"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

viernes, 29 de junio de 2012

Feria de muestras





Entró en el stand arrastrando los pies con cara de cosas álgidas mundanas y devorando un donut entre sus dedos. El aire acondicionado arrancó la flojedad de su aspecto, componiendo el semblante a la vez que remendaba la mirada al traspasar el mostrador para atender a los clientes. Poco a poco la zona amplia y diáfana del puesto de venta se llenó de ingleses, alemanes, franceses, suizos y belgas a los que fue recibiendo con sus dedos sucios y un cierto deleite en cada apretón de manos. Algunos de los visitantes especiales pasan a un rincón oxidado, apartadado tras un biombo donde visionan en una gran pantalla de plasma la correspondiente subida de la luz y el gas, las imágenes del madmaxismo (en honor a la película Mad Max) y del lonchafinismo "finas no, finísimas" para más tarde mantener conversaciones privadas con los futuros clientes. Los vídeos corporativos probaban todo lo que la empresa podía hacer por sus clientes y el vendedor de manos sucias remueve los hilos mientras recita todas las virtudes del negocio. En el expositor, la sonrisa permanente del corredor escenifica un refugio acogedor y generoso de metracrilato en el que transmitir solvencia y profesionalidad a los compradores. Y una vez que termina la jornada laboral, las luces del stand se apagan y aparece "un mundo de cosas frías y rígidos encuentros entre maniquíes vivientes, la luz extraterrestre con que empieza un domingo sin fin o el resplandor de unos rieles crepusculares: un camino sin principio ni fin, una calle de Manhattan entre este mundo y el otro".

lunes, 25 de junio de 2012

Esferas embellecidas





El único recuerdo que conservo de ella es una caja decorada con virutas de lápices de colores y dos esferas embellecidas con abalorios de cuentecillas muy menudas. Su vida siempre giró entorno a la prórroga de la repetición y la práctica, de ahí que brindaba regalar esferas aderezadas. La última manualidad que elaboró fue su propia corona de flores con la que completar el ciclo de la vida. Utilizó flores blancas, rojas, azules y naranjas de papel para sentirse tranquila y confortada el día de su despedida, con el propósito de mantenerse feliz espantando a los demás dolientes. Tomó el papel como el principal material para su particular ofrenda porque no le preocupaba mitigar el mal olor de la muerte. Entre las flores que elaboró durante los seis meses anteriores a la fecha definitiva resaltaban los claveles, las rosas, los crisantemos, los lirios, las hortensias, los anturios, las azucenas y las margaritas. En el susurro de las horas afanosas confeccionó el armazón de alhambre que fue revistiendo con los tallos de las flores entrelazados. Pensó en un curioso ojo de buey desde el que observar, por un instante, el llanto de los que la acompañamos.

sábado, 23 de junio de 2012

Fin de ciclo

Después de conversar contigo me despedí con el pelo revuelto, una camiseta descolorida y colgada de la mano abierta, la llave de haber recorrido el suficiente camino enlosado, mientras guardaba el mapa de tu corazón en el bolsillo. Hacía meses que no te veía y aún estabas convaleciente cuando en la celebración de aquella mañana anotaste mi número de teléfono en un billete de tren con el gastado lápiz de ojos que encontré en mi bolso. Tenía ganas de acudir al festejo organizado y expuesto por los veteranos, necesitaba algo de entusiasmo y ellos conocían los gustos que cada uno de nosotros habíamos ido exteriorizando durante todo el trayecto. El karaoke animó cierta cháchara que comenzó con pequeñas mentiras, todo parloteo se inicia con algún engaño. Entretanto sentí que tú -el oyente que tenía enfrente- troceaba en diminutas porciones el carámbano que colgaba del techo que separa ambas cabezas. Hasta conseguir impregnar el pañuelo con forma de boca de una colonia que se llenaba de palabras, miradas e incluso, inusuales susurros en el atabal de mi oído izquierdo. Pero la conversación no lo puede todo, recordaba la alzada de tus palabras, así como la accesibilidad del alcance de tus brazos y, la rotura de un vaso de cristal me apartó de los celajes que envolvían las manchas blancas que observé en tus uñas. Por un momento olvidé que eras un maestro de nociones recónditas, capaz de hacer de la mentira la conformidad de la verdad.

domingo, 17 de junio de 2012

Bolígrafo Bic

Composición IX, Wassily Kandinsky

Quedamos en la puerta de la Biblioteca que está por inaugurar, donde el césped tiene una altura de 60 cm y resulta complicado acceder al banco más cercano. Frente al mar verde, calmado y libre del parterre sin cuidar te espero mientras busco un bolígrafo en mi bolso. Cerca de allí, el río canalizado y desnudo de chopos y eucaliptus, deja ver con más claridad las pequeñas islas que lo aderezan y entonces te encuentro nadando delante de mí. La atalaya de tu pelo pegado a la cabeza dirigía mis brazos hacia el anillo del atolón más próximo. Cómo olvidar el mes de julio donde nos escribíamos y dibujábamos en los brazos con un bic azul mensajes de amor. Tu primer dibujo un huevo frito y un principio: "La energía ni se crea ni se destruye, simplemente se transforma". Los párpados azules suspendidos sobre mí han traído algo de tu alma y cuerpo, hace tiempo que no sé nada de ti. Encuentro un bolígrafo pero no tiene tinta, miro la bolita que tiene en la punta y no tiene color, escribo en la palma de mi mano pero las letras se niegan a suscribir la presión de mis dedos y la necesidad de componer la galerada. Te espero en este banco en el que los rayos catódicos desvirtúan los grandes peñascos donde al anochecer anidan los pájaros.

viernes, 15 de junio de 2012

Nada que ver

Jean Metzinger

Al introducir la cucharilla con azúcar en la infusión del vaso de cristal, observo la quebrada línea refractante que dibuja el cálido brebaje. Entre tanto, las palabras descabellan tu orgullo pese a que esa arrogancia te hace inventar y ver otra realidad inexistente, dado que se iguala a lo que esperas. Con el ánimo enconado, cierro los ojos ante el espejo que hay delante de los servicios, ciego los ojos al dirigir la mirada cerca del elevador de mercancías y destaponando tus promesas color tornasol del olvido, destiñes la ofrenda que llevas en tu interior. Dando vuelta a la infusión de té con la cucharilla, siento como tu sombra rueda alrededor de esa irrealidad, sustancia de un brebaje de secretos dormidos. Al tomar el primer sorbo de la tisana llego hasta cierto término: "No hay más realidad que la que tenemos dentro. Por eso la mayoría de los seres humanos viven tan irrealmente; porque cree que las imágenes exteriores son la realidad y no permiten a su propio mundo interior manifestarse. Se puede ser muy feliz así, pero cuando se conoce lo otro, ya no se puede elegir el camino de la mayoría". Mirando como corolario el reflejo de mi cara en el envés de la cuchara, no veo nada.

martes, 12 de junio de 2012

Retóricas y semillas voladoras

Cerca de tus ojos, el viento impulsa la lluvia de semillas voladoras contra mi pelo y tu nariz, mientras reconozco la dialéctica del amor entre la caricia de tus dedos. Salvados de las preguntas necesarias y desprovista de la pereza asomada a la boharda de tu boca, de reojo despierto a las verdades ordenadas derivadas de la dependencia coligada al imán encendido de tus brazos. Alejada de las reglas que actúan sobre el ímpetu de los afectos, la caducidad de tus encuentros superan los medios normales de un amor casual manteniendo hasta el deceso, la risotada, los gemidos y el regocijo de tu lengua amelcochada. Aún a larga distancia de la antítesis que permite discernir y valorar, mi predilección se convierte en un requisito indispensable para que el razonamiento actúe: te quiero porque sí. Y sin embargo, esa misma deducción es la que me mueve a manifestar lo que pienso mientras te siento: solo pienso en ti algunas veces, ya apenas sueño contigo y cuando miro a otros te comparo con ellos, pero en ese cotejo tus besos se presentan señeros en el retiro.

sábado, 9 de junio de 2012

Boca de metro

Carlos Olmedillas


Sin darse cuenta se fueron cumpliendo los pequeños indicios epítome que describen lo fundamental de las viejas cartas de cabotaje: había pasado el octavo día y en la boca del metro, una persona con voz de tiple era la responsable de buscar tréboles, cambios de luz, marcas y señales que acompañan con destellos la necesidad de acertar si la fuente azul, de agua y estrellas doradas que brotan de la tierra, se colarían o aún continuarían liando brumo en el prendedor de cabeza de plata. Entre el vistazo vano y la inflexión incoativa no llegó a echarse a llorar pero estuvo a punto de romper a hervir en el agua y en las estrellas doradas, que ahora comenzaba a leer en cada uno de los cuatro folíolos de las inusuales plantas forrajeras que encontró. Como en un cuadrante de reducción, fue fijando los diferentes puntos del rumbo que debería seguir hasta tropezar con el serpentín que enfriaría las estrellas hasta distorsionar la emisión del color, adquiriendo un tono verde claro de resistencia y crecimiento. Lejos de la salida del metro hacia el dominio del mañana incierto, avanzaba entorno al estrecho del mar de troika.

miércoles, 6 de junio de 2012

Mensaje apaisado

Con las manos en el bolsillo destilando sudor, observo a los hombres atezados por el sol bajar de las enormes berlinas con sus vades bajo el brazo que, en un determinado momento sitúan sus carpetas sobre las cubiertas del motor,  rellenando los espacios en blanco de los impresos y estampando su firma. Hacía tiempo que no encontraba una escena tan ostentosa en pleno pavimento del núcleo urbano. En medio de esta vicisitud de acontecimientos adversos, donde las conjeturas cierran los ojos y la amalgama de estaño, mercurio y plata no sellan las caries, tus lexías textuales quedan ya muy lejos. El hiperenlace de tus recados se alejó de todas las secuaces palabras inconclusas de los últimos mensajes: "Bueno, tampoco exageres E., no te vas a desplomar tragada por los intereses". Inmóvil junto a la caseta del parque, la banda municipal prepara el espectáculo del próximo fin de semana y sin embargo, en el intervalo de tercera, continuo apaisando los mensajes en el angostillo de recibimientos y partidas, magnitudes de clanes guerreros.

lunes, 4 de junio de 2012

S.

Con la palma algo cóncava de su mano resguardando la pequeña ilusión mientras dispensaba su alegría ocultando una amplia sonrisa, la niña de cinco años confesó: "me ha dicho cariño". Sin apartarse de la puerta, la despedida de la pequeña entre júbilos y saltos hizo que la consulta se quedara a oscuras, arrastrando la agitación de sus sueños y el encarnado botón que la protege. Su madre abordó de Brasil y tras una insospechada separación familiar, ambas se aferraron al pueblo que las acogió. Inesperadamente choca con la humedad del relente de una noche tranquila que abrasa su organismo. Con la tranquilidad y la placidez de buscar en el campo un lugar donde merendar, recoge el don de la danza y la vida en las dos cirugías que ha soportado, así como cada sesión de quimioterapia que ha soportado entre risotadas y carcajadas. La puntualización del oncólogo fue clara: "hay que evitar el miedo y la confusión". La luminosidad de tu sonrisa nos imbuye de plantas tropicales milagrosas.

Para S.

Sí, hágame el favor, un 
golpe en esta oreja. ¿Quien regala
la irrealidad de ser miope?

L. Pereiro


sábado, 2 de junio de 2012

Canción enlatada


Encontré tu canción en el fondo de la estantería dentro de una lata abollada. Dudé sobre la alteración del contenido pero tras comprobar que la forma de la lata no había sufrido cambios importantes, aplaqué el deseo de abandonarla, comprendiendo que la capa de barniz que la recubre ampliaría su vida útil, haciéndola completamente comestible. Al abrir la lata escuché una canción radiante, entre palabras inseguras, entrecortadas y temblorosas, como afectadas por el aluminio del envase mas penetrando en el lenguaje de lo insospechado y repentino, transformando el ahora sin perderse en lo que llega de fuera. En medio del laberinto de pasillos del supermercado, desprovista de la cantidad de dinero que me sobra, apostrofo que la singularidad y el esnobismo no harán que las conservas apalabradas de todas las canciones que escucho permanezcan íntegras en la memoria, sino que el desorden, la interferencia y la búsqueda de multitud de fuentes consigan concebir el ahora vigente como una formación amplia y atrevida de mensajes perdidos y a la vez, encontrados. De la profundidad de la lata descolló un asombroso esplendor, mezcla de emoción, desdicha y reposo, parecida a la aceptación de cualquier vida.