"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"

"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
S. Choabert

lunes, 26 de agosto de 2013

Alevilla



Porfiada y abstraída como una avispa de papel que nunca olvida una cara para reconocerte en otra colonia así me encuentro en tu habitación iluminada, revoloteando por el espacio de las tapas duras que calientan las cuartillas holandesas de tu estancia hasta que atraída por las partículas de esa luz, logro colarme por la hoja lateral de tu ventana. Y como si una luz quásar pausara mi comportamiento, te conviertes en un punto de referencia perfecto donde orientarme y organizar mi acostumbrada irrealidad. Poco a poco, bajo el efecto de una polilla común, el fulgor del asentamiento de tus rayos van contorneando las sombras de mis pensamientos hasta coordinar el movimiento de esta traza femenil en torno a tu mismo alrededor.En medio de esta confusión, la claridad de fuego que ostenta el farol azulado de tu cuarto recio excepcionalmente ilumina una parte de mi ojo izquierdo, por lo que acelera, con mayor frecuencia, un ala de mi pequeño cuerpo frente a la otra, hasta activar tu influencia en ese pequeño mareo que consume mi imaginación cerca de tu  candileja. Hay todo alrededor de esa luz: los insectos, las estrellas y yo misma.

jueves, 22 de agosto de 2013

Máscaras vivas




Al llegar a casa se sentó en el sofá más próximo a la pequeña maceta de fragaria que compró en un mercadillo de Munich. Estaba cansada, al retreparse pensó que la valoración del médico no coincidía con el daño y el malestar que sentía desde hacía cuatro días. El mieloma le producía mucho dolor, tanto en la espalda como en las costillas y las décimas de fiebre ensayaban el preludio de la tarde destemplada. Pero ante un crepe de queso de la noche anterior, en otro tiempo irresistible, hoy intragable, esbozó una gran sonrisa a modo de rueda sobre la que girar y girar mientras sus recuerdos viraban las viejas fotografías en distintos tonos, según la densidad de cada una de ellas. Y como la exudación de goma de los árboles enfermos que al contacto con ciertas reminiscencias se endurece hasta adquirir determinadas formas, fue elaborando distintas máscaras vivas de las personas que encabezaban la tonada de sus melodías. Aquellas máscaras le infundían el ánimo necesario para sostener la perspectiva aérea de otro día.

para C.

lunes, 19 de agosto de 2013

Osa Menor


El secreto de la estación más sofocante explotó la noche que la Osa Menor escapó del castillo para andar a solas por la orilla del río en que paseaba su carro estelar. Estaba cansada de las dudas y disparates que sus siete estrellas cargaban desde que sedujeron a Zeus y, Artemisa enfurecida transfiguró en fletes de luceros todos sus polos. Ahora buscaba perforar el interior del suelo poroso de las huertas bañadas por la ribera para liberar la luz de gas orgánica acumulada en lo más recóndito y, que la propia estrella Polar soterró con el propósito de desnortar a todas las pisadas que dejaran ver su pensamiento. Antes de bailarle el agua frente a los ojos de las estrellas, necesitó abrir una brecha en el terreno para que todo ese carburante y gas perturbador estallara de inmediato hasta contribuir a reducir los reflejos de los desvaríos. La cruz de la moneda de toda esta aventura fue el gran derroche de fuerzas y sentimientos que la loca constelación mojada relució en la desmantelada consagración, evitando la contaminación del agua como invento de lo que somos bajo el propio riesgo de fuga, además de los posibles efectos sísmicos que las sacudidas de la demencia produce en la corteza cerebral de todo andante. La noche se aprestó a buscar buena mercancía para el carro estelar.

miércoles, 14 de agosto de 2013

Esfumarse


El último golpe de humo que aspiré de la profundidad de tu boca recabó suficientes bacterias, plantas y animales en descomposición, orgullosos de impurezas, acolchando la garganta hasta bañar de oro el velamen de mis pulmones como una tarta anodizada de titanio en la que guardo ese nucleótido amarillento que conserva toda tu energía. Irremediablemente, la taracea venenosa de tu monóxido de carbono, del cianuro del hidrógeno y de la nube blanca de cloruro de amonio de cada una de tus caladas, se han ido incrustando como una corazonada, en el nácar de la crasitud de esta víscera palpitante, hoy ya consolidada, con reflejos irisados ante tus bocanadas grises. Tus vaharadas llegaban retejadas con chocolate, azúcar, miel, cacao y regaliz con la que se dilataban mis bronquiolos, penetrando la fragancia espigada que absorbía de tus oquedades hasta respirar la jungla aromatizada que disimulaba el amargor del álcali que destruía mis tejidos. Atrás queda el alquitrán oscuro y pegajoso que sudaba tus besos alargando la delicia de tu nicotina envenenada, mientras fluía aquella adicción a mi cerebro por el filón del torrente sanguíneo como una calle vacía a medianoche. Todavía hoy cierro los ojos e inhalo esa especie de bálsamo que filtraba de tu carne reviviendo ese tósigo irrespirable.

sábado, 10 de agosto de 2013

Aparente letargo


Llegas como un camión con el bastimento para la tropa, abasteciendo de pan y leche la confianza de un verano con promesa de buena cosecha en Bután, solo que ahora te proteges más de las quemaduras solares que hace años cuando me perdía contigo, ahora solo quiero encontrarme. Hablas de las últimas novedades sobre una roca cristalina con forma de bloque de hielo seguro de que nunca se derretirá después de encontrar una perla entre tres millones de mejillones. Aquí está otra vez el convencimiento de tu dialéctica, asentada en una sentencia remisoria a la que entrego mi ombligo en una mueca mundana que tú respondes sin coba con besos y caricias. Iniciamos un viaje flamante alrededor del Ecuador pactando dar la vuelta completa sin importar el tiempo empleando franqueando el paso, evitando cruzar los polos. De esta suerte, cargando nuestros mundos nos concedemos ciertos goces entre el iris de tus ojos y la cabeza de Júpiter, volviendo a nacer después de sorprendernos tras dar de bruces el uno con el otro regalando el doble de aquello que ignoramos.

martes, 6 de agosto de 2013

Calderilla


La tarde antes del entierro de mi padre, di con la fotografía estropeada que mi madre guardaba debajo del cajón de su antigua cómoda y comprendí que nunca le fue infiel. En ese momento me liberé de información reservada como viejas palabras secuestradas: "mi madre lo intentó muchas veces aceptando una vez más a mi padre en casa hasta admitir en una venta clandestina que no podía vivir con y sin él". No encontré reparo en dejar todos los jipíos mientras me tumbé en el futón improvisado, situado en mitad del salón y apoyando mi cabeza en una almohada rellena de trigo negro y judías, escuché la voz del marido de mi madre en el instante que le rogaba que comiera algo. Sé que el odio y rencor de mi madre hacia mi padre tiene un origen confuso y que su amor nunca llegó a extinguirse. A día de hoy, cuando mi madre condimenta sus jornadas familiares con anécdotas antediluvianas y se apropia de los restos de recuerdos que encuentra a su paso, vuelca sus disquisiciones en su gorra de lentejuelas dispuesta a que vaciemos toda la calderilla que guarda sobre su ex-marido.