Alquiló el almacén por un tiempo prudente. No contradijo a la satisfacción de disfrutar de lo que más deseaba: aflojarse y distenderse. El ofrecimiento implicaba descuidar en el frigorífico el rigor de las desdichas, así como aceptar la ablución sin la misa y fuera del baño ritual del Mikvé. En un pañuelo de papel autorizó la acogida de la alborada para unirse al rumor del agua, a la luz desbordante que sobrepasa la velocidad máxima permitida. Y mientras, en la cuna de red para pescado de cumade, su cuerpo se dejaba arrullar por la claridad de ideas hasta esconder las ojeras desveladoras que provienen del escozor que el tacto áspero del constante de los días abandona. No se enfrentó a la ilusión del trance, de madrugada ya no sujetaría la negada ilusión, solo necesitaba ceder un alias, un receptor y unas palabras para mantener la ficción del ensueño en otras utopías.
"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

S. Choabert
domingo, 13 de abril de 2014
sábado, 5 de abril de 2014
Laberinto
Ahora que los pájaros se endomingan en el aligustre y los insectos
deslizan con descuido sus patas entre el barullo de la cubierta fresca sobre la
epidermis renovada, la remesa de palabras chirrían entre malapropismo que alguna vez complacieron los instintos básicos. En el momento que la deformación
abraza hasta irritar los ojos y "desmoronar" la nota de despedida que
bebe lágrimas de carey, mi trayectoria se altera en una fracción incomprensible
mientras las cosas alargan su rumbo como las nubes rolan en primavera. Aún así,
continúo presionando mi ventosa contra la pared, asumiendo que la brisa que
guarda la parte más cóncava de la estampa, con toda clase de gotas frías,
convive con la inquietud que termina desfigurando todo mi ser. Este mal empleo
a propósito se corona con el deseo de admitir copias de viejas fotografías,
soportar el ruido de un mosquitono e incluso, obviar el transcendentalismo del tiempo que dura
una claridad del sol llegando a guardar el mundo natural.
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