Los besos que sisé de tus cuidados ruedan constantemente de los sueños a la frente, hasta que en ocasiones se cuelan como una moneda falsa hasta el cuarto cerrado y húmedo que calla mi boca. Durante un par de días, esos besos acorralan todos los sabores en el paladar y, el regusto peregrina de un lado a otro de la pared interior de las mejillas buscando resolver por qué se espera a los besos prohibidos. Tragando continuamente, el gusto dulce se escabulle entre los demás sentidos hasta envolver el olfato, e incluso el mismo oído. Con alas prestadas, los besos viajan por toda la sensibilidad que vigila los retratos antiguos como anestesia que acoraza el mañana. Y adormecida parte de la conciencia, los besos se tiran como chinas que impactan de lleno en la memoria con la única misión de no agotar la estela que encapota la boca y la mente.
"Bebe del labio
el beso que te ofrece
como agua fresca"