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"Girl with a cat", de Balthus |
"Me pagas
con palabras". Su compromiso se escurrió por mi boca como un azucarillo
con aguardiente, ésa era tu condición. Desplegada en la mesa de masajes, el espíritu etéreo de la
vieja canción del verano se asentó en el lugar más disparatado de la dialéctica
como un buque en una playa de Blangladesh, sobre las limaduras que desprende el
desguazado de la embarcación. La sábana que cubría la camilla mediaba como una
aspiradora capaz de atraer todos los aromas que mi memoria es capaz de
conservar. Sus manos guardaban la vacuna contra la desavenencia de la espalda,
el cuello y los hombros, con movimientos largos y suaves logrando abrir y
dispersar la caja de sensaciones que guarda la piel al contacto. Con sus
tenacillas oleaginosas, se apoderaba de mis pesadillas y delirios, que se
resisten a la suerte sin una finalidad determinada solo por el mero placer de
sentir las huellas hasta transformar el efecto táctil de las vibrisas que
esconden tus dedos por imágenes apalabradas. Abro los ojos y antes de
levantarme de la mesa dejo de anotar palabras a modo de calambur. ¡No sé si tú tendrás algo que ver con ésto!