"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

lunes, 31 de octubre de 2011

Despedida comercial


De la oficina del registro hospitalario apareció un sobre color marrón con el nombre y señas de la persona que lo remitía. Como si de una segunda piel se tratase, sin sentimientos que lo conmoviera, manoseó el sobre como cuando se tumbaba sobre la arena después de correr por la orilla. Recordó el escalpelo que vio a lo lejos antes de que el anestesiólogo entrara en acción, controlando sus funciones vitales durante la última intervención. Inició la cuenta atrás diez, nueve y entonces advirtió la imagen de Loki sonreír, maestro del engaño, un estafador entre los dioses, mientras se asentaba en el sueño de un amable baladrón que blasonaba de valiente. Al despertar y a continuación orinar, se alarmó ante la luz que el estor enrollado dejaba pasar tras ver la pureza del cirro en forma de pluma que descubrió en el cielo. Con artimañas entre callejuelas evasivas, buscaba consumir la extraña alteración encontrada como el dolor incesante de la propia vida antes de caer a plomo en el suelo y perder el conocimiento. Noches antes de la operación definitiva se percibió en sueños con un ojo a la funerala dentro de un coche fúnebre seguido de amigos satélites con lágrimas terribles en sus coches de colores. Y con una rapidez imprevista se despidió de todos ellos con un sonrisa mantenida y obligada en la brisa de noviembre. Así había imaginado su despedida, tan hecha y consolidada como la plomada del albañil junto con la sedación consumida que proporciona desconocer el abandono triste de los que le querían.

viernes, 28 de octubre de 2011

Cambio de metal



Al cerrar la puerta de la consulta del foniatra afrontó un nuevo cambio: su voz no sonaba como la que tenía interiorizada antes de la intervención quirúrgica. Se sentó en su coche y cerró los ojos, regresando al primer mutismo que se impuso desde que vaticinó el inminente envite de traspasar el espacio intermedio entre dos conceptos equidistantes. En medio de unas ideas anquilosadas y otras taponadas, estaban las propuestas de mejora que le ofrecían todos los especialistas,  la lonja de las palabras donde cualquier martín pescador se mimetiza con el entorno a la vez que se alimentaba y estaba pez. Consideró que permanecer entre el desalojo y la demolición de su voz interior como de ciertas creencias era un momento de transición vocal y por tanto, personal; en ese cambio de tono y expresión en medio de instantes olvidables y olvidados, semejante a un espacio de reflexión, exploró la poca utilidad de su voz si no estaba preservada por el juicio y los fundamentos. Antes de arrancar el coche escuchó el silencioso llorar de una flor en otoño, probablemente confundiera la reserva de la quietud con el blanco del azar, despistando la transparencia expuesta en los Rayos X del escáner del último edificio público que visitó. Y pensó que la voz de un descreído tendría este timbre característico, la del sonido de un tinelo donde el séquito se prolonga por las ventanas hasta rozar el techo poniendo en duda lo que las palabras dicen, buscando renegar los sonidos convencionales al delirio para articular con claridad.

domingo, 23 de octubre de 2011

Contraseña



Trastabillé con tu silueta mientras saltabas rodeado de niños, el reflejo no me dejó ver con claridad tu cara que ya comienzo a olvidar. En mi segundo cerebro suplementario vives rodeado de aire trasnochado, con un traje de actor anacrónico y ciertas lindezas de un manual de onomástica donde solicitar prebendas que estimulan mis recuerdos. Todas estas trizas palpitan con una pequeña dolencia después de que una noche terminaran en una zanja llena de agua, será que no pretendo arriesgar las posesiones que me cediste en fideicomiso. Pero hay momentos que en uno de los cuatro cuartos que dura la campanada de tu recuerdo se escucha una resonancia que desbarata mi carta de marear y entonces, de nuevo cobras vida. Sin entenderlo muy bien, te despojas de tus círculos y te siento exhausto entre acezos, encrespado como las olas alborotan el mar. Y regresa el origen apenas con el cuño suave el que estampabas tus sigilos, el estremecimiento de tus labios al guardar una sonrisa mientras entrelazabas besos al aire y el rasguear de mi cuerpo desnudo al marcar la zona de juegos para adolescentes. En esos momentos lamento que no conserves la contraseña roja de mis labios con la que nos entendíamos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cocotte



De un empujón logró derribar la puerta del cuarto en el que trabajaba, antes de que el arqueo de la bombonera exhibiera el efectivo que aportó el último cliente. Alguna vez idealizó llegar a contraer matrimonio con aquel chico que creció junto a ella mientras observaba su sonrisa, sus ojos y escuchaba su voz. Al llegar de la pequeña ciudad en la que nació se instaló en una pensión humilde, apenas tenía trato con otras personas pero por mediación de una conocida acometió una nueva tarea: trabajar en una confitería. Allí entre descripciones, detalles e inventarios descubrió el lujo que excede lo necesario y algunos hombres inclinados a desembolsar parte de su cartera sin pensar mucho en la corriente y el torbellino de aquellas circunstancias. Sin llegar a romper sus sueños, instalada en el anverso de sus monedas, jugaba con la grasienta y obscena  mentira de ver actores y números, ausente del individuo que tenía a su espalda. Aprendió a no hacer sacrificios, ahogando renuncias a los consejos de algunos de sus propios clientes. Así entre la complicidad y el silencio de sus vecinos, fingiendo con disimulo que no la veían entrar y salir acompañada, agregada a la comitiva sin parientes cercanos y plañideras que lamentar. Poco a poco conformó los distintos episodios a modo de una almazuela, cosiendo cada jornada rectangular con la que crear la manta que la abrigaba, confeccionada a partir de recortes, momentos y trozos del atuendo de los consumidores. Y entre los rijosos con miradas lascivas, los indolentes que no se levantan ni para comer, aquel otro fundado en la experiencia, el indiferente movido por la inercia, el alevín difícil de pescar, el movedizo que se escurre entre las arenas sueltas y mezcladas, caía a tientas ante el celador. ¿Cómo presentir otro mundo posible, sabiendo que la representación debe proseguir sin un prospecto guardado, ignorando una salida distinguida?

viernes, 14 de octubre de 2011

Entretenerse con la aflicción



Tras buscar sus últimos pasos por la habitación, a modo de un podólogo, sintió hambre y se dirigió a la cocina para prepararse una tortilla con queso. De camino al fogón recibió un mensaje: "no podemos seguir así. no me llames ni me busques". Se acababa de afeitar y aún continuaban sangrando los pequeños cortes repartidos por la mandíbula y el mentón; mientras buscaba el yodo, pretendía hallar las últimas imágenes agradables que de ella aseguraba en su designio. Y solo se le ocurrió escribir: "Cada vez estoy más convencido de que el acto de escribir, el verdadero y único acto de escribir, consiste en echar toda la puta mierda que llevas dentro. De hecho, no quiero ya oír hablar de creación ni pijadas de ésas. Ni creación, ni hostias. Y lo mismo en cualquier otra actividad. O te sale de las tripas o no vale una mierda.". Y la madrugada de un día que coincidía con la misma fecha en la que ella se marchó, decidió acabar con su vida lanzándose al vacío desde un balcón de Santander. Él siempre había jugado con la tristeza, con la condenación y toda clase de expresiones de que ocurra ese daño sin sospechar que acabaría en la base de la sima o en el fondo de una carretera de pavimento. Aquel amanecer impenetrable en el depósito de cadáveres, sus dos mejores amigos padecían un "atentado indefinido", dejándoles como víctimas abandonadas y culpables, por no interpretar las señales que encontraron entre las palabras de sus relatos. Pero al final, en algún lugar recóndito se encuentran los términos calmantes de Pavese: "Nadie se mata por amor. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, revela nuestra desnudez, miseria, enfermedad, nada".

lunes, 10 de octubre de 2011

Luchadoras

Premio Nobel de la Paz 2011


Cuando te desprendes de los tuyos y de las franjas estrechas que conforman el banderín de la primera bicicleta, tienes que rayar otro pavimento y conformar otra jerga, indagar la propia polifonía sujeta a un discurso independiente de cada uno de los personajes que te encuentras, así como inventar las ofertas que se presentan en el mercado negro. Y así han ido las mujeres a lo largo de la historia, intercambiando semillas mientras luchaban por mantener el conocimiento tradicional de la agricultura. Colocando pequeños andamios con los que reparar las casas donde nos ha tocado posar y albergar alguna esperanza; desconociendo el apodo de tantas de ellas que deseaban cambiar la situación de indefensión que la memoria popular nos definió, mientras recogíamos y aceptabamos las funciones que ellos nos timbraban con su membrete. Poco a poco, hemos organizado artimañas y tejemanejes con fines honestos para disputar en todas las épocas, oportunidades para escribir maniatadas otra cronología que adherir a suelos, cancelas y tabiques. Y en la espera de un futuro que entraña igualdad y propugna equidad entre hombres y mujeres, aparece el otro final, el de la entereza que no implica renuncia, solo un cambio de escenario tras el desvelo de adaptarse a las leyes hechas por hombres.




—Mirá vos, lo que anda esta jodida.
—¿Qué?
—Literatura subversiva.
—A la puta, ¿y estos papeles?
-Leé vos, que a mí me cuesta.
—“No al al - za en el cos - to de la vi - da. No más vio- len - cia con - tra la mujer.” Grandísimas putas, ¿y todavía dicen que no son guerrilleras?

María Eugenia Ramos. Una cierta nostalgia

sábado, 8 de octubre de 2011

Miel blanca y negra

Sabine Timm

 Entre la doble vertiente de normalidad y clandestinidad iba acrecentando pequeños trabajos productos de su creación propia y personal. Antes de ilustrar las portadas de sus palabras, abría la bolsa moldeable que utilizaba para guardar cosas inspiradoras que encontraba por los lugares que pasaba diariamente y lo extendía en el suelo de linóleo que cubría el cuarto donde trabajaba. El colorido diurno de sus palabras estaban ambientadas en la luz  y claridad del panorama urbano y  rural que la prospectiva del gran cilindro hueco de sus pinturas le permitían contemplar y anticiparse, madrugando tiempo. Por otro lado, los tintes más oscuros de sus juramentos rielaban con luz trémula sobre su quehacer, siendo atrapada por la distancia, la frialdad y la indiferencia de su apariencia. Y así con todo el material hallado, ella creaba imágenes que se reflejaban en láminas donde grababa las nociones, ideas, ocurrencias en escenas tridimensionales de un corral para el descanso. En medio de la gama colorida de sus palabras, progresivamente ella se internó en la debilidad dilatada que se muestra al ser hechizada por ofertas y compromisos de poemas hermosos que paladeaba con sigilo y calma, como si disfrutara de una pasión  encubierta. Sin darse cuenta comenzó a notar pequeños cambios en sus costumbres provocadas por la miel de palabras que convergían en una misma idea: apoyar la sensibilidad y la exaltación en una misma dirección.


Asomada a mi garganta
contemplo la selva de mi interioridad
azotada de viento,
erosionada por múltiples inundaciones.

Dicen que el tiempo lima las protuberancias del alma,
igual que el agua de los ríos torna en suave mejilla
el contorno de las piedras.
Que la memoria aprende a ojos cerrados el inmutable perfil de las riberas
y un día de tantos se llega al final del asombro,
a la intuición certera de lo impredecible.

...y sigue...


 Gioconda Belli

lunes, 3 de octubre de 2011

El primer cuento

Luis Carlos Espinosa

Lucía Caballo llegó al nuevo piso un atardecer de principios de octubre, cerrando la puerta del portal con firmeza y disfrutando de tener un domicilio a su nombre y un espacio en blanco que rellenar en el apartado que correspondía a su buzón. Durante la primera semana no se cruzó con ningún vecino ni en el ascensor, ni en garaje, ni en las escaleras, imposible registrar alguna experiencia en el diario personal que le regalaron con tapas de cuero y las iniciales H.C. Husmeaba historias de otros en los que anotar experiencias de un mundo hace tiempo perdido, cuando la ciudad de su Jaén natal no se abastecía del embalse de Quiebrajano, cuando la población judía destacaba sobre la cristiana y Hasday ibn Shaprut impulsó la Edad de Oro de la cultura judía. Deseaba ahondar en sentimientos, sueños, convulsiones, minuciosas descripciones de sus vecinos, además del aspecto físico que cada uno presentaba, para exhibir su cuento en el primer concurso de relatos al que se había inscrito. A continuación debería relacionar la vida de esos personajes aparentemente desconectados y lograr enlazarlos vinculando sus vidas. La señora del ático estaba enfrentada con todos los vecinos, la pareja del 1º A viajó en barco con el matrimonio recién casado del 3º B, los universitarios del 2º B eran compañeros de facultad del hijo mayor de los del 1ºB, la mujer separada del 3ºA era la amante de siempre del hijo de la señora del ático y ahora Lucía tenía que unirse y mezclarse entre ellos. El cuento que Lucía preparaba era como un calmante que se aplica en la piel para aliviar las magulladuras que un telesquí ocasiona al subir a las pistas más altas o el intervalo en que esperas pacientemente a que el especialista analice los resultados de una biopsia. "Pasamos el tiempo esperando una contraorden para nuestra muerte y cuando no tienes tiempo suficiente para una novela, bueno, ahí está el cuento corto. El cuento es la literatura del expulsado".

John Cheever