"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

lunes, 30 de mayo de 2011

Impronta



Al igual que las rodillas marcadas de la infancia, hay acontecimientos que dejan señales muy profundas por muchos años. Especialmente la impronta de receptividad que proporcionan los primeros recuerdos: el primer paseo en bicicleta, el día que eché a ver el mar, el primer trayecto en avión o la primera exaltación causada por la embriaguez. Aquella melopea inicial fue comparable a asistir al concierto de Bob Dylan ante el Papa, vestida con jeans desgastados y una camiseta blanca de manga corta. Y así descubrió las personas alojadas en su interior, con disposiciones recónditas como una artista sin igual y a la vez, sin un apego rayano. Una de sus facetas estaba ebria y cegada por la pasión y la otra cara de su edificio presentaba una portada gótica,  desvelada y empapada en pasteles bañados en licor, celebrando con risas la alegría de la cerrazón por la torpeza de comprender al otro de sus yo. Drenando la funcionalidad, los rasgos y los convenios aprendió a acompañar las raciones de cada uno de sus fracciones, satisfecha de las cartas que se involucraban en la intriga. Y para no llegar a considerar la separación, selló la alusión más recia: el primer amor y por ende, las aguas negras en las que se impregnó siendo bien pequeña, al enamorarse de uno de sus compañeros de instituto. Pero luego se perdió en las vueltas de la vida, pese a que continuó porteando por el precio convenido en su mención permanente. Y al abrir la botella de zumo de manzana contaminada con excrementos de venado, falleció su faceta más gamberra.

sábado, 28 de mayo de 2011

Vida en el desierto



 Durante el tiempo que clamó en el desierto, intentó persuadirle en vano, acerca de la posibilidad de ver los satélites desde su propia casa. Dependía de él acompañándolo continuamente, bien que mantenía en aquel resumen a modo de poeta que vive a través de su obra, encajando la cesión de la renta a condición de la pertinente devolución, los fondos de su biblioteca estaban sujetos a préstamos. Pero ella también precisaba encarnar sus ideas tomando forma real, reparando el tejido herido cuando va sanando, a la vez que sentir como acudía su satélite particular. Por su parte, trataba de dirigirse al lugar de encuentro, entre tanto desperdiciaba sin tardanza el trance que singularizaba subjetivamente las palabras que implicaban el efecto que pretendía conseguir. De esta suerte sondeó los sensibles infortunios ajenos, en el tiempo que trenzaba el esparto entre márgenes amarescentes dando la vuelta a la hoja del libro, al igual que Platón dió el punto de partida para buscar la Atlántida, abandonando línea a línea las palabras interpretadas como flancos rotos. Y al encerrar las palabras entre señales, recordó que disponía de las suficientes amarguras, aflicciones y trabajos aguardando, sintiendose ella misma. Ahora bien, lo que implicaba experimentar aquellas impresiones, teniendo conciencia de su particularidad es lo que le sucede a una retina enrojecida, un dedo contagiado o un diente cariado, su incomunicación era un achaque habitual, especialmente en la vejez. Por tanto, postulaba un espacio imaginario que actuara como el reino de los sueños, donde la órbita descrita por aquel astro mezclara sus cuerpos entre los gozos a la patrona de su aldea y el quebranto de los puentes por quemar, sin llegar a cruzarlos.

jueves, 26 de mayo de 2011

En la cala

                                                          Mariano Fortuny


En el mismo tiempo que batía aquella pieza de metal hasta reducirla a chapa, intentaba rehuir a cierta trivialidad del aboroto callejero frecuente y habitual de aquel pueblo. Pese a que busqué el sosiego incompleto, examiné todas las calas de la costa recorriendo con su coche las calzadas separadas y tórridas de la autovía. Me aficioné a viajar en verano con su cercana compañía, aunque no pretendía que fuese un árbol respiratorio ramificado por los bronquios en un terreno sin explorar y cultivar. Durante aquellos momentos dejaba las llaves y el auricular en la bandeja del coche y advertía en la distancia, manchas oscuras como orangutanes de cuerpos robustos con brazos y manos más desarrollados que las extremidades inferiores. Tenía su amistad sin aprovecharme de él, comía de sus frutos secos, de su conocimiento sin jugo, mientras mis ojos centelleaban de emoción y de un interés biensano cuando él me ofrecía una presencia de ánimo, tranquila y serena chapando una verdad contundente. El armazón y el cristal del coche se convirtió en el proyector de imágenes que él intentaba mostrar mediante las representaciones mentales relacionadas con su realidad. Ajustaba de un modo perfecto, el cambio en la dirección, tanto de luz como del calor que soplaba del ocaso, entretanto me sentía tremolar entre sus banderas. Descorrí los intersticios que mi mente requería para recusar que el crepusculo entre luces, acabara despareciendo, tratando de despedezar el recipiente de cristal con el que los egipcios usaban la clepsidra para medir el paso de su tiempo.

lunes, 23 de mayo de 2011

Marcella

                                                                     E. L. Kirchner


A Marcella, con su vestidura verde y sus confines como último término a que alcanza la vista, le dolía escuchar baladas suaves y melodiosas la tarde de aquel domingo electoral. Ella, que no era crédula ni inocente, se encontraba en la sala de embarque de pasada, por poco tiempo como un alto en el camino. Mientras apreciaba la ausencia de su alejamiento que interpretaba a modo de desafío, desde su sofá verde con un gato blanco acurrucado a sus pies, desatendió las peticiones que le llegaban de su próxima cita: me cautivan tus fantasías y ensoñaciones. Se esforzaba en apartar esa sensación, esmerándose con sumo cuidado y atención en idealizar la falsa realidad que habitaba, pero había alargado aquel nudo a base de ensayos y adiestramiento, mediante diferentes impactos, ondulando su cuerpo como el trigo entretanto corre el viento, con la tirantez del estómago. Y Marcella dejó de ser tierna. Sus ambiciones individuales languidecieron y los designios a los que obedecía se transfiguraron en una escopeta de postas. Tal vez con el tiempo, aquella bala pequeña de plomo se convertiría en un proyectil mal encaminado. En contraste, una mirada cargante de anhelo cruzaba por sus ojos, allí donde la quimera más elegida abrumaba el aderezo del distribiudor, a la vez que consideraba como triturar la inspección.

jueves, 19 de mayo de 2011

Referentes visuales

Russ Mills

Mientras aplicaba el oído, con cierta equivalencia al voyeurismo pero sin alcanzar la audiolagnia, a las aclamaciones de aquellas muestras de entusiasmo entre voces y aplausos, en medio de tiendas de campañas, el cartero comercial desde el portal, le ofreció un envoltorio singular: un día de regalo, una fecha que no esperaba y que se exhibe por azar, entre otros encabezamientos del repertorio. Había nacido en año bisiesto, como Paul Celan, bisiestos segundos, bisiestos nacimientos, bisiestas sensaciones, bisiestas asistencias. Aquella carta blanca le proporcionó la facultad de obrar a su entera libertad: perfilar los colores de sus sueños. Los matices de intensidades así como la ideología de los pigmentos, provocaron cierta alteración en el material de coloración: la desdicha se descubrió púrpura, con una dignidad retorcida y áspera como la concha de los moluscos marinos. La abulia que incapacita a las decisiones, se descorchó a modo de una esmeralda lozana. La casa del difunto, del que pendían colgaduras negras, se adornó con el traje blanco de novia. La oscuridad de la confusión se iluminó con sustancias ambarinas, entre las que flotaba por el mar un "espera, no te vayas todavía, aún es temprano". Atezado y cetrino por la pasión de ánimo, el sol de los latinos abocaba la artillería del alborozo y el regocijo ante la concesión de su premio. Todo ello, mientras agregaba agua a la arcilla rosada y crecía su predilección ante un café cortado. Entre tanto, proyectó colores sobre las personas cacheando y registrándoles, intentado proporcionar los indicios de la gama de ocasiones.

domingo, 15 de mayo de 2011

Comiendo una chocolatina



Al adentrarse por aquel ramal que conducía al refugio de los montañeros, el médico de la aldea con su semblante abarquillado esparcía de su corazón el efluvio hacia su amiga del alsa, infundiéndole sentimientos decorosos dañinos en un ambiente nocivo. Estaban tan envenenados uno del otro que sin preparación alguna y con los medios que disponían en ese instante, alcanzarían a malograr el tiempo que tenían carente del desarrollo esperado de aquella cosecha. Ese campo Eliseo único y perfecto haría que llegaran a ser algo distinto de lo que representaban, transformando su deseo en una dolencia cardíaca desmesurada. Se fueron acercando al fuego mientras que no había nadie que realizara las fechorías que cometían solo costeadas a remar en galeras reales. Necesitaban sentir la remisión de sus pecados pero el recorrido hacia el refugio prohibido sería ineludible, perdiendose en el trayecto accidentado. Portaban el edén como una serie de eslabones enlazados entre sí, con el condicionamiento de regar todos los días las plantas sin llegar a liberarse de aquella cadena. Entretanto, fijaban la vista en aquel lugar idóneo marcando los fines, como en un estanque de carburante en depósito para su exposición y venta. Completamente despoblada permanecía inmóvil aguardando el anuncio de su aparición sin ninguna antelación, tan solo era el capricho que gravitaba sobre los filamentos de cobre en los que se posan los pájaros. ¿A cuanto ascendía la conciencia, con la inclusión de la excarcelación, en el momento que él se congregaba dispuesto y llegaba con su mano, sin asirla hasta la golosina?

martes, 10 de mayo de 2011

F. in promptu



Después de pasar varios sábados por la mañana colocándose delante de él para singlar,  en la parte anterior de su torso, una vieja película señera dominaba la llanura de su pensamiento. Se avezó a destilar las imágenes de aquellas cintas de cine negro que levantaban su castillo con toda clase de dramas, peligros y glamour imaginable, aportando a su orbe magia, aventura y misterio. Aspiraba los recortes de su melena mientras el empedrado adoquinado le encarrilaba hacia la fortaleza de su privacidad, protegiendole de cualquier intromisión. Sin exposición de cualquier tipo de manifestación pública, sus secretos se mantenían a salvo de aplausos en los que prorrumpía la concurrencia. Todo este cometido comprometía una cierta carencia de compañía, una soledad retirada de sus amistades reptando entre sus fábulas y simulacros. Y en aquella nueva descripción inventada, planeó no sacrificar al personaje cinematográfico que tanto le privaba: <soy tuya>, afinaba sin carraspear antes de abrir el micrófono para comenzar a hablar.  Y él era hábil, con la experiencia suficiente para penetrar en su tremenda gusa y notarlo en todo su cuerpo. Soportaría lo que pasaba en su mente puesto que era lo que más le atraía a pesar de que zigzagueaba por un puerto y en cualquier momento se podría caer de la bicicleta.

viernes, 6 de mayo de 2011

Conocerte



Habilitó una sala reservada donde convergían pinturas y cuadros de desnudos que tropezaba con la moral victoriana que le rodeaba, sobre todo cuando su entorno condenaba de un modo hipócrita, cualquier hecho relacionado con el sexo, entre tanta gazmoñería en las costumbres. Saludando a la luna mientras despuntaba las primeras luces del día, desde el lunes hasta el viernes, él pasaba de incógnito simulando una danza criolla de tan  solo una pareja, ocultando sus ojos bajo unas gafas de sol aviador. Su cabello rizado en la parte superior del cacumen y aquel peculiar corte de pelo a rape en los laterales, conservaba un volumen natural y el reclamo suficiente de ave amaestrada que atrae con su canto y sonrisa. Y al bajar la mirada, su prenda interior de punto, ajustada y sin cuello, colocada directamente sobre su cuerpo y otras veces bajo su cazadora, atizaba la silueta de su figura mientras dibujaba los perfiles de sus manos. Y entonces, pudo escuchar su voz. Mi dicción se mostraba sucia y defectuosa, como una segunda voz que acompaña a una melodía entonándola entretanto atendía, la llegada del sonido fricativo que rociaba como gotas menudas de agua. La tersura y el reposo de su voz, acicalando las silabas trabadas, aderezando los sonidos que cargaban la pronunciación, refrescaba como brisa marina el hálito del pañuelo que impregnaba la sala donde reposaba.

martes, 3 de mayo de 2011

Calografía



Al divisar tanta comida en la barra sintió como si un mago le escamoteara un par de palomas y un conejo, enmascarando su manducar con inapetencia. No soportaba que palparan la comida con las manos, si bien alguna vez había sentido ese deseo anormal por alimentarse a modo de un asturcón en un pedregal salvaje. Pero ese día de otro partido del siglo, al examinar a la escultura del cocinero acentuado y erguido sobre el estribo de un escalera de color, devorando atropelladamente espaguetis sin masticar, anticipó el anuncio de la resistencia natural, la incompatibilidad del organismo hacia el tejido transplantado: su corazón. Repasó el conjunto de platos, la carta del día, sin embargo no cumplió las condiciones exigidas para celebrarlo con un buen atracón. Y así, analizando el orden de las palabras del menú expuestas en el tablero, con un palabra tras otra inclusive la última, finalizando con un puntada en forma de nudo, descansando del que habla y del que escucha, se encontró con ella misma. Fabricaba percepciones, sentimientos, lamentos y conjeturas para distraerse, componiendo cualquier entidad interesante, tanteando identificarse con uno de los posibles significados, mientras presentía la falta de obligación y autonomía para consumir las palabras.

domingo, 1 de mayo de 2011

Descolgarme de ti


Al introducir la llave en la cerradura notó cierta dificultad para clavar el llavín en el cerrojo, percatándose que la llave alojada en el interior del cierre tenía preferencia sobre la que ella sujetaba. Intentó abrir con una tarjeta de crédito, ya que no disponía de un trozo de vinilo en ese momento, pero el pasador no cedió. Sentarse en el escalón del soportal, mientras escuchaba los perros en la distancia y los aviones sobrevolando hacia el aeropuerto, hacían la espera más llevadera. Y durante ese fragmento breve de tiempo en el que sus codos estaban asegurados encima de sus piernas y su cara defendida entre sus manos, pensó donde custodiaría y conservaría los puestos de periódicos, las argucias y jugadas falsas que se hacen para apabullar y sorprender. No supo en qué registro de su memoria inscribir a los errantes temporales con los que hasta entonces había juntado sus copas para brindar. Entre tanto observó como un puntero láser iluminaba y apuntaba un avión que pasaba por encima de su cabeza. Los punteros ya no solo irradiaban y esclarecían las estrellas en la noche oscura, ahora alumbraban los aviones produciendo un destello luminoso que podía desconcentrar, alarmar y cegar al piloto en el momento del aterrizaje. Destapó algo irreverente, todas las invenciones y novedades descienden del cielo y se posan en nuestras cabezas. Tal como los especialistas, la distinción y el procedimiento, los patrones, el obrero y el menestral, la virtud y el talento para expresar lo material e invisible y, ahí apareciste tú, alcanzando el término de tu desplazamiento. Luego proseguiría con aquello más privativo de ti, tu certificado de penales junto con tu retentiva desfigurada. Era muy llamativo, como un ruído, una estela de luz y el panorama general de una calle, tronaban en la inconsistente cara exterior de la crónica, apoyada en los postes de un porche del extravío.