"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

domingo, 27 de febrero de 2011

Vuelo



De pequeña se entretenía haciendo volar toda clase de volantines o cometas pequeñas, con diferentes armazones planos y ligeros, de estructura sencilla y cubiertos con plásticos que su padre le construía. El movimiento y el color de las cometas se erigían en verdaderos anuncios ventajosos que los demás entendían en la distancia, organizando la complacencia de volar, soñando con alcanzar algunas de las metas promovidas por sus deseos más inminentes. Se nutrió con aquellos sueños cazados sin pagar, a título gratuito, sin cargo y sin coste, siendo un recurso muy apto para llegar a los sueños dorados que su mente modeló al configurar los mayores anhelos, deseados con vehemencia. Con los años aquel cariño especial que se distinguía de los demás objetos y actividades, se reestructuró en la participación en varios talleres de papiroflexia y aún más allá, en el origami, arte de origen japonés del plegado de papel para obtener figuras de formas variadas. Desde el momento que inició aquel trabajo manual tuvo claro que no importaba que los aviones de papel no sobrepasaran el metro y medio de altura y recorrieran dos metros de distancia. Lo interesante era que los embalajes del avión o el papel no se dañara echándose a perder y chocaran contra cualquier objeto o persona causándole alguna molestia, destapando el trecho de la línea descrita mientras contemplaba expectante como en Cabo Cañaveral la ascensión de la nave, palpitando como una cuerda entre los extremos a los que estaba sujeta, aumentando la superficie de la ausencia absoluta a modo de una mancha que se pierde en el horizonte, al borde del agua. Y así, de a poco casi gradualmente los itinerarios sin escalas, recorrían todo el espacio aéreo.

viernes, 25 de febrero de 2011

Intercambios

Por norma desconfiaba de las buenas palabras pero desde el mes de octubre en que atendió las proposiciones de sus ideas sin sentir la necesidad de abrir el buzón de sugerencias, reinició una credulidad y seguridad que advertía cada vez que intercambiaban sonidos articulados, aún sin representar en todas las situaciones bocetos con mensajes reconocibles. Sin tener claro en qué momento apareció aquella trabazón simultánea en sus equipos informáticos, se hallaron conectados a una red central. Invirtió parte de su tiempo en aquellas conexiones de cables, consumiendo su alma en un nuevo interés que le daba vida y aliento. Como los volantes de una falda sin gracia y con un sentimiento de inquietud y un posible daño y perjuicio, guardó y cuidó parte de su privacidad, rodeada de cierto alejamiento afectivo además de una frialdad indiferente. Con el paso de las semanas, cada uno de los rasgos que caracterizaban la escritura que recibía le reconocían profundamente, mejorando el arte de cartearse con letras cada vez más claras y bien formadas, garabateando notas de agradecimiento del tipo de Vicent Connare, creador de la tipografía de Comic Sans, su fuente favorita.  De ese modo logró gozar de la confianza y el trato personal con él, reparando en el mecanismo utilizado para cambiar de vía modificando la velocidad, hasta llegar a considerarlo parte suya, sin consentir entregarselo a otra a cambio de que se lo devolviera para poder disfrutar por un tiempo. Comenzó a negarse a repartir y distribuir el pastel en beneficio de las dos. La falta de sus palabras, de sus interrogaciones, exclamaciones, onomatopeyas y demás signos, así como de su alegría, chispa y de sus amarguras y tristezas en la pantalla, contenidas en los correos que le permitían intercambiar mensajes mediante la red, se convirtió en algo difícil de soportar, haciendo lo imposible por continuar lo que había empezado.¿Quien tendría la suficiente autoridad para deliberar acerca de su culpabilidad, sentenciando lo precedente?

miércoles, 23 de febrero de 2011

Sin otra cosa

Durante la resaca blanca entre una breve interrupción de su gracia y la expresión que habitualmente los demás encontraban en su mirada, como la de un buen actor que se distingue por su viveza, la cremación de aquel sentimiento provocó su incapacidad para conmoverse deshaciendo la madera que estaba carcomida tan solo con tocarla. Convino llevando al efecto la fracción del estrago y la demolición que le correspondía haciéndose digna del castigo alcanzado, el pundonor revestido de amor propio. El truco o artificio que generó aquel amor fue efímero y perecedero, sin embargo, los errores tendían a mantenerse en el mismo estado, dando como resultado la aparición de un nuevo tono en sus sienes plateadas, obstinadas y adheridas como una mancha tenaz, germinando con cierta conmoción y asombro, mientras andaba tranquilamente por la reciente decoloración de la piel. Entre el cabello sedoso, destacaban invencibles y siempre victoriosos, los mechones entrecanos formando el oráculo en  la conjetura de sus recuerdos: siquiera sonreía cuando ella le miraba, pero nunca le miró solo ella creyó verlo; bien que intuyó sus guiños como mensajes disimulados pero tal insinuación no existió, solo ella estimó esa corazonada; ni tan solo se dirigió a ella para atribuirle su parte del delito, él jamás le imputó el robo, únicamente ella le acusó.

domingo, 20 de febrero de 2011

Desprovista de aguijón


Masticaba los alimentos con mucha parsimonia, la excesiva lentitud manifestaba la frialdad de su ánimo. Cenaron sin encender las velas, ese inaudito detalle importunaba aquel momento especial y único desdeñando la trascendencia que él consideraba que tendría en aquella relación. El resto de los elementos de la mesa estaban en perfectas condiciones: servilletas de tela, cristalería reluciente, mantel planchado, con un bajo plato, los cubiertos colocados en orden de salida, ella merecía todos los honores. En ocasiones los sueños promueven viajes que inician un estado de alucinación como el que produce un narcótico, llegando a playas solitarias y paisajes de avión hacía la consecución y disfrute de un capricho. Pero otras veces, pierden el rumbo se desorientan, conteniendo el mismo fondo de pantalla para todos los momentos, con idéntico semblante, un jersey de alpaca que parodia el anhelo, una camisa blanca enloquecida por el ligamento. Desde donde estaba sentada podía ver la calle, el tráfico y los peatones mientras circulaban y caminaban por las aceras lamentando las ideas que requebraban su imaginación. En ese instante, mientras reflexionaba el cielo comenzó a tornarse rojo como el fuego, resplandeciendo con una luz más intesa entre nubes ensortijadas. Siempre concibió por meras apariencias y sin fundamento, que la madurez iba asociada a una cierta resistencia y privilegio que eximían de visibles penas y cargos, carente de toda tentación y por ende, de una invulnerabilidad extraordinaria, má allá del bien y del mal según Nietzsche. Pero pensar que su madurez era invulnerable equivalía a expresar que alguien no puede hacerse daño con una sierra eléctrica simplemente porque era madura. Y sin deslucir los sonidos junto con los términos, mudando el sentido y concepto que representaban las promesas y la oratoria de la razón, contra la fuerza de su voluntad y de los clamores que rugían en su cacumen, su boca se transfiguró en légamo, arrastrando su ilusión por el fango, desprendiendose de la pulcritud que llenaba su ansia.

jueves, 17 de febrero de 2011

Ineducada





Aprendiendo a columpiarme encontré estas ideas que por su elasticidad y porosidad se pueden aprovechar haciendo que tomen consistencia tal como esponjar un pastel. Todos los huecos y orificios que presenta la masa horneada con harina y levadura entre los ingredientes principales, para adquirir esa textura esponjosa, hinchada y mullida, evitando su apelmazamiento, requiere que la tahona o en su defecto, el horno esté bien caliente y que no se abra en los primeros 20 minutos. Y así se consigue un sobroso pastel que en su cumpleaños no disfrutó, por tanto estaba obligado a hacer algo para compensar las ausencias, sin indulgencia de no aparecer, señalando con claridad para que se expongan sus labios hambrientos, el aroma a jabón barato y la cama del tamaño requerido para esa ocasión. Puso un precio a los afectos colocando su mano entre los muslos teniendo inmediatamente noticias del lienzo corpóreo que se extendía en el altar, situando la hostia y el cáliz. Y a pesar de la falta de ambiciones, así se veía calata frente a él rozando y tocando su cuerpo, acariciando su espalda, pellizcando pequeñas porciones de su piel para comprobar que era real no otra más de las muchas imágenes sugeridas por los sentidos que carecía de verdadera objetividad. Así comenzó a des-educarse, a pervertir y malcriar sus escasos conocimientos y a torcer el adiestramiento personal.

martes, 15 de febrero de 2011

Latido del corazón

Y allí estaba, como un muñeco inmóvil al que se le acaba la cuerda, con la distancia justa a la que llegaban sus brazos a la cadera, al arbitrio del ágata de color amarillento que custodiaba el ojo del huracán convertida en la parte central de la historia de su peinado, que el viento se encargó de revolver y agitar sin pasar y mantener la vida. Desde pequeña aprendió a poner caras cómicas y divertidas justamente en el instante en que se oprimía el obturador, sintiendo la química del destello mediante el flash provocando una boca sonriente, unos ojos bondadosos, para que el intelecto, fotógrafo de la ideas, completara poco a poco su colección personal, el álbum individual que nunca se ocupa totalmente. En aquella fotografía se servía de nuevo algo rutinario, sin reflexionar ofreciendo una visión que en ningún momento de su vida volvería a existir, fijando la realidad de ese instante que el paso del tiempo no lograría transformar. Delgada, sutil, retraída, llena de ilusiones y con todo el tiempo por llegar, preparándose para el futuro, la fotografía capturaba su vida, desde su silencio, su particularidad y diferencia hasta seguir con sus lunares esparcidos por los montoncitos de carne, en el brazo izquierdo, en la pierna derecha, la cicatriz en su mano izquierda. Con diecisiete años terminando el curso, la imagen bizarra nacía real y directa como reflejada de un espejo, unificaba su espontaneidad y movimiento con la posición estática y permanente del puente romano que se contemplaba al fondo. En el vórtice de personas que cruzaban de un lugar a otro, la reproducción de su figura se mantuvo inalterada y en aquella línea divisoria se detuvo, parándose a considerar la envoltura que la cubría considerándo la excesiva pequeñez. Así fue como cesó aquella etapa de su vida. Cautivada por su nuevo revestimiento, intentó captar la fascinación y el espectáculo de lo que se encontraba a su paso.

sábado, 12 de febrero de 2011

Limpieza en seco

Necesitaba respirar y tomar el aire suficiente para oxigenarme sin la exigencia de estar 50 ó 60 minutos esperando a que alcanzara la máxima expresión, al igual que el vino. Por tanto, mientras limpiaba el polvo abrí las ventanas, logrando así que las partículas menudas y deshechas de la tierra las empujara el aire. Esta vez no pasé el dedo sobre la zona del aparador a limpiar, comprobando el surco oscuro que se deja ver, como el tiempo con el que se cuenta para vivir, arañando lo que resta y marcando la oportunidad de un instante. De pequeña me gustaba dejar marcas en los muebles, en los cristales de las ventanas cubiertas por la condensación del vaho, sin pretender el conocimiento de su significado, sin corresponder solo aspirando a percibir el movimiento de mis dedos mientras las palabras dirigían la mirada y el lenguaje. Y ahora ansiaba dejarme llevar por la corriente que los dedos desprendían a cada trazo reflejado, como cuando subes los remos y cierras los ojos, para más adelante abrirlos solo con la codición de encontrarte en otro lugar y otro tiempo, intentando creer de nuevo: esto serán los fenómenos y sucesos inexplicables que no se sabe muy a quien atribuir. Pero claro, llega un momento que hay que dar otro paso y continuar limpiando la vitrina, olvidando el litoral donde se deja de pertenecer a la dotación de un barco. Aunque de sufrir un hundimiento en una alberca o depósito de agua, nunca sabría cuanto líquido conseguiría vaciar. No tengo muy claro qué tipo de cuerpo confuso aparece.


jueves, 10 de febrero de 2011

Seda negra

La gimnasta lanzó la pelota al aire, hizo dos piruetas y la recogió en la última voltereta. Su profesor le enseñó a escribir la danza creando distintas estructuras en las que se sucedían los movimientos que le acompañaban desde hacía muchos años. Pero el tiempo de la fruta estaba cerca, pasaron las flores y ahora se acercaba la maduración propia de una mujer que dedicó toda su adolescencia y crecimiento a observar, a ensayar y ejecutar toda clase de oscilaciones, giros, rotaciones y dobleces destinadas a la pasión por la que se entregaba en cuerpo y alma. Y con la pelota en la mano, mientras se dirigía al vestuario recordó los tres verbos que su profesor le recordaba: hilar, devanar, aspar. "Estas acciones suman el proceso completo de transformación de la lana recién cortada hasta la madeja con que luego se puede tejer. Primero se hila, luego se devana y finalmente se aspa, lo que añade ciertos compartimentos: cada uno que se ocupe de lo suyo que de lo otro se ocuparán los demás". Más que insolidaridad de aquella expresión, lo que apuntaba su instructor era definir con claridad los respectivos papeles de la pupila y el rufián en el negocio que entre ellos llevaban: haga cada cuál su oficio. Él lo tenía claro, no continuaría con sus entrenamientos, conocía a la perfección cuando una persona está terminada,  a pesar de que ella se resistía a captar el sentido de sus palabras. Y entonces, al abrir su taquilla encontró un pañuelo de seda negro. En un estado lamentable enfrentró su alma vacía, sin esperanzas, sin saltos, sin sonidos, sin vibraciones del altavoz en un concierto de rock, su danza ya no significaba nada, la escritura de la música estaba falta de notas y las coreografías no batían los ritmos que ambos llegaron algún día a componer. Recibió las sensaciones que tanto negaba y solo deseó que en cierta ocasión poseyeran los tableros del redondel.

lunes, 7 de febrero de 2011

Regalo venerable


Su magia pululaba como el movimiento de la rueda en el juego de la ruleta. Mientras ella se percataba de la quietud de su cuerpo en la lejanía, a la vez recibía un desbarajuste de documentos que revolvía el castillo de naipes que día a día levantaba de sus intenciones, asumiendo la posibilidadad de que decidiera  detenerse en un punto al azar de aquello que recapitulaba en torno a las cuestiones principales. Y el día elegido para que él asistiera brevemente en calidad de posible y no de acto fue la mañana que sin poder levantarse e ir a trabajar,  permaneció en la cama con un buen resfriado provocando fiebre, dolor muscular y un cansancio extenuante. Con el bote abierto de Vicks VapoRub, a pesar de las advertencias y la dificultad para adquirirlo en las farmacias, el bálsamo descongestionante a base de mentol le recordó imágenes asociadas a olores de su infancia. El helado de vainilla en verano cuando paseaban por la ciudad con sus padres y hermanos, el olor de la pasta de dentífrica con flúor de la abuela y entre tanto, apareció el olor que ella destilaba cuando volaba cerca de él. Aquel perfume de Cacharel fue todo un hallazgo, aún archivaba en su mente su cara embelesada reparando y advirtiendo aquella fragancia,  sin saber que  algún día  en el lugar menos esperado,  interpretaría en una nota concisa y lacónica la misma sensación. Y de él, ¿qué olor guardaba? En ese momento, solo apareció un gesto que alargaba ligeramente los labios a lo ancho de la cara al evocar la única ocasión en la que rechazó detentar ilegalmente estar cerca de él y olisquear levemente su intimidad.  Nunca tendría oportunidad de rastrear su olor, de identificarlo y tomarlo, malogrando un halo de misterio y encanto que no admitió y se resistió a engullir, como un aliento nutritivo y enérgico que sustituye cada letra por la siguiente en el alfabeto.





domingo, 6 de febrero de 2011

¿Estaba segura?



Se acercó a ella, ambos sintieron el impulso y mirándose le dio el primer beso, sin fuerza, sin descaro, como el relente de una noche húmeda y calmada. Así fue el beso que percibió antes que otra emoción, otro gesto y otro asterisco escondido en su cuerpo. Aquello la dejó algo mohína, sobre todo porque el presentimiento que deseó albergar al acudir en su búsqueda para concurrir con él, no experimentó el hechizo que la subyugaba. Entonces ella le preguntó "¿me amas todavía?" y, él contestó "¿y tú que piensas?". De modo que inició su razonamiento. ¿Realmene era indudable y estaba segura de su amor? Con el paso del tiempo habían perdido terreno en común, la isla que compartían menguaba por trimestre y las palabras que canjeaban por ligeras caricias desechaban el apetito y la atracción. Intentaba escuchar su voz para mantenerla en on, al igual que conservaba todos sus dibujos infantiles del colegio pero la atención, la memoria y la emoción que guardaba de él, no jugaban en el mismo campo. Consideraba el rastro marcado en el suelo que dejaron atrás sus zapatos pero en esta nueva época le salió un clavo y no podía calzarse, le resultaba poco probable que aquel amor fuera irrefutable. Sin embargo, ahí continuaba sin moverse, atrapada y agarrada por sus brazos y, cuando alcanzaba desprenderse se concedía pequeñas zancadas para más tarde reincorporarse en su tarea amorosa, conservando cierta prudencia, tal vez mirándose.

viernes, 4 de febrero de 2011

Aquel tiempo


Al sonar el despertador cada mañana se rehacía tal como una prenda de vestir al volver los puños de una camisa al derecho y así reanudaba sus días lectivos, era ella, con su verdadero nombre, con la seguridad que le proporcionaba sujetarse a la cuerda de la rutina, sosteniendose en el apoyo de las garantías de que algunos de sus planes se cumplirían. Ya en el trabajo a media mañana, rodeada de toda clase de personas, con la sensibilidad a flor de piel y alimentándose de la piel de otros y de su bondad, la danzante idea singular que colonizaba su mente era cometer un error. Si, ¿por qué no?, perdería el tiempo malgastando sus ocasiones. Y esa decisión no la asumió por encontrarse a tiempo completo con aquello que le satisfacía y la capacidad de conocer el tiempo, sin necesidad de esperar el momento oportuno para hacer algo. La variable de pasar el tiempo amando, actuando de la manera menos oportuna, disfrutando de un error bien hecho y suponiendose amada a pesar de la punzada y sabiendose inútil, conciliaban las diferentes doctrinas que invadían la moral aceptada. Por tanto, dedicar aquel tiempo muerto a sus palabras, a sus expresiones y a la imagen creada por sus fantasías era toda una sensación placentera, como la de los niños que juegan en un arenero abriendo muñecas rusas y surgen más.

Y hoy que de amores ya no tengo tiempo,
amor de aquellos tiempos, cómo añoro
la dicha inicua de perder el tiempo...

Renato Leduc

miércoles, 2 de febrero de 2011

Deletrear

Se asomaban a la claraboya como si tuvieran en la mano un oftalmoscopio para hacer una exploración del fondo de ojo y sin embargo, uno y otro proyectaban una gran frialdad y férreas miradas con displicencias. Y con aquel conocimiento por parte de los dos, ella se atrevió a confiar en el secreto oculto ante los demás. Sin llegar a morder el polvo, porque nadie lo merece, sus objeciones sucumbieron ante las peticiones que creía entender y las quejas de los heridos que se oían desde lejos se desvirtuaron en las entretelas del deseo. Esa complicidad se alimentaba con la trémula exhibición de un atuendo considerado indecente y una animada demostración pública de la reserva que durante tanto tiempo permaneció callado y silencioso. Y mientras se desnudaba, le gustaba pensar en los suspiros mentales que él aspiraba. A su vez, él aplicaba su valía en verbos, adverbios y sustantivos para exteriorizar la forma que tenía de pasar los días, sus aficiones y principios, provocandole con su forma de vestirse y de moverse. Y las noches mudaban a la Fiesta de la Candelaria, puesto que si cualquier astro fuera estrella, satélite o cuerpo celeste, se prendía era porque alguien en ese momento miraba al cielo y anhelaba su existencia, pretendiendo que el dolor fuerte desapareciera al ver las estrellas mientras respiraba con intensidad y ruido.

Ahora no estás mal, eh?
A que ya no tienes miedo?
Oigan si encienden las estrellas
es porque alguien las necesita, verdad?
Es indispensable que todas las noches sobre los tejados
arda aunque sea una sola estrella.

Vladimyr Mayakovsky

martes, 1 de febrero de 2011

Algo

Con el tiempo tuve por cierto que los hipotéticos recados de voz pasiva que encontraba en la hornacina de aquel muro en los que se concentraba mi vista, era un cortejo lento, mesurado y distante. Te entretenías en ocultarte entre la ropa sucia, como la biruta que salta al frotar el cepillo y la lija de la madera seca, en dejar un asiento vacío en la sala de cine atestada de público después de haber pagado la entrada. Creí encontrar un paso subterráneo para establecer algún tipo de comunicación contigo, pero era demasiado artificial, la mano del hombre tiende a alterar y modificar todo el medio. Tus pasos eran evidentes: la dinamita que utilizabas para volar las entradas que con tanto esfuerzo horadaba en las paredes más finas y el desmoronamiento de los boquetes hechos con barrena daban fe de tus huellas. En ocasiones dejaba una tea para alumbrarte el camino pero tú ese día decidías no pasar o bien la apagabas con un cubo de agua. Tal vez haya aprendido a fantasear con tu imagen borrosa antes de dormir pero no calcules en exceso llegando a convencerte de que eres muy importante en mi vida. No sostengas que mi amor rodeado de palabras es solo para tu alusión y mención. Ni tan solo te recrees en que mi buena o mala voluntad está dirigida a invocar tu presencia en las inauguraciones. "Octava nube o noveno cielo apartes algún día el cuerpo será un hecho suficiente".


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