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Mar nos invita a escribir sobre aquello de lo que estamos verdaderamente hartos, cansados y fastidiados. |
Entre la risa maliciosa, la indiferencia de los que nos gobiernan y el atroz sometimiento que sufrimos como una especie de estupro al experimentar el abuso de la imposición en cada uno de sus engaños, el espíritu del mal ataviado del hartazgo de los urbanitas y rurales de este país, deambula por las romerías acercándose cada vez más al santuario encendido con luces rojas de alarma. Hemos dejado de esperar con credulidad y cierta seguridad, que este sistema podrá proporcionar trabajo a los millones de desempleados que existen escuchando el crujir de sus huesos cada vez con más fuerza. Los que nos conducen por esta variante, se acorazan y protegen con planchas metálicas de las manos y voces necesitadas de sus aldeanos, permaneciendo cómodamente en su condición de casta privilegiada, lavando sus acciones en los anuncios de cielos azules. Mientras los suicidios se suceden bajo los ojos incendiados, los desahucios, los recortes en salud y educación, la emigración de los jóvenes, las evasiones fiscales junto con los paraísos, hace que el barro endurezca los pies, estorbando el paso que conduce a la única vía posible: los movimientos sociales llegan a su destino antes de ser agitados haciendo frente a la máscara y a la penuria.
De vez en cuando se necesitaba gritar y patalear para demostrar el enfado ante todo lo que nos está sucediendo.