El único recuerdo que conservo de ella es una caja decorada con virutas de lápices de colores y dos esferas embellecidas con abalorios de cuentecillas muy menudas. Su vida siempre giró entorno a la prórroga de la repetición y la práctica, de ahí que brindaba regalar esferas aderezadas. La última manualidad que elaboró fue su propia corona de flores con la que completar el ciclo de la vida. Utilizó flores blancas, rojas, azules y naranjas de papel para sentirse tranquila y confortada el día de su despedida, con el propósito de mantenerse feliz espantando a los demás dolientes. Tomó el papel como el principal material para su particular ofrenda porque no le preocupaba mitigar el mal olor de la muerte. Entre las flores que elaboró durante los seis meses anteriores a la fecha definitiva resaltaban los claveles, las rosas, los crisantemos, los lirios, las hortensias, los anturios, las azucenas y las margaritas. En el susurro de las horas afanosas confeccionó el armazón de alhambre que fue revistiendo con los tallos de las flores entrelazados. Pensó en un curioso ojo de buey desde el que observar, por un instante, el llanto de los que la acompañamos.
Decidiò como irse.
ResponderEliminarY eso no està mal.
Un abrazo.
Que previsora y organizada ella...
ResponderEliminarPero también quedan sus recuerdos en ti que es lo mas importante...
Besos y salud
Me parece maravilloso. O, digamos, un punto de vista maravilloso, sobre todo el ojo de buey. Y lo demás, por qué no, a qué tanta mala fama a la muerte? No digo tampoco que uno festeje la muerte, pero quizá, no sea necesario tanto melodrama, digo. Un abrazo, y usted, tan encantadora como siempre (escribiendo, claro, no vaya a pensar que...)
ResponderEliminarque angustia... crónica de su muerte anunciada...
ResponderEliminarno es cuestión de temerla, pero tampoco la esperaría haciendo manualidades de mis recuerdos, no sé...
el texto por eso es delicado para un tema así ;)
Besos abisales
Bueno, dos cosas, en primer lugar el texto es brillante, muy bien escrito y además se lee bien a la primera. En segundo lugar, pues casi consigues sacarme una lágrima: has descrito de una manera tan bonita un proceso tan angustioso que no puedo sino quitarme el sombrero. Sí señora.
ResponderEliminarUn beso
Yo, desde que nací que me estoy haciendo la mía. De a poco. Pero tan seguro.
ResponderEliminarUn beso.
Preparar su propia corona de flores me parece la expresión máxima de la fatalidad. Fatalidad entendida como aceptación de la inevitable adversidad. Es una actitud muy española, muy "noventayochera"
ResponderEliminarUn beso
y se llama ofelia, verdad?
ResponderEliminarbello micro, bellísimo
abrazos*
Poder prepararse espiritualmente para el final es un privilegio que tienen pocos. Y hacerlo así es una forma tan buena como cualquier otra.
ResponderEliminarUn texto que rebosa ternura y serenidad.
Carezco de la entereza suficiente para escribir algo tan sobresaliente. Hay que tener una fibra y una sensibilidad muy especial para ponerse en el lugar del otro. E incluso en ellugar de quien ve día a día como seconfecciona ese ramo final. Tan estremecedor como bello y extraordinario. Tiene un punto de lucidez que sobrecoge. Un abrazo.
ResponderEliminarEl tema de la muerte siempre sera triste...y tu lo has descrito fenomenalmente bien.
ResponderEliminarBesos
una manera distinta de tratar a la muerte.
ResponderEliminarno me gustaria ni ser el protagonista ni el invitado.
un saludo
Lo que se dice estar preparado para todo...
ResponderEliminarYo no permitiré que me lloren. Prefiero que rían, si es que alguien me recuerda.
Saludos
J.
Si existiese eso ojo de buey, acaso muriésemos otra vez de dolor al ver el duelo, o quizá, al verlo, moriríamos de indignación. Según qué casos:)
ResponderEliminarPrefiero las flores de papel a las auténticas, en la hora final. Que un@ muera no significa que tengan que morir las flores.
Besos
Hola Esilleviana!
ResponderEliminarHay que tener un gran coraje para llevar a cabo esa tarea, la de construir su propia corona de flores...
Un beso grande!
RoB
Esi, qué bella imagen y qué evocativa. Algo esconde en una tranquilidad de quien sabe que todo fin es inevitable y que es de sabios sonreír mientras se cruza una puerta ignorando los jardines invisibles que en adelante pueda encontrar. ¡Un abrazo enorme! F:
ResponderEliminarPrecioso recuerdo de alguien grande, sin duda.
ResponderEliminarBesos desde Jaén.
Me entristece a pesar de las flores y la serenidad que emana.
ResponderEliminarUn abazo, Esi
Quien ha sabido vivir no teme morir. Eso escribí hace algún tiempo... tu historia-recuerdo me lo demuestra
ResponderEliminartres abrazos