Carlos Olmedillas |
Sin darse cuenta se fueron cumpliendo los pequeños indicios epítome que
describen lo fundamental de las viejas cartas de cabotaje: había pasado el octavo día y en la boca del
metro, una persona con voz de tiple era la responsable de buscar
tréboles, cambios de luz, marcas y señales que acompañan con destellos
la necesidad de acertar si la fuente azul, de agua y estrellas doradas que brotan de
la tierra, se colarían o aún continuarían liando brumo en el prendedor de
cabeza de plata. Entre el vistazo vano y la inflexión incoativa no llegó a echarse a llorar pero estuvo a punto de romper a hervir en el agua y en las estrellas doradas, que ahora comenzaba a leer en cada uno de los cuatro folíolos de las inusuales plantas forrajeras que encontró. Como en un cuadrante de reducción, fue fijando los diferentes puntos del rumbo que debería seguir hasta tropezar con el serpentín que enfriaría las estrellas hasta distorsionar la emisión del color, adquiriendo un tono verde claro de resistencia y crecimiento. Lejos de la salida del metro hacia el dominio del mañana incierto, avanzaba entorno al estrecho del mar de troika.
Te juro que en la vida he pensado algo tan refinado en la boca del metro (y no te digo qué porque no es plan, jajajaja)
ResponderEliminarUn beso
Si logró ver la luz al final del túnel, ya es un puntazo. Si además logra enfriar las estrellas...¡menuda fiera!
ResponderEliminarBesos, Esi
Lo veo avanzar soberbio...pero qué Mar es ese???
ResponderEliminarA mi lo que me gustaría saber es si era un alambique y que destilaba, aparte de ti...jajaja
ResponderEliminarBesos y salud
No llegó a echarse a llorar,
ResponderEliminary hubiera estado bien que lo hubiera hecho.
Porque de este modo hubiera destilado
la intransigente vehemencia
que enlutaba aquel eufemismo
sobre la salud, que no era más que un no clandestino
a la sazón de un corazón dolorido y enfermo.
Por una pasión de cartón
y un amor de ficción que tan solo fue tormento,
tan solo las llamas de un fuego en extinción
ajenas al curso del viento.
En el metro de mi ciudad hay tréboles de cuatro muertes.
ResponderEliminarHola Esilleviana!
ResponderEliminarJamás se me hubiera ocurrido buscar tréboles en las profundidades del metro... Aunque pensándolo bien, todo es posible...
Beso grande!
RoB
Los túneles que nos atraen y atrapan.
ResponderEliminarAbrazos
Hasta en los túneles más profundos hay quien saber ver luces y sentir :)
ResponderEliminarBesos abisales de domingo
De todo se encuentra en los tuneles, hasta treboles de 4 estrellas.
ResponderEliminarMuy bien escrito!
Hola!
ResponderEliminarHe leído dos o tres veces tu texto y me temo que tu nivel está demasiado por encima de mi entendimiento y no llego a un mínimo de comprensión.
Un beso.
Una se arma de entendederas para intentar dilucidarte.
ResponderEliminarY después de leer y releer y volver a releer, entiendo, y no será, que otros rumbos se acercan, y había uno, ahora dos; que el anterior no parecía el correcto, y lo difumina y lo agua, en aras de este nuevo mañana, aunque incierto.
Ese escozor de ojos no se puede evitar.
Bien por ese trébol :)))
Besos, Esillevisana ;)
Ío
(gracias por el momento pensante, acertado o no)
Por algo hay un casi siempreun juglar en cada boca de metro. Nos arroja algunas sabias pistas antes de adentrarnos en ese marasmo. Lo mejor es que al final podemos escuchar a otro que nos indica la salida. Antes de que terminos hirviendo. Total lo tuyo. Un abrazo.
ResponderEliminarEn todos tus escritos, te aseguras la posibilidad de la doble lectura.
ResponderEliminarGracias por tu ágil dominio de las palabras y por hacernos pensar en el significado de las metáforas.
Un abrazo.
texto hallado en una libreta, eso me recordaste.
ResponderEliminarabrazo y un trébol*
En el metro es dificil encontrar tréboles, por más que mires solo encuentras prisas y soledad y si no hay mucha gente en el vagón y te puedes sentar, una plataforma para leer y evadirte.
ResponderEliminarUn beso
Pues no he pasado a leerte, ya me pondré al tanto. Promesa de mentiroso arrepentido.
ResponderEliminarYo he visto apenas unas cuantas bocas de metro. Siempre supuse que alguna pelea de ninjas que contrarrestan la gravedad me esperaría, y al final, sólo pedazos de cartón pegados y puertas difíciles de abrir. Acá en Bogotá, que no tenemos uno, le hacemos huecos a las carreteras en espera de encontrarnos uno. Pero ya ves, la técnica no ha funcionado. ¡Un abrazo enorme! F.
ResponderEliminarCon el método anterior, aunque reconozco que me ha costado seguir la huella en el laberinto. "Palabras, palabras, palabras" escribió Alguien alguna vez.
ResponderEliminarHay momentos en los que no hace falta desplazarse para viajar grandes distancias.
ResponderEliminarOtros, en cambio...
Saludos
J.
Las únicas bocas de túneles que realmente me gustan son las de salida... esas que adelantan un horizonte con laterales vivos y no oscuros o excesivamente iluminados para crear la falsa ilusión de estar en plena luz del día.
ResponderEliminarAbrazo para ti