"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

viernes, 8 de julio de 2016

Percepción


La primera palabra se hizo notar en presencia de la proeza insólita del viejo sueño: el perfil de unos labios tiernos y la silueta de una piel fresca. Sin meditación, pensé en el blog arrinconado y cómo perdí todo lo absorbido de las lecturas. No fue suficiente para participar de este regalo comunitario en que las palabras se examinan, se juzgan, sopesando cambiar ideas por promesas o juramentos impávidos. Las siguientes palabras que vinieron a decirse nacieron de una noticia radiofónica. Entonces eché de menos este quehacer, como la tarea doméstica básica que cuenta como necesaria y trastoca los planes del fin de semana. Y las palabras habladas parlotearon de algún modo entre sí, bajo un alivio para que no se quemen las ideas. Hasta que el carácter inquieto y curioso de los términos calan como una agradable colonia aunque no dicen para qué, solo para descubrir la delicia de la sensibilidad.



Ahora le obliga a que la mire,
para que vea lo que es suyo
y lo que luego ha de perder
cuando se aparte de sus ojos.


José Agustín Goytisolo

16 comentarios:

  1. Una alegría volver a leerte!!!
    Besos y salud

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  2. Y yo también me alegro. Palabras que escribo para que lo sepas.

    HOLAAAAAA.

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  3. Tus palabras siempre me han olido mucho más que bien...
    ;)

    Besote, Esi.

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  4. - ¡Creí que no volverías! –repetía sin cesar con voz entrecortada y jadeante-. ¡Creí que no volverías!
    Aparte la vista de sus labios y me miré los dedos. La sangre goteaba en los adoquines. De pronto, las manos de la niña cogieron las mías, se llevó mis dedos a los labios y me lamió una y otra vez las heridas con su lengua pequeña y dura, hasta dejarlas cubiertas de una capa de pegajosa saliva. Su nuca, redonda y flexible como el dorso de una paloma, se movía despacio bajo mi cabeza gacha. Dentro de mí nació un sentimiento nuevo, que de repente se extendió por todo mi ser y provocó una especie de impacto en mi cabeza. Cogí a la niña bruscamente por los sobacos. La levanté y, sin fijarme en la expresión de su cara, la abracé como a una gallina acorralada y muerta de miedo.
    Eso fue todo. Fuera, el frío era intenso, y la luz de la luna caía sobre los árboles y los adoquines con dureza mineral. Todavía estaba furioso y tenía la boca llena de murmullos violentos, pero una intensa sensación, llena de dulzura, iba creciendo en la más hondo de mi ser. Subí la cuesta corriendo con los ojos llenos de lágrimas y haciendo visajes para que no me corrieran por las mejillas. Al amanecer me despertó un frío lacerante, pero mantuve cerrados los ojos con firmeza. Una inefable sensación de contento agitaba mi pecho, llenaba todo mi ser de una especie de ardiente pasión y me mantenía volcado sobre mí indiferente al exterior.
    Abrí los ojos un poco y me miré los dedos en aquel aire helado, que brillaba con un resplandor que no había tenido ningún amanecer hasta entonces. Las heridas estaban abiertas, suaves y sonrosadas. Recordé que la punta de la lengua de la niña, aguda como la de una paloma, había pasado una y otra vez sobre ellas y las había cubierto de saliva. Como una inundación de agua hirviendo, el amor llenó de repente todo mi cuerpo y llegó hasta las yemas de mis dedos.
    Desde el exterior me llegó, como el rumor de una tormenta lejana, el griterío de los pájaros, algo en lo que hasta entonces no había reparado. Con todo, parecía que un profundo silencio formaba una especie de telón de fondo de todo lo que me rodeaba. Me levanté, aparté el tatami que impedía el paso del viento y miré por la rendija.
    Fuera el amanecer era de una blancura y una pureza insólitas. La nieve, que brillaba intensamente, cubría la tierra y daba a los árboles el perfil redondeado del lomo de un gran animal. ¡Nieve!, pensé y solté un profundo suspiro, ¡nieve! En mi vida había visto tanta. Los pájaros cantaban con furia pero los demás sonidos quedaban absorbidos por la espesa capa de nieve. Allí sólo se oía a los pájaros aquel silencio profundo. Estaba sólo en un mundoinmenso y el amor acababa de nacer en mí. Solté una exclamación de placer y me balanceé adelante y atrás. Luego, como un gigante alegre, hinqué una rodilla en tierra, me mordí los labios y, con lágrimas en los ojos, contemplé el paisaje nevado. No podía permanecer callado, así que me levanté, me volví y llamé excitado a mi hermano, que dormía profundamente.
    -¡Venga, despierta, despierta! ¡Levántate y ven!
    -Ya voy, dijo, y al incorporarse mostró la suciedad de sus rodillas por los rotos del pantalón.
    -¡Mira! Grité, -y abrí la puerta de par en par-. ¡Mira!

    Kenzaburo Oé. Arrancad las semillas, fusilad a los niños.

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  5. Me encanta eso de descubrir la delicia de la sensibilidad!...y las palabras de Goytisolo, una delicia!
    Un abrazo

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  6. Blogueros, esos extraterrestres. Bienvenida!
    Besitos

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  7. A LAS MUY BUENAS TARDES domingueras y pre-caniculares, Esi!!! Aunque con un calor que lo flipa vuesa merced, jajajajajaja... Sea como sea, has vuelto a darle a la tecla y encima muy fiel a tu estilo, chapeau!!!

    Un besazo bien grande de nuestra parte!!!

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  8. Este silencio tuyo era el de las semillas bajo las teclas del invierno y han brotado entre las letras.
    Me alegra tu vuelta; un montón. :))))))))
    Besotes y besotes, amiga Esil.

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  9. Estoy con todos, creí que te habíamos perdido en la blogosfera, me alegro leerte y espero que sea para muchos años.
    Un beso

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  10. Siempre es un placer leerte...
    Con cuenta-gotas o a borbotones.
    Un abrazo grandote.

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  11. Las palabras un puente.

    Saludos.

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  12. Buen fragmento de Goytisolo, gracias!

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  13. fíjate que desconexión...publicas en julio y me entero en pleno otoño. Esto no puede seguir así, yo ya memoricé cada matiz del perfume de tu voz deslizándose sobre el papel. Uno da paso al dolor que supone el olvido, y de repente, se encuentra con una nueva semilla que crecerá por entre las teclas del devenir. El amor, lo que sentimos, lo que callamos, lo que decimos...eso somos. Compartir es vivir, es darnos en pedacitos, como quien echa migas a las palomas y ellas acuden prestas y nos miran, con extrañeza eso es cierto. Pero nos miran con agradecimiento que más tarde echará a volar.

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  14. Permuta el orden de las palabras... y podrán contar tanto una cosa... como la contraria...

    (Me alegro de volver a saber de ti...)

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