Después de tanto tiempo alejada de las ventanas, la suciedad de los cristales y la poca luz que se filtra por la ranura, hace que la copla tormentosa de la tarde se muestre como una canción luminosa que escucho animada. Colocada frente al ruido de la lluvia, la casa encapotada insiste en mojar el vidrio de una pulpa glosa irreconocible mitad palabras de poetas, una porción de artesanos tejedores y otra parte de obreros jornaleros. Aunque las paredes se confunden con el olor a masa húmeda que llega de la cocina, distingo el olor a lluvia hasta desarropar palabras enfundadas del viejo paraguas, Fuera, en la calle, las letras se filtran entre los momentos de las flores que la tormenta ha despertado. Un poeta dijo: "No menosprecies nunca el poder de una cerilla, ni de un temblor de labios: en las cosas pequeñas hallarás el origen del incendio" y, justamente, la tormenta deshila palabras de mi vestido.
"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

S. Choabert
miércoles, 17 de junio de 2015
Mi vestido naranja
Después de tanto tiempo alejada de las ventanas, la suciedad de los cristales y la poca luz que se filtra por la ranura, hace que la copla tormentosa de la tarde se muestre como una canción luminosa que escucho animada. Colocada frente al ruido de la lluvia, la casa encapotada insiste en mojar el vidrio de una pulpa glosa irreconocible mitad palabras de poetas, una porción de artesanos tejedores y otra parte de obreros jornaleros. Aunque las paredes se confunden con el olor a masa húmeda que llega de la cocina, distingo el olor a lluvia hasta desarropar palabras enfundadas del viejo paraguas, Fuera, en la calle, las letras se filtran entre los momentos de las flores que la tormenta ha despertado. Un poeta dijo: "No menosprecies nunca el poder de una cerilla, ni de un temblor de labios: en las cosas pequeñas hallarás el origen del incendio" y, justamente, la tormenta deshila palabras de mi vestido.
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La lluvia nos sumerge en un relax, un tiempo de quietud para hacer "recuento y fórmula", siempre y cuando no inunde la casa.
ResponderEliminarLas cosas cotidianas de la vida.
¿Quien no fue seducido por la luz de un fósforo, hasta quemarse sin querer la yema de los dedos?
¿Quien no suspiró viendo una a una las gotas trémulas deslizarse en toboganes de vidrio, envidiando su destreza?
Y si además merodea un vestido/amuleto color naranja, has tocado el cielo o estás muy cerca.
Un abrazo y bienvenida Esi.
Menospreciar su fuerza sería un error muy grave.
ResponderEliminarQue buenos esos días de tormenta!
Cuanto tiempo Esi, menos mal que el ruido de la tormenta nos arranca del que hacer diario, aunque sea para asomarnos un ratito a la ventana.
ResponderEliminarNo, no hay que menospreciar la fuerza y el valor de las cosas pequeñas.
Besos.
buen manejo de los tiempos atmosféricos y de los detalles
ResponderEliminarel poder de las pequeñas cosas
¡Cuánto me alegra leerte!
ResponderEliminarVienes de la ceniza a gestar un fuego eterno...
ResponderEliminarEn las cosas pequeñas está el origen de todo ¿verdad?
ResponderEliminar:)))) Me alegra un montón verte y con este vestido naranja (mi color favorito)
Un abrazo de los grandes, bien apretadito.
MUY REFLEXIVO!!!
ResponderEliminarABRAZOS
húmedo y hermoso
ResponderEliminarMUY BUENOS DOMINGOS, MESTRA!!! Y pues parece que usted regresa al ventanuco virtual y nosotros hace ya un mes que estamos de vacas blogueras. Por cierto, una pregunta que le hago: después de tantos meses sin postear...¿SE ACUERDA UNO DE CÓMO SE HACE?, jajajajajaja, lo digo porque nosotros regresamos con la caída de la hoja más menos y después de un mes (o casi), ya veo superextraño eso de abrir las tripas del blog, jajajajajaja...
ResponderEliminarPero un besazo que te llevas de nuestra parte!!!!
Los mejores incendios, reales o imaginarios, sólo necesitan de una cerilla para cautivarnos.
ResponderEliminarFeliz retorno.
J.
Rabbe Enckel!
ResponderEliminarOs reís
de mis pequeños poemas cerilla,
su inocuidad se ha convertido en la comidilla de la gente.
Pero es mejor tener una caja de ellos en el bolsillo
que dormir con diez extintores en casa.
Se han contentado con
iluminarme intensamente el rostro al encenderlos
y apagarse.
Vdrens cistern, 1931.
I un pequeño poema cerilla...
Tenía una flecha,
pero jamás encontré arco para lanzarla.
Entonces cogí la flecha y la até al tallo
de una planta joven
para afirmar su delicado retoño
en dirección a la luz.