"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

viernes, 30 de diciembre de 2011

Dichoso 2012





Se acaba el 2011 y por aquí continuamos leyéndonos y dejando en la inmensa mayoría de post-it, almendras garrapiñadas recubiertas de caramelo. Para el nuevo año 2012 que está a punto de comenzar tampoco pido mucho, como Cortázar, solamente vuestras palabras gráciles y sutiles como piñones de bicicleta que no cesan de rodar. Me complace tropezar en la vereda con los blog que encuentro a mi paso y caer de lleno entre las flores de alazor de vuestras ráfagas cual estimulantes de conocimiento de la realidad que me rodea, también como sugerencia de genialidad y originalidad de vuestras ideas e inspiraciones. Pero vuestra linterna siempre consiguen destellos de luz que pueden llegar a deslumbrar, facilitando el cambio de un lugar a otro de muchos de los muebles en los pisos superiores, a la vez que se siente la sacudida de los bártulos en la planta intermedia. Por tanto, aún sin encontrar "el sentido de la vida", costoso resbalón y si "se trata de revolucionar todas las condiciones en las que el hombre es un ser humillado" entre resuello, consuelo y algo de asma os deseo un feliz año 2012 para todas y todos.



¡Adelante, y que vuestra antorcha nunca se apague
durante el juego de ping-pong!


H. M. Enzensberger

martes, 27 de diciembre de 2011

Mujer de agua


Sin lograr determinar de un tiempo a esta parte de qué manera las moléculas del líquido que me conforman dejaron de enredarse con otras escamas, reparo una menor cohesión con el cielo sólido al que estoy adherida sintiendo la incapacidad de subir por las paredes que me mojan. En ese agua adaptable, en ocasiones pasiva y en otras cambiante pero siempre libre, turbulenta con remolinos y sensible, he conocido la historia de algunos peces durante el descenso de un río ceroso. Todas las bajadas tienen su parte complicada porque el caudal del río no siempre es el apropiado para favorecer el cambio de rasante. Como un buzo errante, tan solo cedo ante los signos y marcas que dejan las burbujas de cava y las pompas de jabón en presencia de la hipotética clarividencia de los sueños caducos. Siempre atenta al grado máximo de las líneas divisorias donde se halla el último confín del agua como el olvido sumergido. A ese agua interior se suman el estado de ánimo, las emociones, los recuerdos, la imaginación, entorpeciendo y a la vez, renovando la visión como una tolvanera. Y en medio de frunces acuosos, redoblan las ondas de mi corazón que nunca antes estuvo tan rojo.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Te lo dije







Entre los pliegues de su camiseta y las dobleces de sus palabras, se zafó de aquella boca cerrada un "ya te lo dije". Optó como deserción tolerada, hundir las manos hasta las muñecas en el agua fría de la pileta de natación, preguntándose si ése era el coste que debía pagar ante la bisoñez de la imagen mental que había creado sobre él. Sabía que después de tanto tiempo el lenguaje resulta inservible como una disculpa a destiempo, pero el hallazgo de una congoja impropia la sustraía del ventisquero donde se acumulaba alguna que otra reflexión blanca. Ese "te lo dije" contenía flaquezas propias de un mancebo que gasta todo el dinero del mes en caprichos, con la incertidumbre de la suerte del expedicionario consecuente y sensato. Dejarse convencer por sus debilidades suponía disfrutar de las manos de un mago usando su magia sin alterar el equilibrio, teniendo como eventualidad común el delito que regresa sin forma aparente en el margen de la razón. Después de todo ella engendró un boceto con una base de la propia artista, tutelada por la felicidad de un amor desorientado que al tratar de matizar los colores del bosquejo solo conseguía henchirse de una pena sumisa. Por tanto solo le quedaba empuñar el sentimiento grato y vivo de haber moteado el afiche expuesto en su corazón y en su cuerpo de un modo silencioso y nutritivo, permitiendo hendir la superficie pintada atravesando el fluido eléctrico directo al recuerdo. Una vez más, tu "te lo dije" inquietaba las convicciones de quien no sabe decir palabras para hacerse entender.

viernes, 23 de diciembre de 2011

Natalicio



Así había transcurría su vida, descendiendo por una cuerda torcida con hilos gruesos, finos y largos mientras disimulaba como sus manos se escaldaban con un picor doloroso como el agua oxigenada cuando escuece y desinfecta. Hubo momentos en que sintió el mazo del tiempo como un pedernal gris amarillento que al golpearlo no producía chispas, sin embargo logró fingir cada uno de los números de la serie de aquellos bonos que encontró sin picar en su cacumen. De esta manera erró entre el extremadamente, el bastante y el ligeramente feliz, entre ni feliz ni desgraciado, el igual de feliz que desgraciado y el ligeramente, el bastante y el extremadamente desgraciado. Por tanto, no se consideraba ni feliz ni desgraciado, aunque tampoco fuera registrado por el guardia de seguridad de su vida buscando el objeto ilegal de la felicidad. En su octogésimo cumpleaños intentó localizar algunas cavilaciones trascendentes para él pero sin pensar en las posibles consecuencias que pudiera tener en los que le rodeaban. Según eso llegó a la conclusión de que hay dedicarse a ciertos asuntos inapelables: la honradez y generosidad en la forma de pensar y proceder, sin olvidar la belleza y la amabilidad. No omitió firmar su escrito con un ·permitir huecos a la intuición· sin necesidad de pensar en todo momento utilizando el razonamiento lógico, los asuntos mundanos de las revistas del corazón tienen cierto atractivo alejándo los asuntos de tanta espiritualidad. En ese espacio de tiempo en que interrumpió su partido, fabuló de qué modo la sociedad debería ser creada, sin odio, codicia y envidia, creciendo libremente. Todos estos instrumentos de limpieza le habían proporcionado la fuerza necesaria para clavar sus garras en la soga por la que nunca dejó de trepar.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Libro musical






Ante la ficción que contaban los capítulos de su novela, me acogí al derecho de mentir de los acusados que se encargan de la constitución de la mesa de invitados. En esa línea divisoria entre el serial de la novela tradicional que ofrecía sus lágrimas de sobremesa y el folletín inverosímil de las aprobaciones que sus leyes establecían como obvias, prometía una negable evidencia. Mi primera respuesta indujo sine die a auspicios inexactos, engañando y fingiendo de nuevo. En diferentes momentos, las letrillas de sus episodios sonaban a cantos de ruiseñor y a trovas de príncipes ranas, a la vez que en presencia de las quejas que escuchaba desde lejos resultaba ilesa del argumento de su guión. Una vez dentro de esas esferas concéntricas que se me antojaban como el mismo cielo en el que convivía mi cuerpo en su libreto, me quedaba detenida en la única solución de 40ºC posible para experimentar aquella deshidratación osmótica con la que conservar la fruta de sus episodios. "El lupanar se llama de nuevo la Casa Verde" donde el pintoresco grupo de músicos nocturnos que entonaban todas las polifonías en que se traducía su profesión lograban hacer que las lágrimas brotasen de los ojos del lector, donando parte del beneficio sacado de todas las situaciones del drama, sin estar en capilla.




El piano de cola, tembloroso,
relame la espuma que cubre sus labios.
Este delirio te abate, te hace flaquear.
Dirás: -¡Querido! -No -gritaré yo-,
       ¡no!
¿Al son de la música? 

B. Pasternak

viernes, 9 de diciembre de 2011

"Viven como si nunca fuesen a morir, y mueren como si nunca hubiesen vivido”

El cursillo de fin de semana se presentaba como un aggiornamento. Una puesta al día que suponía la oposición a lo que hasta ahora había vivido, encajando otra forma de someterse a la responsabilidad y obligación de atender el agua hirviendo donde cuece la pasta de un caldo infernal. El curso incluía dos noches de alojamiento, todas las comidas, sesiones de estiramiento y elongación, un tiempo dedicado a desordenar las prioridades de cada uno de los asistentes. El programa comenzaba el viernes por la tarde al llegar al chalet, tras la distribución de las habitaciones y dejar maletas en cada cuarto, los participantes administraban su tiempo de la manera que ellos decidían sin tener en consideración las consecuencias de su determinación. La primera tarea del sábado consistía en no hacer corresponder nuestros actos con nuestras promesas. Esa irresponsabilidad hacia todos los problemas que acababan por maniatarlos, podía llegar hacerles gozar de la informalidad y la falta de protocolo. Y así transcurrió el sábado, divirtiéndose por el simple pasatiempo de respirar, mientras retrasaban sus relojes y a continuación se descuidaban comiéndose unas galletas. El aprendizaje básico de ese día fue que, la contaminación de sus vidas originada por la impureza del aire que envuelve su existencia, se estancaba por el anticiclón de la costumbre y la ausencia de precipitaciones que arrastrara la pasividad. La sorpresa llegó a última hora del sábado, donde la persistencia les devolvió las tareas de la mañana: algunas de las preocupaciones que habían anotado en la pizarra magnética habían logrado arrinconarlas en su corazón, fortificándolas y comprimiéndolas con los dos puños. El domingo habitaron en el Tibet, esforzándose en despertar las virtudes y habilidades de cada uno de ellos.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Besos brujos

Stella Sidi

 Una t sorda se escapó de tus labios de ahí que la única licencia de auxiliar de vuelo la encontré en tu boca, tapando el misterio oscuro y blando de tu lengua haciéndote abandonar. Desconozco como ocurrió pero dejé de entender tus ademanes, las señas de tu habla mesurada y consecuente se disiparon como una sospecha permitiendo que la profundidad absorbiera la cobardía paralizando la mirada esquiva. Y mientras tocaba tus labios juntos, fotografiaba cada secuencia precisa para más tarde rellenar el álbum en blanco que tú me regalaste la primera vez que encontramos la llave perdida. Al notar que tus labios se desprendían como una tira de badana cosida entre la suela y la pala, me percaté de la suavidad y elasticidad del fuego fatuo que inflamaba tu interior formando una llama que andaba entre nuestras bocas. Esa quema invisible del pantano de tu boca eran luces pálidas que se veían en el anochecer de mis deseos. En tanto tu experta lengua me convidaba al compás trepidante de una esgrima recta, donde al simple contacto de un punto en común en tangente con el círculo de mi piel se encendía. En esos momentos de vesania lenta atrapabas mi voluntad, a la vez que me reconocía vencida y sin fuerzas por continuar con mi empeño. Y una vez inoculado el veneno solo podía enmelar el mal trago degustando la embocadura, mientras libaba tu excelente reserva.

jueves, 1 de diciembre de 2011

Relato falso

Caminar entre islas


Él habló acerca de la memoria del relato que quiso desposeer tanto lo esencial como lo anecdótico, de los dientes que perdió al desgarrar la carne, del recorrido inverso de la rancia historia que los zombie acabaron por tragar con ansia. Así desde el final, con la causticidad necesaria restañada por el alivio de la multa encontrada en el parabrisas, se obligó a vivir con el raspón del roce violento, sin esperanzas de narrar los escasos dientes que conservaba en el cofre que el dentista le regaló. El extraño desenlace contribuyó a reconocerse a sí mismo, al descubrimiento de algunos datos esenciales del sentimiento que hasta entonces desconocía, al igual que Edipo al enterarse de que la persona que había matado era su padre, él constató el profundo amor que padeció por ella. La marca que el nacimiento del insólito amor liberó, complicó la acción contenida en aquella carrera de caballos, buscando el modo de refrenar la velocidad del juego de cartas donde el naipe del caballo de bastos jugaba con tres pintas frente a los mirones. Y tras el intento de llamar cada cosa por su nombre, en la exposición inicial se abstuvo de comenzar el planteamiento después de que ella se transformara en la localización del punto negro de la retirada de ciertas piezas del motor que movió toda la maquinaria. Con el propósito de finalizar, terminó el falso relato aprendiendo a caminar entre islas, "porque vivir es cosa de unos pocos y tú solo conoces lo imposible".

 

domingo, 27 de noviembre de 2011

Cumplir una etapa

Alan Gerardo Buenhombre


Para llegar al hospital había que cruzar un puente con una característica muy llamativa, la base de sus pilares tenía forma de pico. Esa parte puntiaguda que sobresalía del apoyo de las columnas fue lo más destacado del río entendiendo que aquello que impactó en mis sentidos no fueron las palabras que leí en los carteles o las palabras que escuché a los que hablaban, sino el poder del espacio, de los colores, la textura y disposición en que están situados los elementos que contemplé. Intenté articular el espacio que circundaba el hospital deshilvanando los hilos que constituían el paisaje que lo moldeaba. A la izquierda del hospital asomaba un terreno extenso sin cultivar cubierto de espesura y matorrales, bañado por el caudal del río y de los residuos farmacológicos contenidos en sus aguas. Y a la derecha del establecimiento, un centro de acogida con sillas en la puerta donde solo un 10% eran mujeres. Antes de entrar en el hospital sopesé escribir algunos versos de alquitrán, deseando no perder el interés por anotar las archas para defenderme ni malograr los nudos que me atan a los demás. Ya instalada en la habitación descubrí con sorpresa que alguien andaba por los pasillos con mi atuendo, portando un aspecto extravagante. Sentí cierto temor al pensar que tal vez llegara a disfrazarse con mis pensamientos y que a la mañana siguiente al despertar se hubiesen esfumado todos, escabullendose disimuladamente. Al final, presentí cierta tranquilidad al considerar que mis trapos están desgastados por el roce y molidos como el trigo en la piedra, por tanto, decidí vendarme los ojos con un pañuelo verde pero los picos no resistieron el nudo.


viernes, 25 de noviembre de 2011

Color naranja


Como una afiladísima cuchilla de afeitar me cortaba con cada una de sus palabras mientras se preparaba una rebanada con mousse de salmón ahumado. Con un pañuelo limpió sus labios pero de repente se sintió mal y vomitó dirigiendo la arcada a mis pies. Su cara angustiosa era como una disciplina con la que azotarse. Continuó expulsando palabras vidriosas, comprometidas y duras como el cuarzo hialino y manchado de humo. Mis ojos remachados al cinturón de su náusea que contribuyó al ayuno y a la renuncia del alcohol, provocó un caldibaldo flatulento mientras se alzaban palabras promisorias. Los confines de aquella voz esculpía entre el desierto y la sabana el cenit de la jungla donde predominaba las lexías interpretativas, según Barthes, las que suenan con contundencia: contra la violencia de género ("formas de violencia que se ejercen por parte del hombre sobre la mujer en función de su rol de género: violencia sexual, tráfico de mujeres, explotación sexual, mutilación genital, etc. independientemente del tipo de relaciones interpersonales que mantengan agresor y víctima, que pueden ser de tipo sentimental, laboral, familiar, o inexistentes"). Y las palabras que le ofrecía como una tongada a la desesperación de su convenir, ocupaban un lugar secundario en la rememoración. Solo necesitaba mirar otro cuadro que se entrelazara libremente para combinar diferentes derroteros.



domingo, 20 de noviembre de 2011

Al borde del abismo

Pablo Rodmen


Al entrar en el colegio y buscar las últimas letras del alfabeto capté un centelleo de colores variables entre la incipiente deforestación, permitiéndome descubrir una fauna variopinta. Allí estaba, consolando mi pensamiento en aquel rato de esparcimiento y liberación por el pequeño desconsuelo que me concedí con denuedo. Rodeada entre otros, del cura que de pequeña me enseñó amor fraternal, justicia y caridad puesto que "nunca tuvo nada suyo", de una empresaria con un turbio pasado que en la actualidad derrochaba cinismo, de un arquitecto que se encargaba de proyectar edificaciones en suelos no urbanizables sin un planeamiento urbanístico a la vista y del gerente de un misterioso balneario. A pesar de la semejanza física de todos los que allí nos encontramos, nos diferenciaba algunas de las gotas ordinales del extracto/esencia de nuestro proceder. Entre tanto el policía merendaba en la puerta un café con una palmera de chocolate en compañía de su nuevo ligue, por lo que aseguré con un vistazo movedizo que el dosel blanco del palco reservado estuviera vacío puesto que la noche llegó a aquel vasar donde reclamaría ayuda y equidad arriesgando la salvación a la nulidad. En cada casilla encontré un hueco donde respirar, una proscripción sin dolor donde los días imperceptiblemente se van deteriorando con momentos de alegría. Únicamente busqué y ahuequé mis alas antes del gimoteo infantil aunque no conseguirían apenarme sin otra intención que echarme la bolsa a las costillas con los pies en la calle.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

¡Uh!

Desilusión


El paquebote impulsado a vela y con un motor de inyección de gas natural, se inclinó bruscamente por lo que sentí como me lanzaba de costado sujetándome rápidamente a la barandilla. En ese twist rítmico mis pendientes oscilaron como "La espada de Damocles al brillar y pender sobre mí... sueles dejarme sola". Incumplí con las etiquetas establecidas, ignorando que noviembre aflojaría el saquillo hasta afondar el macuto terrero, aquel que antaño resguardó mariposas en trincheras ahora vacío de greda. Después de adherirme al pavimento del barco reorienté el moño kitsch con alfileres rojos y flores vistosas, apartando el pelo de la cara y entonces en la orilla pude observar como tocaban las teclas ahogadas de un piano. Algunos, desde el mismo suelo y frente a los demás, gritan en el barco el estribillo de la balanza de pagos de un tipo de interés, puesto que están seguros de que incluso al escuchar el riff de guitarra de un blues (paa paaam  papam pam) encienden una luz desmesurada a todos aquellos que prestamos oídos, sin embargo solo notamos un puntapié. Y las ideas como una cerámica mayólica de color verde y marrón, descansan en un palacio en el fondo del mar.
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"Ha encontrado tu voto en tu bolsillo
cuando bajas del ómnibus y enciendas
el cigarrillo de las siete y cuarto
te sentirás demócrata y tranquilo".

sábado, 12 de noviembre de 2011

Inservible






En la penúltima visita improvisamos una cena ligera y rápida porque aquella noche el horno calentó pero se apagaba aleatoriamente. Observaste el sobrecalentamiento del aparato, intentando averiguar si la causa del caldeo del dispositivo era debido al bloqueo de la rejilla de ventilación o bien por un fallo del circuito del controlador o tal recalentamiento era provocado por el magnetrón defectuoso. Y mientras, veía como te movías, pensabas y hablabas en voz alta con preguntas y respuestas que tú mismo contestabas. Sin llegar a ser real, prueba palmaria que precede al daño de sufrir el alejamiento y la ausencia, ocupamos el espacio de los corotos que regalan en las bodas y no aciertas donde colocar. Esta tarde, en la que el microondas ha dejado de funcionar, pensé escribir estas palabras que a lo sumo sujetan minúsculas garantías que afianzan lo estipulado por mi mente. Hoy, en el tiempo que ni la médula ni el desmañado frenesí merodea por la cocina, ha desvelado algunas de las papeletas rojas que tenía dormidas. Palabras de pasión, de predilección escogida con las que arropar el mimo y la atención que recibía por raciones de tu diana. Si bien, este recuerdo de siesta corta de otoño, donde la alusión no subsana el contrapeso resarciendo el daño que se siente al perder alguien querido, no adquiere el aliento necesario que ayer empleé para encomiar sones comparados al eco que producían mis manos al acariciarte. Las decrépitas pupilas de mi corazón hace tiempo que taparon su boca al igual que el microondas esta tarde, inutilizando ciertas tachaduras de las bandas de radiofrecuencia dejando de rotar las moléculas que producían tu calor.

viernes, 11 de noviembre de 2011

Para la galería

Anusky nos invitó a aceptar la sugerencia de AFT y aunque a las 11'11 h de la mañana estaba en plena ebullición, rodeada de diplomas por ser mayor a la vez que ultimando muestras de amabilidad y reconocimiento, el día 11 del mes 11 del año 2011 me dejó algunas de estas imágenes para recordar.


"Entra la luz y asciendo torpemente de los sueños al sueño compartido y las cosas recobran su debido y esperado lugar y en el presente".



"El campo de olivos se abre y se cierra como un abanico. Sobre el olivar hay un cielo hundido y una lluvia oscura de luceros fríos. Se riza el aire gris".





"Cuando llegó al campo dijo: “¡balcón, mamá, balcón!” El campo como un balcón infinito, con sus terrones azules y sus pastos infinitos, con sus perfumes y sabores infinitos".





                            "Sus párpados entoldan los tejados. Alborotan los niños de la escuela".


"En esta encrucijada del recuerdo que llamamos infancia, vuelve tu confusión de aguas y tierras, de tiempos de aprendizaje, de tiempos de visitación y vendimia".








miércoles, 9 de noviembre de 2011

Posible guión

Story board
La propuesta no resultaba tan complicada: para comenzar solo tendría que escribir el logline en cinco líneas desde el principio hasta el final omitiendo detalles, a continuación ampliaría el asunto a tratar en cuatro páginas obteniendo una sinopsis del guión a desplegar. Desde el esquema prolijo debería incrementar un tratamiento más profundo en torno a quince o veinte páginas, al tiempo que dedicaría un folio por cada uno de los personajes protagonistas de la historia, explicando su biografía de un modo cada vez más minucioso. A partir del tratamiento, establecería escenas definidas y precisas puntualizando donde ocurre cada una de las circunstancias, en el interior o en el exterior, así como en qué instante y coyuntura se produce, hasta modelar la pasta que tenía en su cabeza formando figuras intangibles y volátiles pero constantes durante la cinta cinematográfica. Y para su sorpresa encontró: "Quisiera que tu carne se acordara de haberme aprisionado, que cuando me miraras algo se te encogiese en las entrañas, que sintieras orgullo al recordar la generosidad sin par con que tu carne desanudaste para hacerme libre". Mirando de reojo el poema de T. Segovia comprendió que no le intimidaba el chismorreo de los ojos y bocas que verían y leerían el libreto que se proponía anotar, declinando desde la vertiente de la montaña competitiva el filón de su imaginación. Solo necesitaba encaramarse al sillar de la fachada antes de que caigan las piedras de mampostería hasta que pase la maledicencia lacrimosa con la que se contorsionan las palabras.

sábado, 5 de noviembre de 2011

Su última mujer






De repente escuchó un click fascinante. Con el tiempo no sabría situar aquel sonido en el instante que él subió al tren y se sentó a su lado o bien la vida en ocasiones constituye un complot capaz de crear una película para enamorados, aunando su mirada junto a su inteligencia sedimentando el azúcar en el fondo de la taza. Su matrimonio desde hacía tiempo cedía el paso a los fantasmas, por lo que él dormía en un cuarto oratorio de 45 m2 cerca de la casa donde residía su familia. En aquel viaje compartieron fruta, él le presentó una forma muy singular de pelar la manzana, con el rabito hacia abajo y sujetándola con la mano derecha  tomó el cuchillo con la mano izquierda y comenzó a pelar a dentelladas como si nunca hubiera quitado la monda a un fruto, ella sonrió. De lo extraviado y abandonado de aquellos seis años que permanecieron juntos, ella solo deseó rescatar la reserva cotidiana de sus palabras mediante la ideografía del teclado de su portátil. La semana y media terminante en que agonizó su vida, ambas mujeres compartieron la sala de espera del hospital, hasta que la primera abrió la puerta a la segunda permitiendo que ésta se despidiera de él. "Acá se acaba el circo", le dijo él y esa fue la última vez que ellos se vieron.


miércoles, 2 de noviembre de 2011

Adiós Emma



Giovanni Boldini
Con el tiempo me enseñaste que ya no lograré columpiarme de los árboles que me encuentro por el camino, donde las telas de arañas resistentes como un cable de acero y aún más elásticas permiten apartarme de las proteínas que me deparaba tu dieta. ¿Quien no ha creído en Madame Bovary al menos alguna vez, recogiendo las savias frescas en otro paraje y que esa esencia necesaria e imprescindible nos aspiraba para conseguir lo que deseaba? Es puro atavismo desfigurado en distanciamiento o en desánimo, zafándome del recuerdo al aprestar el cuello de la camisa con almidón aviando la faena agotadora de escabullirme del desvarío. Antes de firmar el contrato de permuta de tu adiós, requeriste de mí la cabellera del Halley a pesar de la reserva de tus contactos: exterioriza todo lo que guardes de tu adoración, apasionate escribiendo sobre mí. Si delineara tus imágenes, tus referencias, tus citas, tus indirectas y reticencias entre las líneas de un plano escribiría poesía lírica, épica y dramática. Pero me aleccionaste para no tratar los terremotos afectivos soterrando el trayecto de los anales. Olvidaré tu hipersensibilidad electromagnética a las ondas del teléfono móvil e ignoraré tu agudeza para que salgas de mi memoria evocadora pues en este momento deseo calmar mis aguas.

lunes, 31 de octubre de 2011

Despedida comercial


De la oficina del registro hospitalario apareció un sobre color marrón con el nombre y señas de la persona que lo remitía. Como si de una segunda piel se tratase, sin sentimientos que lo conmoviera, manoseó el sobre como cuando se tumbaba sobre la arena después de correr por la orilla. Recordó el escalpelo que vio a lo lejos antes de que el anestesiólogo entrara en acción, controlando sus funciones vitales durante la última intervención. Inició la cuenta atrás diez, nueve y entonces advirtió la imagen de Loki sonreír, maestro del engaño, un estafador entre los dioses, mientras se asentaba en el sueño de un amable baladrón que blasonaba de valiente. Al despertar y a continuación orinar, se alarmó ante la luz que el estor enrollado dejaba pasar tras ver la pureza del cirro en forma de pluma que descubrió en el cielo. Con artimañas entre callejuelas evasivas, buscaba consumir la extraña alteración encontrada como el dolor incesante de la propia vida antes de caer a plomo en el suelo y perder el conocimiento. Noches antes de la operación definitiva se percibió en sueños con un ojo a la funerala dentro de un coche fúnebre seguido de amigos satélites con lágrimas terribles en sus coches de colores. Y con una rapidez imprevista se despidió de todos ellos con un sonrisa mantenida y obligada en la brisa de noviembre. Así había imaginado su despedida, tan hecha y consolidada como la plomada del albañil junto con la sedación consumida que proporciona desconocer el abandono triste de los que le querían.

viernes, 28 de octubre de 2011

Cambio de metal



Al cerrar la puerta de la consulta del foniatra afrontó un nuevo cambio: su voz no sonaba como la que tenía interiorizada antes de la intervención quirúrgica. Se sentó en su coche y cerró los ojos, regresando al primer mutismo que se impuso desde que vaticinó el inminente envite de traspasar el espacio intermedio entre dos conceptos equidistantes. En medio de unas ideas anquilosadas y otras taponadas, estaban las propuestas de mejora que le ofrecían todos los especialistas,  la lonja de las palabras donde cualquier martín pescador se mimetiza con el entorno a la vez que se alimentaba y estaba pez. Consideró que permanecer entre el desalojo y la demolición de su voz interior como de ciertas creencias era un momento de transición vocal y por tanto, personal; en ese cambio de tono y expresión en medio de instantes olvidables y olvidados, semejante a un espacio de reflexión, exploró la poca utilidad de su voz si no estaba preservada por el juicio y los fundamentos. Antes de arrancar el coche escuchó el silencioso llorar de una flor en otoño, probablemente confundiera la reserva de la quietud con el blanco del azar, despistando la transparencia expuesta en los Rayos X del escáner del último edificio público que visitó. Y pensó que la voz de un descreído tendría este timbre característico, la del sonido de un tinelo donde el séquito se prolonga por las ventanas hasta rozar el techo poniendo en duda lo que las palabras dicen, buscando renegar los sonidos convencionales al delirio para articular con claridad.

domingo, 23 de octubre de 2011

Contraseña



Trastabillé con tu silueta mientras saltabas rodeado de niños, el reflejo no me dejó ver con claridad tu cara que ya comienzo a olvidar. En mi segundo cerebro suplementario vives rodeado de aire trasnochado, con un traje de actor anacrónico y ciertas lindezas de un manual de onomástica donde solicitar prebendas que estimulan mis recuerdos. Todas estas trizas palpitan con una pequeña dolencia después de que una noche terminaran en una zanja llena de agua, será que no pretendo arriesgar las posesiones que me cediste en fideicomiso. Pero hay momentos que en uno de los cuatro cuartos que dura la campanada de tu recuerdo se escucha una resonancia que desbarata mi carta de marear y entonces, de nuevo cobras vida. Sin entenderlo muy bien, te despojas de tus círculos y te siento exhausto entre acezos, encrespado como las olas alborotan el mar. Y regresa el origen apenas con el cuño suave el que estampabas tus sigilos, el estremecimiento de tus labios al guardar una sonrisa mientras entrelazabas besos al aire y el rasguear de mi cuerpo desnudo al marcar la zona de juegos para adolescentes. En esos momentos lamento que no conserves la contraseña roja de mis labios con la que nos entendíamos.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Cocotte



De un empujón logró derribar la puerta del cuarto en el que trabajaba, antes de que el arqueo de la bombonera exhibiera el efectivo que aportó el último cliente. Alguna vez idealizó llegar a contraer matrimonio con aquel chico que creció junto a ella mientras observaba su sonrisa, sus ojos y escuchaba su voz. Al llegar de la pequeña ciudad en la que nació se instaló en una pensión humilde, apenas tenía trato con otras personas pero por mediación de una conocida acometió una nueva tarea: trabajar en una confitería. Allí entre descripciones, detalles e inventarios descubrió el lujo que excede lo necesario y algunos hombres inclinados a desembolsar parte de su cartera sin pensar mucho en la corriente y el torbellino de aquellas circunstancias. Sin llegar a romper sus sueños, instalada en el anverso de sus monedas, jugaba con la grasienta y obscena  mentira de ver actores y números, ausente del individuo que tenía a su espalda. Aprendió a no hacer sacrificios, ahogando renuncias a los consejos de algunos de sus propios clientes. Así entre la complicidad y el silencio de sus vecinos, fingiendo con disimulo que no la veían entrar y salir acompañada, agregada a la comitiva sin parientes cercanos y plañideras que lamentar. Poco a poco conformó los distintos episodios a modo de una almazuela, cosiendo cada jornada rectangular con la que crear la manta que la abrigaba, confeccionada a partir de recortes, momentos y trozos del atuendo de los consumidores. Y entre los rijosos con miradas lascivas, los indolentes que no se levantan ni para comer, aquel otro fundado en la experiencia, el indiferente movido por la inercia, el alevín difícil de pescar, el movedizo que se escurre entre las arenas sueltas y mezcladas, caía a tientas ante el celador. ¿Cómo presentir otro mundo posible, sabiendo que la representación debe proseguir sin un prospecto guardado, ignorando una salida distinguida?

viernes, 14 de octubre de 2011

Entretenerse con la aflicción



Tras buscar sus últimos pasos por la habitación, a modo de un podólogo, sintió hambre y se dirigió a la cocina para prepararse una tortilla con queso. De camino al fogón recibió un mensaje: "no podemos seguir así. no me llames ni me busques". Se acababa de afeitar y aún continuaban sangrando los pequeños cortes repartidos por la mandíbula y el mentón; mientras buscaba el yodo, pretendía hallar las últimas imágenes agradables que de ella aseguraba en su designio. Y solo se le ocurrió escribir: "Cada vez estoy más convencido de que el acto de escribir, el verdadero y único acto de escribir, consiste en echar toda la puta mierda que llevas dentro. De hecho, no quiero ya oír hablar de creación ni pijadas de ésas. Ni creación, ni hostias. Y lo mismo en cualquier otra actividad. O te sale de las tripas o no vale una mierda.". Y la madrugada de un día que coincidía con la misma fecha en la que ella se marchó, decidió acabar con su vida lanzándose al vacío desde un balcón de Santander. Él siempre había jugado con la tristeza, con la condenación y toda clase de expresiones de que ocurra ese daño sin sospechar que acabaría en la base de la sima o en el fondo de una carretera de pavimento. Aquel amanecer impenetrable en el depósito de cadáveres, sus dos mejores amigos padecían un "atentado indefinido", dejándoles como víctimas abandonadas y culpables, por no interpretar las señales que encontraron entre las palabras de sus relatos. Pero al final, en algún lugar recóndito se encuentran los términos calmantes de Pavese: "Nadie se mata por amor. Uno se mata porque un amor, cualquier amor, revela nuestra desnudez, miseria, enfermedad, nada".

lunes, 10 de octubre de 2011

Luchadoras

Premio Nobel de la Paz 2011


Cuando te desprendes de los tuyos y de las franjas estrechas que conforman el banderín de la primera bicicleta, tienes que rayar otro pavimento y conformar otra jerga, indagar la propia polifonía sujeta a un discurso independiente de cada uno de los personajes que te encuentras, así como inventar las ofertas que se presentan en el mercado negro. Y así han ido las mujeres a lo largo de la historia, intercambiando semillas mientras luchaban por mantener el conocimiento tradicional de la agricultura. Colocando pequeños andamios con los que reparar las casas donde nos ha tocado posar y albergar alguna esperanza; desconociendo el apodo de tantas de ellas que deseaban cambiar la situación de indefensión que la memoria popular nos definió, mientras recogíamos y aceptabamos las funciones que ellos nos timbraban con su membrete. Poco a poco, hemos organizado artimañas y tejemanejes con fines honestos para disputar en todas las épocas, oportunidades para escribir maniatadas otra cronología que adherir a suelos, cancelas y tabiques. Y en la espera de un futuro que entraña igualdad y propugna equidad entre hombres y mujeres, aparece el otro final, el de la entereza que no implica renuncia, solo un cambio de escenario tras el desvelo de adaptarse a las leyes hechas por hombres.




—Mirá vos, lo que anda esta jodida.
—¿Qué?
—Literatura subversiva.
—A la puta, ¿y estos papeles?
-Leé vos, que a mí me cuesta.
—“No al al - za en el cos - to de la vi - da. No más vio- len - cia con - tra la mujer.” Grandísimas putas, ¿y todavía dicen que no son guerrilleras?

María Eugenia Ramos. Una cierta nostalgia

sábado, 8 de octubre de 2011

Miel blanca y negra

Sabine Timm

 Entre la doble vertiente de normalidad y clandestinidad iba acrecentando pequeños trabajos productos de su creación propia y personal. Antes de ilustrar las portadas de sus palabras, abría la bolsa moldeable que utilizaba para guardar cosas inspiradoras que encontraba por los lugares que pasaba diariamente y lo extendía en el suelo de linóleo que cubría el cuarto donde trabajaba. El colorido diurno de sus palabras estaban ambientadas en la luz  y claridad del panorama urbano y  rural que la prospectiva del gran cilindro hueco de sus pinturas le permitían contemplar y anticiparse, madrugando tiempo. Por otro lado, los tintes más oscuros de sus juramentos rielaban con luz trémula sobre su quehacer, siendo atrapada por la distancia, la frialdad y la indiferencia de su apariencia. Y así con todo el material hallado, ella creaba imágenes que se reflejaban en láminas donde grababa las nociones, ideas, ocurrencias en escenas tridimensionales de un corral para el descanso. En medio de la gama colorida de sus palabras, progresivamente ella se internó en la debilidad dilatada que se muestra al ser hechizada por ofertas y compromisos de poemas hermosos que paladeaba con sigilo y calma, como si disfrutara de una pasión  encubierta. Sin darse cuenta comenzó a notar pequeños cambios en sus costumbres provocadas por la miel de palabras que convergían en una misma idea: apoyar la sensibilidad y la exaltación en una misma dirección.


Asomada a mi garganta
contemplo la selva de mi interioridad
azotada de viento,
erosionada por múltiples inundaciones.

Dicen que el tiempo lima las protuberancias del alma,
igual que el agua de los ríos torna en suave mejilla
el contorno de las piedras.
Que la memoria aprende a ojos cerrados el inmutable perfil de las riberas
y un día de tantos se llega al final del asombro,
a la intuición certera de lo impredecible.

...y sigue...


 Gioconda Belli

lunes, 3 de octubre de 2011

El primer cuento

Luis Carlos Espinosa

Lucía Caballo llegó al nuevo piso un atardecer de principios de octubre, cerrando la puerta del portal con firmeza y disfrutando de tener un domicilio a su nombre y un espacio en blanco que rellenar en el apartado que correspondía a su buzón. Durante la primera semana no se cruzó con ningún vecino ni en el ascensor, ni en garaje, ni en las escaleras, imposible registrar alguna experiencia en el diario personal que le regalaron con tapas de cuero y las iniciales H.C. Husmeaba historias de otros en los que anotar experiencias de un mundo hace tiempo perdido, cuando la ciudad de su Jaén natal no se abastecía del embalse de Quiebrajano, cuando la población judía destacaba sobre la cristiana y Hasday ibn Shaprut impulsó la Edad de Oro de la cultura judía. Deseaba ahondar en sentimientos, sueños, convulsiones, minuciosas descripciones de sus vecinos, además del aspecto físico que cada uno presentaba, para exhibir su cuento en el primer concurso de relatos al que se había inscrito. A continuación debería relacionar la vida de esos personajes aparentemente desconectados y lograr enlazarlos vinculando sus vidas. La señora del ático estaba enfrentada con todos los vecinos, la pareja del 1º A viajó en barco con el matrimonio recién casado del 3º B, los universitarios del 2º B eran compañeros de facultad del hijo mayor de los del 1ºB, la mujer separada del 3ºA era la amante de siempre del hijo de la señora del ático y ahora Lucía tenía que unirse y mezclarse entre ellos. El cuento que Lucía preparaba era como un calmante que se aplica en la piel para aliviar las magulladuras que un telesquí ocasiona al subir a las pistas más altas o el intervalo en que esperas pacientemente a que el especialista analice los resultados de una biopsia. "Pasamos el tiempo esperando una contraorden para nuestra muerte y cuando no tienes tiempo suficiente para una novela, bueno, ahí está el cuento corto. El cuento es la literatura del expulsado".

John Cheever

viernes, 30 de septiembre de 2011

Concurso de octubre de Mª Jesús de Paradela


Los dedos sobre el papel van en autostop hacia tu playa, esa en la que te pintabas los labios con un rojo intenso y sin percatarte de como sucedía, acababas con todo el cuerpo cubierto de manchas rojas y una manifiesta pirexia esencial con las mucosas inflamadas. Será que la admirable calidad visual de las palabras al compararte con El séptimo sello, inspira el sentido pictórico del verbo al transformase en un lenguaje cinematográfico. Como si de una aguja magnética se tratara accionada por la piedra de aquel imán, festoneaba su lencería, los viajes y hasta el carro de la compra cuando la acompañaba, adornando el enigma que no tiene arreglo.


Y así gastó cartas sin ortografía entre el desorden de las canas y la pelonía que llega de las crónicas a que se refieren las maquetas que exponía en las ventanas de su casa. Entre leyendas y poemas, entorno al fuego y cada vez más cerca de los ambiguos ojos negros, desde la bancada de madera escuchaba el amor sagrado del ofrecimiento sanador, declamado y lanzado del carbón de las palabras, después de que el mar invadiera la costa en el que estaba situado el gran bosque de las emociones. Solo el descenso del vidrio que la contenía por la transgresión de las corrientes marinas se acumulaban en medio de la tribuna de autoridades. Frente al fuego mantenía viva la memoria aparte de continuar infiriendo sin perder el hilo de soga y a tizón. Sin permiso trataba de reivindicar una inusual libertad de expresión en aquel espacio, desprovisto del beneplácito de la conciencia y el reparo.


lunes, 26 de septiembre de 2011

Perdón

Perdón

Después de la negación del viático a fondo perdido llegó el momento de una descomposición fingida de la carne, a modo de una segunda fermentación a su madurez. A la esencia de su mente añadió licor de tiraje para provocar espuma blanca procedente del mar en aquel olvido ajustado a los viejos rencores. A pesar de que la localización de esa especie de hipogeo cerebral estaba repleto de archivos ocultos tras cenizas, logró hallar un sibil donde conservar fresca la carne del dolor y de la razón. Aquel cara a cara con un hombre condenado por asesinato solo contribuía a responder algunas de las preguntas que siempre se había formulado: ¿por qué quitaron la vida a su padre? ¿cómo podía vivir con un asesinato en su espalda? ¿qué argumentos se otorgó para destrozar la vida de su madre, la de sus hermanos y la de toda su familia? Recabó momentos perfectos para cubrirse con el último capote visionando una finalidad clara: amordazar los zollipos del castigo que él le impuso. Ella fue la única que se alejó del odio exacerbado, dispersando las justificaciones en múltiples direcciones y escuchando frente a frente a otra persona que era responsable y había participado en el  asesinato de inocentes. Tras hora y media de reunión, él le extendió la mano y ella no supo que hacer.




Voy perdiendo la memoria
y olvidando todas las palabras...
Ya no recuerdo bien...
Voy olvidando... olvidando... olvidando...
pero quiero que la última palabra,
la última palabra, pegadiza y terca,
que recuerde al morir
sea ésta: Perdón



León Felipe

sábado, 24 de septiembre de 2011

Otoño soñado



Y así te leo, mientras me haces sentir el inicio del otoño como el callejón de los milagros donde comienzo sentada sobre una triste silla y de repente me descubro bajo una sombrilla, un foco y afianzada contra el gran sillón de un salón de belleza. En el otoño que tú me describes, la pericia está empaquetada en la habilidad de la gracia y la destreza que se canjea por el ombligo de un esteta al desprender la fragancia de esas espléndidas palabras que mi mente señera desea advertir. Ingreso en tu muestrario como si mis entrañas anestesiadas quedaran insensibilizadas por el dormitivo que tus palabras otoñales procuran a mi voluntad. Tal como el grand maître des cérémonies cuadrado en la pista del circo, anuncias que en el arco iris aún quedan sillas de brazos para apoyar las articulaciones con las que ordenar los movimientos de mis piernas. Entre los restos fósiles silúricos de tus palabras, este otoño juro en falso que agotaré el agua de regadío que precisas para mantener la tierra en la que se sanea y orea tu aval acreditativo. Tu sensatez descolla como el campanario sobre la admonición severa: deja de hacer caso a tu intuición de este modo conseguirás ajustar la prevención que tienes contra mi. Con el brillo de tus ojos de azul cobalto de fondo, entablo un tratamiento hidroterapeutico en rústica con cinco tomos de colección encuadernados en papel absorbente para reconocer, que en el otoño la naturaleza madura haciendo desmoronar la juventud, pasando a su lado mientras la miramos sin poder hacer nada. Ahora bien, solo trataré de no disipar la noche utilizando la desnudez decorativa de tus palabras.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Bolero


                                                                      Agustín Lara




De todas las cicatrices que marcaban el torso y los brazos, el estigma que dejó en su cara la herida de un affaire con alguna de las abundantes mujeres que pasaron por su vida, le acomplejó durante el resto de los años. Nunca quedó claro si la herida había sido causada por un proxeneta o por una dama enfurecida. Ese distintivo comportó la encarnación del tiempo de experiencias pretéritas, ocurrido con anterioridad al presente y a la vez, se considera el umbral de la divisa novelera en cuanto a su persona. Mientras tanto su música sonaba en todos los espacios y recintos públicos y noctívagos. Después de varios divorcios, una noche de Reyes compuso sobre la tapa de una caja de zapatos Mujer: "Mujer, mujer divina, tienes el veneno que fascina en tu mirar. Mujer alabastrina, tienes vibración de sonatina pasional, tienes el perfume de un naranjo en flor, el altivo porte de una majestad. sabes de los filtros que hay en el amor, tienes el hechizo de la liviandad. La divina magia de un atardecer, y la maravilla de la inspiración.Tienes en el ritmo de tu ser, todo el palpitar de una canción. eres la razón de mi existir, mujer". Al mismo tiempo que escribía esta canción con la mano derecha, su mano izquierda concebía el movimiento de los dedos deslizandose sobre las teclas de un piano y sus pies fijaban el ritmo de la partitura. En sus canciones debía concentrar en tres minutos toda su poesía, las caricias y el atractivo misterio que causaba en las féminas, comprometiendose a volver a transformar el bolero, ciñendo el cerco y el destinatario de sus Noches de Ronda, la mujer común. Su vida transcurrió bebiendo de copas llenas de champaña con el dedo meñique en alto, haciendo de su médula la afectación y el melindre en su falta de naturalidad al tocar el amor y la pasión.



sábado, 17 de septiembre de 2011

Pueblo de acogida



En esa hora en la que solo pertenecía a su jurisdicción, dejandose llevar por sus pies a la vez que comprimía las calles tersas como orillas del Mediterráneo, espiaba sin retribución alguna, todos los portones que vislumbraba parte del zaguán, ventanas con tiestos acicalados de geranios, cantinas, pequeñas plazas, fachadas con diminutas vidrieras de colores y entonces, cobraba vida los momentos de su estancia en el norte. Regresaba al río del norte con celajes de navío que la escoltaban, mientras que al final de aquella calle las nubosidad presagiaba la llegada del otoño. Al llegar a la plaza mayor en la que el sol daba de lleno a esas horas, olvidaba el túnel del tiempo para acodarse en alguna de las murallas del baluarte de este pueblo que la había acogido como un vástago para echar raíces. Y así de manera imprecisa, fue aprendiendo a compartir la realidad que se reflejaba en sus ojos, a pesar de que aprendió a mirar en el norte y aquella lejana visión era el referente de su ideal de vida. Con pequeñas rendiciones sin llegar del todo a languidecer como aquel monigote que encontró en un contenedor, el bosquejo de la futura planta en la que se había convertido permanecía a voluntad de los donativos que la gente de aquella localidad le habían proporcionado. Porque hay ocasiones en las que el lobo aparece pero ha de enmudecer su tristeza y silenciar el bramido colérico al olisquear la sangre de las rodillas desolladas, localizando vocales curativas y reconstituyentes en otras yemas de la nueva tierra que intercepta y a la vez, graba parte de las conversaciones que escucha en cada fisura que atiende cuidadosamente.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Bolsa de trabajo

Man Ray
                                                                       
Antes de firmar leyó el tipo de contrato que tenía entre las manos, por tiempo indeterminado con período de prueba y, a continuación escuchó: "con el único fin de verificar que cumples con los requisitos y conocimientos necesarios para desarrollar el trabajo que se precisa". Sus funciones eran claras: debía registrar en distintas notas clasificando los pedidos de los clientes así como agruparlos y ordenarlos. Agrupar las facturas por días y semanas, catalogandolas y discriminándolas por producto. Contar los productos vendidos por días y semanas. Realizar una lista de los productos más vendidos durante el día y las semanas, elaborando una estadística con los productos más vendidos. Las palabras de bienvenida de su jefe fueron claras, "La idea consiste en saber transmitir a todos que eres el responsable de lo que suceda aquí; solo que hay personas que son más responsables que tú. Y en cualquier caso, debes asumir la idea de intentar solucionar de alguna manera el problema". Y ahora, una vez más tocaba sobrevivir y albergar el mensaje de valía con la capacidad suficiente de afrontar el reto y las consecuencias de sus hechos. Con puntas de sal propaga los ajustes precisos para desarrollar sus habilidades buscando despegar, afianzando con que iniciar su progreso. Las dudas se asientan en los primeras filas de la sala y entonces, solo rastreas el modo de despachar a los clientes con simpatía, administrando los tratamientos de cortesía con todo aquel que se acerque a preguntar. Conocer de antemano qué se esperaba de ella añadía algún compromiso por su parte: puntualidad, evitar conflictos con los compañeros, implicarse en su tarea, alejando los tres males principales del trabajo: la apatía en el esfuerzo, el vicio y la mala costumbre de obrar incorrectamente y la obligación de ocuparse.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Escribir por demás

Jean Harlow
La condición de estas palabras podría ser tener la boca y los ojos cerrados así como las manos apasionadas para expresar con diferentes términos las emociones de una mujer, mientras se guía por el tacto en la oscuridad buscando una linterna a la vez que tira para resolver algunas de sus incertidumbres. Al levantarse bien de mañana para aprovechar el día, batanea el cabecero de la cama como si golpeara todas las mujeres que pernoctan en su cogollo. Esos golpes cargados de desaire, afean todas las víctimas que caen del wagon-lit. Como quiera que sea, ella aún adormecida se percibe orquestada y dirigida por todas las respuestas a las que reacciona frente a los estímulos aprendidos: preparar el desayuno para los niños, llevarlos al colegio, recoger a los compañeros para viajar hasta el trabajo, cumplir los objetivos planteados, realizar la compra, visitar a su madre, disponer todo para el día siguiente. Solo hay momentos en los que enroma ciertas aristas obtusas con el estímulo de algún licor, convergiendo con esa contestación marginal que emerge como la nota de un escrito. Remotamente considerado, un mensajero de simpatías se muestra por esos caminos de diligentes hormigas concurridos por zorros, mientras sospecha la acomodación de sus ojos a la oscuridad de otro cuerpo solícito y presto para atracar determinadas necesidades que por lo general desatendía. Entre las respuestas adquiridas ha arrumbado los gemidos que la conmueve, aunque en ocasiones frena más la comprensión del propio hecho que la esencial incomunicación del muro. Al llegar la noche, le priva sacar el caramillo que ella misma frabricó con un caña y libar el licor de algunas de las bebidas espirituosas elaboradas en su propia casa, será que el mundo es imaginario.

martes, 6 de septiembre de 2011

Traje a medida



Tras seis días de terminar las rebajas y una vez que mi adiestramiento comercial se habituó a la disminución del precio que pagué por tu orgullo, de nuevo repito el mareo de encontrarme frente al banco de agua de tu figura con la boca líquida mientras un catavinos prueba una pequeña porción. Y ahora mencionas que careces de trapos rendidos, obligándome a entregar pequeños sacrificios mientras me dejo vencer por algunos de tus vicios: ir de compras. Me conseguiste la falda voluminosa a media pierna, te quitaste el traje de pantalón ancho, te despojaste del jersey de punto grueso de color azul, me procuraste el vestido de lunares, la chaqueta de cuadros, la falda de colegiala. Entre tanto, continuas llorando derramando lágrimas de orujo, sintiendo profundamente como te complace esta situación, jadeando a modo de aspirador para succionar el último vestigio del crucero por el Caribe donde lucirte ante los demás. A larga distancia te observo detrás del visor de mi vieja cámara fotográfica con la que desenterré imágenes de cruzadas en pro de tu pequeño fin, con anterioridad a que mis ojos encomendaran el desmayo de acechar la desolación de tu inexistencia. Y después de aquel contratiempo, aprendí a quererme. En medio de chistes, choques, ocurrencias, adversidades e impactos aparecí repentinamente tomando conciencia de la realidad, más cerca de las radiaciones ultravioletas que envejecen  mi tegumento cutáneo. Y al final, para terminar deseando dos dedos de tus labios y el repicar del índice y el corazón sobre las castañuelas de tu risa, ¿será que mi espíritu celeste se acicala en un traje de Brioni?

viernes, 2 de septiembre de 2011

Rodeada de libros

Fotografía de Mª Jesús de Paradela

Desde pequeña sintió un gran interés por el cuarto rodeado de libros en el que sus padres permanecían momentos dilatados, en el tiempo que la perpetuidad casi incesante al igual que una fuente, emanaba de aquel lugar. Durante las mañanas del mes de agosto como una maitinada, al pasar delante de la biblioteca encontraba a su padre leyendo junto a la ventana realizando tal acto a modo de una ceremonia solemne. Y mientras ella observaba la posición del cuerpo de su padre sobre el sillón, la abstracción que reflejaba aquella cara prescindiendo de la realidad exterior, se demandaba e interrogaba a sí misma acerca de aquel embebecimiento que entretenía a su padre y le apartaba de toda su atención. A medida que fue creciendo, aumentó el mérito que su padre le hizo llegar a través de aquellos pequeños mensajes. Con el paso de los años, después de ir y venir por muchas ciudades y asimilar su emplazamiento, acabó convencida de que en efecto vivía rodeada de libros. Todo lo que los libros le expresaban durante la jornada, eran las palabras que su padre cimentó acerca de aquello que no le pudo manifestar, pero en la oscuridad de su imaginación las palabras de los libros, se convertían en una pica con el que el pez mordía el anzuelo de la verdadera fantasía.

Por increíble que parezca, muy pronto, quizá entre los siete y los nueve años, leí en serio de la biblioteca paterna dos libros a los que vaya una a saber por qué sigo recordando como importantes para mí: La vida de Jesús, de J.-E. Renan, y La vida de las hormigas, de Maurice Maeterlinck, libros que, según mi padre, estaban en el índice de los prohibidos por la Iglesia".

jueves, 1 de septiembre de 2011

Risa ruidosa







Con un verso sobrio y escueto, ignorando la Retórica de Aristóteles pero sin obviar la definición "más vale un verosímil imposible, que un posible inverosímil", él planteó uno de los últimos deseos como una dolorosa contracción asumiendo el compromiso. Solo tendría que sentarse, como tantas veces había hecho, en el reborde de plata y esperar a que pasara, organizando todo el episodio de su victoria para evitar la paralización que le causaba la vergüenza de que ella tuviera una aventura con otro hombre. Sería que ese poema también sostiene una vida independiente del poeta y del sexo del poeta, como afirmaba Octavio Paz. La magnitud de la humillación le hacía sentir como esos extraños maridos a los que les provoca y apasiona la idea de sentirse amarrados, silenciados y aislados con un llavín de escritorio en un armario pequeño entretanto ella se adentraba en la cueva de la parapsicología. Nadie le había llegado a obsesionar de ese modo, comprendiendo que debería hacer algo para persuadirla sutilmente. El mayor designio al que obedecía su integridad era poder despreciarla y calcular el modo de librarse de ella. Mientras, aparecían ciertos síntomas de vigorexia o tal vez, lo que halló fue un trastorno insistente alterando su aspecto físico con el que recobrar el ajuste necesario de su esquema corporal. En cambio ella prolongaba su hilaridad ruidosa en cada salutación familiar, era como si hiciera escarnio de su persona por puro placer. Ciertamente, ella premiaba todo el  esfuerzo que él hacía por vilipendiarla, engurruñando sus notas y haciendo caso omiso de sus palabras, a la vez que le inducía, le apaciguaba, de lo contrario habría sido un modo de comunicarse con él y solo buscaba pulir la apatía por apartarle de su vida.

martes, 30 de agosto de 2011

Un incidente más



La relación con su padre fue como la de unos primos lejanos, no había mucha comunicación con él. Ésta podría ser una de las causas de que en el colegio no tuviera buenas aptitudes respecto a sus compañeros. Admitía con enorme conformismo, la tunda de golpes que sus iguales propinaban en el colegio a los más indefensos, a la vez que despeñaba como medida de castigo a los chicos insociables o en todo caso, los chicos huidizos que se alejaban del rebaño. Al llegar al portal de su vivienda alzaba la mirada acechando la ventana de la habitación de sus padres por si se topaba casualmente con algún objeto extraño que no reconocía. Entonces recordaba la historia que su nana le había contado de pequeña: en una noche de tormenta y viento del suroeste, como un vendaval que derribó muchas tejas, su padre entró en la habitación donde ella dormía con solo tres semanas de vida, destapando las cortinas y separando del marco las hojas de la ventana. Se dirigió a la cuna y la arrebató de la calidez del edredón, situándola en el alféizar de la ventana dentro del capacho de la compra. Inmediatamente su madre la escuchó llorar, rescatándola entre gritos y sollozos. A medida que fue creciendo, la moralización de su padre estuvo presente en sus conversaciones: " Un buen padre debe velar por sus hijos y, si pienso que debes estudiar medicina en vez de dedicarte a la pintura lo hago por tu bien". La última situación espinosa que padeció con su padre fue en una discusión que él provocó. Bajo la luz clara de finales de verano, examinaba a su padre mientras la gritaba. Se acercó a él y rápidamente, le tapó los oídos para que solo se escuchara a él mismo. Cuando éste abrió la boca por la sorpresa, ella le tapó la nariz con el único objetivo de que el oxígeno esencial para vivir abandonora sus pulmones, enrareciendo el aire interior y soportando un ligero mareo. De tener un cuchillo entre sus manos en esos instantes, no habría considerado la posibilidad de penetrar con intensidad y violencia el borde de la hoja en su abdomen.

domingo, 28 de agosto de 2011

Alforjas


Después de colocar las alforjas en los lomos de la acémila, apechó con las responsabilidades. Hasta la alimaña más peligrosa se vuelve dócil y apacible en el momento de verse separado de aquella posesión más apreciada: su pareja. Olfatea a modo de un perro en tiempo de veda, el rastro de su presa por los cotos. Embiste a su enemigo por sorpresa, reproduce el ruido de la tempestad mientras aulla tras los cristales de sal y medita las consecuencias de sus actos pensando bien todas las tarjetas amarillas con las que fue amonestado. Marchar sin terminar todo el trabajo, negando el frágil cuello del que colgaría un collar comprado a un bucanero, solo permitía izar la cuerda de que estaba colgada observando la desembocadura de la costanilla en la que se encontraba varada. Antes de la mutilación y posterior refrigeración en el depósito de cadáveres a falta de un sepelio digno, intentó encarnar a lomos del burdégano, un nuevo desierto para el capricho y el anhelo, donde el amplio baldío de cabida al susurro de un antojo pasajero a modo de los Caprichos de Goya mezclando realidad y fantasía en una sátira de la existencia que tocaba vivir. Así poco a poco, perforando el túnel para establecer una comunicación a través del monte, se suicidó cortándose las venas volviendo a nacer con otro espíritu, arreglando su vestido y bebiendo agua de la acequia. Y todo, para evitar caer las alforjas donde conservaba un trozo de torta de ciruela envasada en una vasija, con el único uso de alimentar la caldera.

jueves, 25 de agosto de 2011

Zambullirse





En vacaciones como seis veces al día muy poco comida para recrearme continuamente en la complacencia que trae consigo al velo del paladar el gusto de los manjares, puesto que todo se termina de inmediato por tanto el único significado que representan los objetos son las propias piezas. En una de las ocasiones, mientras comía una nectarina pensé en el poema de H. Cole entretanto quitaba la vida al fruto con alevosía y premeditación tratando de anular la lógica y sensatez del hombre al no conseguir idear el equilibrio y armonía preciso en la naturaleza. Guarecerme durante esos días en la frase acuñada por el poeta Horacio: agarra el día cuan mínimo crédito al posterior, supone atender con toda la calma viable, la sobriedad del decorado olvidándose de las superproducciones de Hollywood, la ausencia de adornos sin una función útil tal como las notas que se añaden a una melodía que no conllevan alteraciones importantes. Durante la holganza vacacional,  la inmersión es el equivalente a un astro que entra en el cono de sombra proyectado por otro, es el momento propicio para ocultarse, zambulléndose en una especie de cama con alivio de bálsamo aromático. No hace falta divisar nada asombroso para alegrarse, ya es mucho lo que se advierte en ese tiempo anodino y sin importancia donde la cotidianidad se convierte en la protagonista de la jornada. Así, observar el pelo que se cae descolgándose la caldera de los llares, veraneando en un madero verde en el mismo momento que el cielo se mancha de gris a causa del polvo que flota en el aire, dificultando la respiración y la visión de la pista para llegar a casa, puede llegar a ser una ocupación jugosa. Será que la felicidad va unida a un bloqueo social, económico y moral que te lleva a una autarquía, evitando las importaciones y observando lo minúsculo e insignificante.

domingo, 21 de agosto de 2011

Azul japonés


Suzanne Valadon. La habitación azul

El invitado que infundía ánimo y esperanza a un sector de los turistas terminó la correspondiente cita en el museo nacional, devolviendo los cuadros expuestos habitualmente en la galería al lugar que tenían con anterioridad a la visita. Entre los cuadros restituidos se encontraban todos los que ella posó como modelo para grandes pintores desde bien joven, siendo éso lo que la introdujo en el mundo del arte. Ser retratada por H. de Toulouse-Lautrec, por P. Renoir, por E. Degas, por Puvis de Chavannes así como contarse entre la deidad del músico E. Satie dejaría una impresión profunda y duradera en sus pinturas. Retener la posibilidad de mostrarse similar a S. Valadon en su faceta de mujer libre, independiente y extravagante utilizando colores brillantes y marcadas líneas negras, dosificaba lo preciso para resaltar la expresión de sus palabras, haciéndola sentir una mortal imperecedera apareciendo siempre con su sempiterno color azul japonés. Morar en un molino con una terraza bajo la que recorre un antiguo canal de agua es un prototipo de belleza que no se modifica por épocas, llegando a colmarla de serenidad. En cada manifestación enderezaba sus cuadros, enmendando la inclinación de las descripciones de las tablas o lienzos que utilizaba para representar. Con todo, había momentos en los que se apoderaba de cierto género que disociaba los olores agradables, desatendiendo los consejos de quienes la apreciaban. Deseaba ganar tiempo para que las cosas fueran más lentas y a la vez, atender a las eventualidades logrando solucionar los problemas, sin descuidar las palabras junto con el mero hecho de percibir un arrebol en sus pómulos. Con todo, encontrar parecidos de algunos de sus zapatos con las babuchas árabes para la danza del vientre ayudaba a mitigar el dolor menstrual facilitando el desempeño de muchas de sus tareas. Y mientras, se consentía escribiendo palabras que reflejaban el antes y el ahora ajustándose a ellos dos, donde las referencias breves y de pasada se condimentaban en la retentiva.