"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

sábado, 29 de septiembre de 2012

Última parada


Le propuso una visita inesperada a su casa, dándose por entero a él en la capital del nuevo Estado. Mientras se retrepaba en el asiento del autobús que le conducía hacia el mundo que él había construido, se percató de que el paloduz que mascaba lentamente saboreando esa golosina dejó de resultarle dulce y agradable.  Percibió la visión trasnochada que mantenía de su sonrisa junto con el apacible afecto  que desprendía su recuerdo, desarropando la cercana presencia que estaba a punto de encontrar en el siguiente área de descanso. Sin llegar a cerrar el libro de fantasmas que guardaba en el bolso, en cada parada de aquel viaje de reencuentro el viento descuajaba las hojas que el pequeño santuario de abjuraciones preservaba. El amanuense medieval de su corazón, los menudos y el cuerpo que ella había tutelado en el terreno anegadizo del espejismo de aquel destino tolerado se perdía en cada uno de los lugares que el autobús se detenía. Antes de rebasar el límite de la ruta trazada, en la última parada tras guardar el silencio de la voz del auricular se dejó perder en el sitio más fácil que encontró: el pequeño pueblo donde el aire y la lluvia miraban cara a cara, arrancando el mayor esplín posible.

Aquí estás resistiendo,
viva, lúcida,
sostenida
en el sacro relámpago,
alumbrada y dichosa
en el trueno.
Tú, mi pequeña
rosa encendida siempre,
pétalo delicado,
húmeda nota,
tú, resistiendo aquí.

Carlos Bousoño

lunes, 24 de septiembre de 2012

Trilero


Le encontró despeinado detrás de una mesa de camping escondiendo sus deseos y pasiones en una bola amarilla mientras alentaba la esperanza de que ella se acercara al filo de su estanque. Ella bajó los ojos mientras miraba la rapidez de las manos del trilero aleteando las tres cáscaras de nuez sobre la mesa, entretanto pasaba los dedos por su cara limpia. "¿Quieres venir al bosque"?, le preguntó, "tan solo tienes que averiguar donde se esconde la diminuta gavilla de flores marchitas que una tarde de verano mi boca achispada salivó para ti". Demostrando el modo exclusivo de comprobar la negativa movilidad del tiempo. "Solo tienes que deducir qué cascarón contiene el único regalo que recibirás de mis labios ab aeterno, el tiempo estancado en aquella apuesta como un flecha con curare". Así la manipulación del trilero no provocó una partida nueva de cosas pasadas, ni tampoco un agotamiento con la desdichada ruina sino una amalgama de sentimientos y una pizca de ternura, desencadenando alteraciones de un cóctel preparado. En este tiempo, ella sabía que el juego no tenía fin, un singular principio con una apuesta fraudulenta donde ninguno de los dos escarbó arañando en qué nuez se escondía el pequeño ramillete de flores, en tanto menospreciaba el gancho cómplice del aval.

Quédate aquí,
en el lugar del silencio,
donde el silencio interior danza.
Justo aquí
antes de saber algo o de no saber nada.
Quédate aquí
donde todos los puntos de vista
se funden en un solo punto
y ése único punto desaparece.

La danza del vacío
 

jueves, 20 de septiembre de 2012

Este jueves un relato: Teatro, máscaras y apariencias




Frente al bloque de barro frío emprendió la pequeña obra que entrañaba cierta dificultad: esculpir el molde de barro a partir del diseño de la máscara que ella misma había ideado. Debía evitar que el papel se pegara al molde cubriendo toda la horma con aceite quemado. Una vez desprendida la matriz añadió papel maché y papel de periódico con una mezcla de almidón de yuca, secando más tarde toda la máscara al sol. Poco a poco fue separando distintas piezas de papel, a modo de troquel, volviéndolas a unir con cemento para tener una máscara hueca. Una vez  desecado la máscara comenzó a decorarla a su gusto. Al colocársela se dio cuenta de que había elaborado una máscara para descubrirse y aparecer ante el disfraz de los demás, bajo el pretexto de apoyar su cabeza sobre quimeras imposible de realizar, lejos del barro con el que se tapa los agujeros del jardín.

Más teatros,  máscaras y apariencias en el blog de Neogeminis

lunes, 17 de septiembre de 2012

Artilugio


Consideraba sus palabras como los gamones de Homero, "el mejor alimento del hombre". Nacían en terrenos donde los juegos de palabras disfrutaban de la visión de una "máquina de transmitir ideas" capaz de transformar las ofertas en objetos resueltos y audaces. El peculiar artilugio poseía piezas contenedoras de elementos desconocidos y repelidos por todo lo que pasaba en mi vida como lectora/espectadora, sin embargo, al accionar el mecanismo la hibernación de sus ideas, vertidas en palabras, compartían el final del deshielo a la vez que se acollaraban en la recolección de un mundo no descrito, dejándome admirada. En los últimos años y de un modo muy sencillo, me acostumbré a dormir escuchando el rumor del funcionamiento de este artefacto. El sonido agudo y ligero del aparato iba asociado a tu realidad, a la que lentamente había descendido haciendo pie, pisando el suelo, primero uno y después otro hasta comenzar a caminar, parando ocasionalmente en cada uno de los escaparates que encontraba. En realidad, buscaba un "desesperado intento de fundar un hogar para el espíritu".

Tú viviste conmigo
muchos años recuerda
el año en que tuvimos
aquel magnífico tiesto
de peonías
qué contentos estábamos
los dos con ellas
pero una noche
nos las robaron
compartimos la pérdida
ninguno pudo pensar
en nada más
durante todo un día.

Williams Carlos Williams

jueves, 13 de septiembre de 2012

Este jueves un relato: Ojo por ojo

La respuesta al daño que ella sufrió no fue proporcional a la agresión que creyó lamentar pero de algún modo fue un recurso eficaz para contener la venganza sin límites. Con un sencillo cuentagotas de cristal, poco a poco logró verter el líquido de su verdadera vendetta en feroces declaraciones de imposturas. Y así preparó algunas vindictas secretas y anónimas: una noche en la que él aparcó su coche cerca de un punto ecológico, al amanecer su vehículo emergió cubierto de diferentes clases de basura: plásticos, materia orgánica, vidrios, cartones. En otra ocasión, él se disponía a acicalarse para ir a trabajar cuando al abrir su enorme vestidor, encontró seccionados todos los picos de los cuellos de sus camisas junto con pequeños cortes en el canesú de la costura vertical de las mismas. Ella aprovechaba cada una de sus obsesiones para marcar las cicatrices: una tarde, cuando él disfrutaba de un partido de fútbol con sus amigos, ella se empleó a fondo en la limpieza del retrete con su flamante cepillo de dientes eléctrico. No llegó a ganar el apacible futuro con el que soñaba solo se enfrentó con una esfera en cuyo interior el multilátero espacio precisaba un orden infinito de creencias contradictorias, incapaz de controlar el olvido y la indiferencia.

Más revanchas y ajustes de cuentas en el blog de Teresa Oteo, PuntosSuspensivos

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Orgullo


Después de abrirse al primer encuentro de la aglomeración cabalgando en la mareta sorda, llegó el momento de reblandecer su corazón. Los primeros acordes de aquella tarde fueron combinados con una armonía inicial de admiración que en el resto de lugares se vivió como un grito de medianoche que suena al estridente rasgueado destemplado de una guitarra. Desde la sutil propagación de sus facciones, la concentración parcelaria dejó de medir sus palabras para decir lo que le convenía y cuadraba a su antojo. En este tiempo, el aislamiento se consideraba un bienaventurado capaz de gozar de casi todo lo que le encaprichaba y, como en una novela llena de cliché reprodujo todas las expresiones que tenía interiorizadas: "Nunca como ahora se había estado tan cerca de su aspiración y su anhelo de plenitud nacional". ¿Este sería el momento apropiado para llevar la vasija de barro sujeta a la cadera y acabar llena de leche con el asa rota?

domingo, 9 de septiembre de 2012

Ensayo


Desde bien pequeña experimenté inferir unas cosas de otras, con un margen muy equivalente entre conclusiones erróneas y aciertos. Mis hermanos mayores, por decisión unánime, me desterraban de su habitación para tratar cosas de hombres (chicas, fumar sus primeros cigarrillos, alcohol, películas pornográficas) y la única posibilidad que encontré de participar en su inabordable mundo fue dar oídos a las conversaciones que mantenían delante de su puerta. Aquel inocente merodeo fue creciendo poco a poco mientras curioseaba y observaba todos sus movimientos y palabras durante el tiempo que estaban en casa. Desde ese momento, la indagación de palabras extrañas, por entonces para mi, se enlazaban con pesquisas encaminabas a averiguar el significado de palabras desconocidas. Aquel fisgoneo me llevaba a buscar entre sus cajones y debajo de los colchones de sus camas una vez que ellos salían de fiesta o con sus amigos, para intentar comprender cuales eran los secretos que vigilaban y defendían de mi pequeña indiscreción. Así fui creciendo: tratando de reconocer lo que  mis hermanos pensaban y anhelaban explorando a fondo cada uno de sus espacios, sus palabras escritas, además de las charlas que sostenían a oscuras apartados del mundo que intercambiaban entre sí y lograban mantenerme apartada de sus pequeñas confidencias. A día de hoy continuo escuchando conferencias, diálogos y coloquios de los que trato de obtener explicaciones que dirijan mi camino hacia adelante, salvo que hay coyunturas en el que las palabras no alcanzan labrar pespuntes visibles y ordenados que hilvanen frases con sentido y coherencia, dando como resultados, falsos ensayos para algunos desconcertantes.

jueves, 6 de septiembre de 2012

Este jueves un relato: Relaciones


Desde el mismo instante en que te vi sentí que” la juntura de dilatación que hallé en una de los suelos de casa y tiempo atrás, dejé sin rellenar para facilitar la expansión y contracción de emociones secretas, cercó la intimidad de todos mis planes estableciendo una extraordinaria conexión con los pactos sigilosos de tus pisadas. No parabas de hablar. Fue ahí, en ese espacio vacío, donde encontré la rodada del flujo nocturno entre dos mareas a perpetuidad, así como la recíproca correspondencia de la traza atractiva de tus pasos. A la vez, el pequeño empalme nos aisló de la intensa mirada y el alarido del cómitre, hasta que nuestras articulaciones coruscaron como uñas de silicona. Desde entonces al cuestionarme el motivo de utilizar un cepillo de diamantes para buscar el laberinto de los círculos de Zappia en cada uno de los puntos que nos enlazan, me inclino hacia los vínculos atados a las palabras, la enseña representado en los gestos y el compromiso ante la pendencia de las agujas en una mano acidulada que oscurece la soldadura de palabras chapadas.

Más relaciones en la cuna  de San 

lunes, 3 de septiembre de 2012

Pleonasmo


"Temprano madrugó la madrugada" señalaba la primera fogata del alba mientras se iluminaba el amito que cubría tu cuello. El rodal de las llamas que empleaste en la ceremonia ritual dejó un pleonasmo instintivo: besame con besos de tu boca. El regalo gratis con el que renuncié a la desazón nocturna tonificó la ducha de la mañana, alentando al cuerpo hasta convertirse en testigo presencial de la carencia de soledad. Ante la réplica exacta de aquel galanteo, para mí tus ojos entreabiertos volaron en el aire alcanzado la primeras capas de la tropopausa de tu "desnudo auroral", próxima a la afusión terapéutica que como una constelación de estrellas se precipitan contra mi cabeza. Y ahí llegas, de la mano del amanecer, con la sorpresa inesperada de que todo se vuelve a repetir, en voz baja y con una sonrisa en tus labios, pasas tu lengua por mi oído.

sábado, 1 de septiembre de 2012

Mentiras ideológicas

En la consulta de atención primaria, con los oídos taponados, busqué un pañuelo para limpiar las gafas y acto seguido tratar de curar la herida en carne viva que sufrí la tarde del 31 de agosto. Salía de la gasolinera después de aguardar la hilera de coches que marchábamos en comitiva hacia los surtidores para llenar  el depósito como carne de cañón contemplativa, indiferente y obediente hasta que sentí como se me abrían las carnes mientras me tragaba el primer supositorio de mentiras a la vez que el segundo se derretía entre mis dedos en contacto con la incandescencia ambiental. "Canta otra canción, muchacha. Ésta se ha hecho vieja y amargada". Nunca se puso toda la carne en el asador arriesgando lo que realmente importa: la verdad, la razón y, las mentiras del verano consiguieron perforar las capas más profundas de la dermis con el miedo avieso en el cuerpo, estremeciendo y aterrando la sensatez de la reflexión.