichinela y una muñequera con flores de azahar. La sensación de dolor que causó el golpe en la rodilla hurgó en los maleficios cavernosos que arruinan todas las carreras de un ácrata con traje de rombos de colores, mientras mi casa de empeños se crecía con el bullicio de los besos tronadores que me legó tu última correspondencia. Son escasas las amistades que consiguen pasar la prueba de los apretados giros recíprocos. En ese momento necesité que tu mano desabrochara los corchetes del dolor aportando ciertos límites a la gramática generativa. En el breve trayecto que hemos comenzado, sentí rabia al anhelar que tus hombros destrozaran el acceso a todos los expedientes creados, reorganizando de modo diferente el papeleo de la ternura, el cariño y el afecto. De alguna manera el portón que desmantelaste, permanece abierto durante el día a la jerigonza ininteligible de tus pasos oscuros como un adstrato "de frases y fresas". Pero el influjo de tu lenguaje hace mella durante la noche, con cada una de las vocales aplastadas que desaguan de la puesta en marcha de la deformidad de tu rostro.



Todas las cartas de amor son ridículas.
Pessoa

lunes, 23 de enero de 2012

Metonimia





Entre dos ataques de tos miré hacia un lado sin volver la cabeza hacia la cajetilla de tabaco rubio que hallé sobre la mesa que resultó ser la marca de cigarrillos que él fumaba. Desde ese momento, sentí una pequeña atracción de algún trato de favor hacia aquel hombre que tenía frente a mis ojos. Mientras dejaba caer los huesos de pollo en el plato, sus palabras se tornaban en delgadas fibras del tejido orgánico que configuraba la composición de su veteranía, envueltas en el interior de sus canas. Y antes de que llegara el postre, un cigarrillo se instaló en sus dedos. En ese instante presentí como alguna vez él se dejó llevar y me concedió un Sabines con un quiero fumarte, beberte y pensarte. "¿Te parece bien que te quiera nada más una semana? No es mucho, ni es poco, es bastante. En una semana se puede reunir todas las palabras de amor que se han pronunciado sobre la tierra y se les puede prender fuego. Te voy a calentar con esa hoguera del amor quemado. Y también el silencio. Porque las mejores palabras del amor están entre dos gentes que no se dicen nada". Él nunca me apremió con la conveniente ejecución de sus deseos inmediatos, tan solo esperaba  a que sintiera el gusto y el agrado de ser yo, la que compartiera un pitillo con él en cada uno de nuestros encuentros. Ahora que mi ropa huele al humo de este tabaco, no veo donde caen los visajes de aquel rostro mientras esperaba mi sonrisa y entusiasmo. Por el efecto del calor, me dilato en ese extraño desplazamiento.

miércoles, 18 de enero de 2012

Liquidación de ideas

Alberto Méndez
Al guardar el guión en el sobre, escuché el silencio del suspiro mientras la sal se escabullía por el aire como aroma de mar en la guarnición de plata. La idea fue clara al igual que el lamento del guerrero, que el receptor encontrara aquel naipe impactante resultaba el equivalente a acertar con 75 euros de descuento al efectuar una compra en la pesquería de perlas. El guionista/archivero menospreció el sonido de la sal al recorrer el interior del sobre misteriosamente oculta entre las guías, los inventarios y los catálogos de la repisa metálica donde estaban colocados las demás cubiertas de té. En la selección del croquis, un paleógrafo habría despejado si las perlas aparecidas en la nota del esquema escrito eran del Mar del Sur o de agua dulce, pero la realidad era otra, destacaba una verdadera competición por captar la atención de los productores valiéndose de la venta directa de las ideas. Negarme a aceptar que el aplauso final depende del estilo en el que lance y choquen con fuerza las perlas de mi exposición, ofrecidas con cierta potencia y bastante claridad de lo propuesto, es persistir en una realidad engañosa. Y así comencé la presentación: con las manos en el bolsillo de mi pantalón y varias miradas furtivas al fondo del bolso donde guardaba las instrucciones. Ajusté la exhibición a la venta de un caramelo formateado en relación con otros condotieros y la embriaguez de las perlas de agua.

«Vender es el proceso mediante el cual el vendedor consigue que el cliente piense o actúe de una manera no prevista por él. Y en beneficio de ambos.»

viernes, 13 de enero de 2012

Oximoron

Punta de bombón
Como si se tratara de arte marginal clásico moderno, creaba sus dibujos en aquel club de solitarios fuera de los límites de la cultura oficial. Entre mesa y mesa del comedor comunitario, rodeada de gays, lesbianas, chinos, rumanos, latinoamericanos y demás españoles, ella era una versión definitiva. Recogía materiales que encontraba en el suelo, así los papeles, los vasos de plástico o las etiquetas de diferentes productos formaban parte de los elementos con los que dibujar y completar los murales de papel continuo colocados sobre las paredes de su habitación. El yugo liberador de los dibujos constituían un razonamiento emotivo que traía a su mente todo un conocimiento indispensable y nutritivo. El secreto compartido de cada uno de sus murales temblaban como un sudor frío ante el anonimato, sin firma y fecha de realización. En aquel tiroteo amistoso dejaba al descubierto el desequilibrio psicológico que atenazaba su memoria: la violencia y profanación de algo tan íntimo y recóndito como su propio cuerpo. Desde entonces, un estribillo acompañó todas sus conversaciones: "en apenas unos segundos, la vida cambia para siempre". Entre las terapias alternativas que le propusieron para aquel misterio sin resolver que su mente no dejó desprender, abrigó aquellos dibujos/murales enraizados en su propia historia. Vivir en el permanente museo de arte contemporáneo facilitó a parte de su familia, sus vecinos y amigos aceptar lo ocurrido aquella noche del mes de enero, que como una periodista discreta había ido derramando su dolor.

martes, 10 de enero de 2012

Partículas de energía

Laszlo Moholy-Nagy

Como electrones orbitando en un estado puro te veo hundiendo las galletas en un vaso de leche. Las hondas que produce la lactosa se reflejan en tu rostro y yo, como una observadora que da existencia de tu mundo, vivo en tu universo de participación. Experimentando pequeños saltos de energía con la que me gratificas mientras absorbo parte de la radiación que consigues emitir hasta que vuelvo a calzarme mis viejos zapatos para continuar con la marcha diaria. Cuando me levanto, tus ojos me exploran con el mismo grado de explosión que una mezcla de hidrocarburos capaz de consumir con fuego, el papel grabado con tus palabras que sueles pegar en el perchero. Al pasar por la puerta hacia la calle, me encuentro buscando los objetos que te rodean simultáneamente por los distintos lugares que transita mi rutina. Sería como creer que las partículas que te conforman existen a la vez en mi vida, superpuestas en diferentes situaciones al mismo tiempo. Así, salgo por la ciudad dormitorio postulando percepciones captadas valiéndome de los sentidos del universo concreto que me rodea. En mitad de la calle, en esa pequeña extensión del universo, es el momento exacto en el que deseo ver tu camiseta desintegrada, aquella que dejas sobre la cama, en ese estado delimitado y evidente. Sin embargo, al reducir el paquete de tus ondas descubierto en pequeños jirones de tu camiseta, advierto una gran adherencia a tu universo por un intenso mecanismo de fricción, "la aparición de tu rostro en la multitud; pétalos en una rama oscura y húmeda.".

viernes, 6 de enero de 2012

Merceología química



Así como tampoco hay cuerpo que el viento no haya sacudido, la entidad que constituye mi cuerpo está saturada de pequeñas actas que certifican la autenticidad del paso del ecuador hasta llegar al súbito cimbrón como un dolor penetrante en el alma. Según Antífanes hay dos cosas que el hombre no puede ocultar: que está borracho y que está enamorado. Amordazar con un trapo esa parte central de mi existencia, engrasando el cuerpo del deseo construido en un mapa mental de circuitos cerebrales que saltan el molinete de la cascada de emociones eléctricas y químicas del amor. Desconozco qué enfermedad es más grave. Durante mi infancia, la fábrica química de mi organismo se halló obstruida impidiendo el flujo de la bilis en el hígado. La colestasis desencadenó el transplante de un pedazo de hígado de un donante vivo, mi padre siempre me dejó clara esa pequeña anotación. Mis pequeños vasos sanguíneos necesitaron un tratamiento especial en las distintas salas de UCI por las que pasé. Los tres primeros meses fueron atenciones y mimos con regalos de días de Reyes. Con el paso de los meses y algunos años, después de las inyecciones y todo el medicamento ingerido con efectos secundarios diferentes, necesité múltiples controles y visitas al hospital. Y hoy, al sentir como se inunda mi cerebro de un líquido coloro de nombre impronunciable, feniletilamina, no tengo la certeza de qué reporta este desorden químico, si tres onzas de chocolate o la tasa del recuerdo de una gran delirio que solo existió en mi capricho.

martes, 3 de enero de 2012

Desvelo

Siegfried Zademack
El efecto de los días festivos deriva en un vigilia que gira en torno a mi almohada, desde donde contemplo sentada en una grada calentita, el panorama prismático de los restos diseminados del barco que hundiste. Con anteojos armados de pequeñas lentes de cristal de roca y acompañada de la música de aquel bar de copas, me sustento de imágenes breves. Así, sentada en una tabla a la deriva, puedo crear los contornos de las figuras alambrando los vacíos con palabras que no consiguen ascender, rebajando el deseo de comunicarme con algo secular y etéreo. Libando los secretos me capturas para entrar en contacto con tu realidad inexistente. Será que el atractivo que veo en tus palabras me impulsa a sentir la esencial unión con tu cuerpo, encarnando los deseos como esperables e imaginariamente realizables. Entre todas tus apariencias y montajes, curioseo por tus cosas y verbos y, aún a riesgo de irritarte, te percatas de mi vigía. Siendo así dudo, "¿también se aman los ojos que no te ven?". Pero siento cierta tranquilidad hasta adormecerme pensando que enloquecer por alguien no es tan sencillo, antes hay que concebir a ese alguien extraordinario y totalmente exclusivo en medio de tanto sobrante, aunque por fortuna, alcanzaría a considerar como hermosas muchas de los personas que me rodean.

lunes, 2 de enero de 2012

Cena de Nochevieja


Nunca supo si felicitarlo o ignorar todo lo sucedido puesto que lo ocurrido entre el minuto uno y el minuto cinco de aquella historia necesitó el feedback de su humillación para completarla. A pesar de su carácter extraño, sujeto a inesperados ataques violentos montando en cólera y gritando, aquella Nochevieja le prometió que se comportaría con prudencia y cordura. Durante la cena en la que el vino fue abundante, acabó por golpear los puños cerrados sobre la mesa dirigiendo todas las miradas hacia su rincón. Las cortinas del ventanal del salón estaban corridas y el reflejo de la luna descansaba sobre su espalda. Como si la propia luna le hubiera inyectado una dosis iracunda y sin lograr entender el motivo de su furia, súbitamente se incorporó llegando a las manos con uno de los invitados que se encontraba en su misma mesa, tumbándolo de un puñetazo. El hombre al caer tropezó con la tabla horizontal percutiendo su cabeza contra el borde de la silla. El impacto fue mortal y el invitado murió en el acto. La primera reacción por parte de todos los comensales fue de una parálisis absoluta ante la incredulidad de que realmente aquel hombre hubiera fallecido. Después de comprobar el estado del cuerpo que yacía tendido en el suelo, él movió ficha: caminó de espaldas con la vista puesta en todos los asistentes que atendían al difunto a la vez que movía los brazos intentando desasirse y desprenderse de los miembros que intentaban retenerlo, hasta tropezar con la barra libre que lo esperaba como un muro aspillado. Sus articulaciones no dejaron de moverse hasta que sujetó con fuerza una botella de whisky con cuello estrecho que en un acto reflejo acercó a su boca, bebiendo de ella. De inmediato, se desplomó a la vez que sus manos sujetaban su cuello con fuerza. La maniobra de Heimlich habría desobstruido el tapón de la botella alojado en su garganta.