"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

S. Choabert
viernes, 29 de noviembre de 2013
Última tirada
miércoles, 20 de noviembre de 2013
Maravilla de un solo éxito
Ante el aparente mal popular, cuando cierro los ojos pienso en tus palabras de poeta como la enfermedad folklórica de One-hit wonder: "qué grande es el amor sin esperanza". Rodeada de puntos que brillan, el bajo del cielo se desprende ante el adlátere de la fortuna frente al único semblante del éxito musical de tu mainstream poco innovador. Sonaste en todas las partes de mi cuerpo y a todas horas, solo que no volví a servirme aquella sopa de letras con versos pegadizos mientras declamabas a Lorca como nadie. Retocaste la misma canción explorando mi realidad llegando a modificar la vieja balada hasta hacerla más romántica, con el propósito de caminar delante de mi pasos de pájaro para decirme lo que no soy. Esta noche, el grunge sucio saqueó mi memoria y antes de arruinarme las horas más oscura, vino a decirme hasta donde debo acompañarte y decir adiós.
jueves, 14 de noviembre de 2013
Puentes reverenciados
Punteo puentes para que la sombra de tus alas acaricie la rampa de lanzamiento desde donde proyectas los nudos que te elevan hasta mi. Desde el andarivel, saltas con agilidad por encima de mejanas y caceras como si de trapos intactos se tratara, en el ínterin marco parajes donde la charla sea una coreografía innovadora. Marco señales de caracol en la pasarela, sin dejar de pintarme la boca, para que bailes agazapado bajo mis torpes pies antes de escabullirte por la articulación artificial que te une conmigo. Con disimulo, los pontones van cobrando vida en el momento que las raíces de mi suelo se empeñan en agitarse en torno a la humedad de tus pasos y así van creciendo hasta formar un puente por el que camino entre el cielo de tus suspiros y la tierra de tu fuego. El puente al infinito marca el final del camino donde tus manos de fuego al notar mis labios, me conducen a ese espacio indeterminado donde se queman todos los papeles.
miércoles, 6 de noviembre de 2013
Relatos del jueves. Atrápame a esos versos, en versos...
Una
fantasía blanca
y
carmesí. El pinar blando
prende
el verdor goteante
de
un oro granate y mágico.
La
aurora viene de frente,
las
alondras sonrojando;
del
ancho de todo el monte,
entra
el mar un viento claro
Juan Ramón Jiménez
Y ya que las ideas se suceden al aparecer la luz de la jornada, las creencias generalizadas a detenerse en los detalles de los árboles complica la posibilidad de unir los regatos que confluyen en la gran corriente del río. Ninguna vez se quedará el amanecer sin proyectos porque en la maitinada la música que se respira, se vive y se representa no derrota al esqueleto humano que aparece en el anverso de los sueños bajo la feroz amargura de la crueldad. En el primer clarear, las casillas del formulario han de cumplimentar el único alibi que nos excusa de la espantosa cimera con la que descansamos en la pobre yacija que nos protege de la opacidad de la noche. Como dice Nicanor Parra, es preciso enterrar las manos en la sombra para abarrotar de luz el momento justo al empezar el amanecer. Y ante este poema arrítmico y adocenado, el esclarecer de wólof, que no solo se habla en Senegal y Gambia, desvela a todas luces que el optimismo y la ilusión nacen cada nuevo día.
Más amaneceres en la playa de Valaf
domingo, 3 de noviembre de 2013
Donación de palabras
Encontró un suplemento semanal entre 120 y 150 palabras que sumadas a la prestación intelectual, contribuía a mantener la resistencia diaria con la que inclinarse en el borde de su modesta vida. La formalidad ante la donación exigía llegar a las 20.00 h al laboratorio eventual, sentarse una silla de madera fresno con asiento y respaldo en piel blanca situada en el salón, someterse a la observación y sabiduría de un velo experto sobre el misterio que el ancho mundo ofrece mientras entreabría la boca al visto bueno de los entendidos porque las nuevas palabras no representa ningún sandez, habiendo pasado más de 96 horas entre una punción y otra. Había ocasiones que tenía que rellenar un pequeño cuestionario para determinar si era una buena candidata para donar palabras. Tras una hora de picotazos como hormigas, salía de la montaña encantada con los dedos manchados de ceniza. Después de varias visitas al lugar, aplicaba la normativa establecida en el laboratorio clínico sin que su alma cayera profundamente: si lleva a un donador primerizo le pagaban con otras 120 palabras. Y ahora estaba allí, vestida de simbolista, dando vueltas como un buitre ejerciendo la misma función que un donante de sangre en el hospital de sugerencias y evocaciones.
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