Sus conocimientos se fueron sedimentando, como el azúcar en el fondo de una taza de café turco, para más tarde leer los posos de coffee. En esa ocasión el augurio desplegó un presagio favorable: era más que conveniente descerrajar el freno mientras volaba llevando colgado de sus garras pedazos de las algunas sabandijas halladas por su camino, entretanto los engullía para regurgitarlos a sus camaradas. Y en ese instante apuró la fantasía para orientarse hacia la puerta trasera de la estampa que representaba su cabeza, a la vez que retaba al tiberio organizado en la calle que se divisaba cerca de la orilla de las huertas. Como el aullar de los lobos a la luna sintió un continuo plañido que le desollaba las manos al asimilar que, la trabazón con sus insinuaciones atadas a otras alusiones se zafaron tal que un delicuente de la policía. Así, andando por la senda de la calle sin acera, arrimada a las casas, fue emplazada a los recuadros que formaban aquella historia gráfica. La limitación de aquellas líneas negras que representaban el mínimo espacio y tiempo significativo de su historia convertían en símbolo el comic de su propia narrativa. Al cambiar el orden de la lectura de las viñetas de derecha a izquierda, los sentimientos y recuerdos quedaron cifrados empeñándose en codificar sus certidumbres. Aquel lenguaje elíptico que no expresaba todo lo que urdía su cabeza, analizaba el beneficio de la generalidad, debiendo suplir los tiempos muertos de cada ilustración en un proceso cerrado y deparando cercar las imágenes del pasado.
"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

S. Choabert
sábado, 30 de julio de 2011
miércoles, 27 de julio de 2011
Efigie
Lucien Freud
Su petición a veces se movía hacía otros parámetros, adquiriendo la naturaleza de ruego humilde y sumiso: "te pido que sorprendas, perturbes, seduzcas y convenzas". Con aquella franqueza figuraba su realidad, como las nubes disponen y perfilan una cara, calando en su interior mientras escarpaba su talla a modo de un desbastador de madera. En una remota vaguedad, ella se miraba en la luna convexa que él reflejaba, como los espejos de los aparcamientos permitiendole ver la imagen supletoria que su personalidad le prometía. Y así, ella se sentía poderosa como Perseo tras robar el yelmo de la invisibilidad de Hades. La interpretación de su individualidad se volvía una progresión de apariencias constantes rechazando lo que veía para empecinarse en lo que era realmente, una diversión para aglomerar diversos efectos especiales así como meter los pies en el fango al cruzar por aquellas aguas. Logrando gestar de ese viaje un tegumento de tacto aterciopelado tal como una historia fidedigna. Meditar sobre la objetividad de sus palabras, le asistía en una supuesta obligación de creer aquello que percibía a diferencia de lo que creía divisar escondido entre sus palabras. El fruto de aquel grado de letra, mayor que el brevario y menor que el de lectura, eran palabras patológicas, en ocasiones saludables, acariciadas por una luminiscencia aguda visible unicamente en la oscuridad. Sus ojos iconográficos reseñaban el confín de sus palabras.
Su petición a veces se movía hacía otros parámetros, adquiriendo la naturaleza de ruego humilde y sumiso: "te pido que sorprendas, perturbes, seduzcas y convenzas". Con aquella franqueza figuraba su realidad, como las nubes disponen y perfilan una cara, calando en su interior mientras escarpaba su talla a modo de un desbastador de madera. En una remota vaguedad, ella se miraba en la luna convexa que él reflejaba, como los espejos de los aparcamientos permitiendole ver la imagen supletoria que su personalidad le prometía. Y así, ella se sentía poderosa como Perseo tras robar el yelmo de la invisibilidad de Hades. La interpretación de su individualidad se volvía una progresión de apariencias constantes rechazando lo que veía para empecinarse en lo que era realmente, una diversión para aglomerar diversos efectos especiales así como meter los pies en el fango al cruzar por aquellas aguas. Logrando gestar de ese viaje un tegumento de tacto aterciopelado tal como una historia fidedigna. Meditar sobre la objetividad de sus palabras, le asistía en una supuesta obligación de creer aquello que percibía a diferencia de lo que creía divisar escondido entre sus palabras. El fruto de aquel grado de letra, mayor que el brevario y menor que el de lectura, eran palabras patológicas, en ocasiones saludables, acariciadas por una luminiscencia aguda visible unicamente en la oscuridad. Sus ojos iconográficos reseñaban el confín de sus palabras.
sábado, 23 de julio de 2011
Predisposición
Desde el último encuentro que mantuvieron, tuvo la confianza de que él se conservaría en un recuerdo permanente, al igual que la Biblioteca Nacional guarda con cuidado los manuscritos del siglo XV. De nuevo la espina de la nostalgia de aquel otoño se introducía en la carne y las demás aflicciones salían a su encuentro, sin celebraciones y guardando silencio, pero sobreviviendo al naufragio. La decisión estaba tomada, encubrió sus ojos viendo la realidad tal y como es, viajando a algún país de Latinoamérica en busca de oportunidades. No tenía claro qué punto elegir, la baraja estaba sobre la mesa: México, Argentina, Colombia o Panamá. Las ruinas del piélago le correspondían en la soledad autoimpuesta. Agotada de ir de ventanilla en ventanilla portando sus penurias, basado en un título universitario junto con la licenciatura que le concedieron con la beca de postgrado, en ocasiones advertía como la desventura empantanaba su ánimo inquietándose ante ese atosigamiento. De ese modo, los tres o cuatro hábitos sencillos que la escoltaron en su peregrinaje dominó su espíritu, puesto que la calamidad de uno persigue a los errores de los demás. Sujetarse firmemente mientras descendía por la escalerilla del avión fue como otorgar a la senda del éxito la final de su mundial, ubicándose como una española residente en el extranjero, alejada de todos y avanzando en su trayecto. Había vuelto a soldar sus ataduras para conseguir crecer.
Todo lo que cambia, donde cambia, deja detrás de sí un abismo.Antonio Porchia
miércoles, 20 de julio de 2011
El escritor
Tras la coagulación, presionando la herida con gasas, el escritor reforzó el corazón con una llama azul preservando cierta flexibilidad hasta conseguir una banda que lo envolvía, cubriendo con pliegos de condiciones la pila de dos senos a la vez que doraba las manchas. Encadenado con una cinta aislante al arte de escribir lo bello, abandonaba sus manos en algunos de los ángulos entrantes de restos de cosas que quedaban por recovecos apartados de la vista, desobedeciendo sus confesiones, cerrando sus verdades y ladeándose hacia ciertas sospechas terminando soliviantado. Y de esta suerte, entre flemas y serenidad condescendió a voluntades ajenas publicando desde creaciones completamente provechosas hasta manifestaciones de una revelación artística asombrosa, solo que al igual que los ocho minutos que la luz del sol tarda en llegar a la Tierra, ese lucimiento no estaba presente en su vida. Pero adquirió la habilidad de un dramaturgo árabe durante la al-nahda representando textos poéticos como danzas dramatizadas con música al inhalar el calor de las imágenes reales que idealizaba, mientras mudaba a un experto glosador de textos.
lunes, 18 de julio de 2011
Diálogo de delfines
Siempre entraba el primero, su actitud de bastonero era como una figura cuasi jurídica sin bordón ni ningún otro distintivo pero velaba por el buen orden de aquella sala de baile. Las once sillas estaban colocadas en círculo para no interferir la comunicación entre ellos con mesas y otros muebles. Llegado el inicio solían ser puntuales puesto que la falta de diligencia y cuidado en asistir a su hora le restaba puntos del programa, siendo un gesto, una palabra o una metáfora el detonante que desencadenaba la conversación. En una ocasión alguien relató un sueño: “estoy en una habitación, como de un hospital, estoy en una camilla, tapada, alrededor hay varias personas de mi familia. Se acerca el médico que tiene que hacer una extraña contorsión para meterme una paletita como de helado, en la vagina y sacarme una muestra. A mi me da mucha vergüenza y mucha rabia con el Dr. y las demás personas que están ahí”. Rápidamente otro aclaró: "Etchegochen lo plantea como que “Busca iluminar algo que le pertenece al analizado, pero que no percibe
distintamente; intenta poner a la vista algo que el analizado sabe confusamente, conoce pero no es capaz de aprehenderlo a pesar de que no sea inconsciente”". Su función no consistía en interpretar, encontrando el sentido y significado de las palabras, no trataba de resolver los problemas sino de facilitar la comunicación para establecer algún arreglo entre las partes. La meta era clara: alcanzar que un fanático arrepentido tomara verdadera conciencia de los delitos cometidos y llegase a la convicción de que tendría que pedir perdón a las víctimas por el daño que les ha hecho. Un modo de avanzar hacia la justicia restaurativa.
sábado, 16 de julio de 2011
Rechazar el sopor
Determinó el valor del espacio que quedaba entre la punta de su pie y el talón del otro al subir los peldaños, la huella de la escalera no estaba muy fina, a la vez que arrastraba su maleta por el tirador después que dos de sus ruedas acabaran partidas. Franqueaba los pasos mientras abría caminos acumulando bríos de los gaudeamus que asistía, para carcajear con extraños cerrando los párpados. Atrás quedaba vanagloriarse de ser una mujer única, pasar horas embelleciendose para alardear de todo lo que la naturaleza le había concedido entretanto exploraba distintos terrenos a fin de encontrar aguas cristalinas. Consumidos sus ratos de solaz se dedicaba a clasificar las tuercas para ajustar tornillos que atesoraba en su maleta, como si fuera un osario con una inscripción grabada. Algunas de las tuercas tenían el roscado desgastado de tanto forzarlas, entonces se entrenía pasando una terraja para realzar las marcas en los momentos de flaqueza. Hasta que escuchaba el tantán de a bordo, cuando se iluminaban los acantalidos con el runrún de los coches al tiempo que espigaba en el instante que le regalaban casualidades como a los novios que se van a casar. Invertía las hélices hacía la gaceta de su aldea siendo así la duplicación de aquella realidad perfecta en la que paraba.
miércoles, 13 de julio de 2011
Blindaje
Aimee Mullins
Penetrar en aquella bolsa de aire que separaba la habitación y sala de estar del resto de espacios que le rodeaban era como salir del auditorio concurrido y adentrarse en su asilo para comer algo caliente. Antes de examinar el asunto concreto para no juzgar a priori, disolvió dos gotas de aceite de nuez moscada en tres cucharadas de miel para evitar más molestias digestivas, se encontraba extenuada ante aquella situación. Entretanto, el barman en la acera de enfrenta, con la camisa abierta hasta el ombligo y las gafas de espejo, orientaba el objetivo de su cámara hacia la ventana de la sala estar, dirigiendo su interés en incomodarla mientras despedía sus barreduras como un volcan arroja humo y cenizas. Lo había intentado todo: no esconder las basuras en los aledaños de su felpudo ni en el tapiz persa que compró en aquella subasta, así como tampoco impeler con fuerza las brozas de su macetero como el viento que aleja a un velero recalando más tarde en el grao, incluso llegó a esconder el macillo que golpeaba las teclas de su piano haciendo desaparecer la percusión de las cuerdas, para evitar molestias y quejas de aquel morador. Proyectando ciertos blindajes contra todas sus trampas, se encalleció recogiendo como gavillas de cereal toda la inmundicia de la calle hasta reducir a hilo aquella aleación de acero, cobre y latón con la que forjar una prótesis ocular y auditiva.
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