"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
lunes, 25 de abril de 2011
Musitar
Acudir a la cita trimestral nos encaminaba, de modo inherente, a la cafetería donde más confortable se rememoraba. Tal vez la proximidad del viejo piano de sala vinculado con las muchas visitas que hizo al mismo, durante sus años como afinador de piano, contribuía a la ineludible cortesía de aquella página en blanco. Al sentarse en la butaca, extendía y cruzaba los brazos con aire de conformidad y aprobación, miraba con ojos dulces y seguros para dejar de escuchar a los demás. En esta ocasión tenía mucho sobre lo que relatar, le habían operado de una verruga en la espalda y estaba convencido que no saldría del hospital, de ahí la visita obligada de esta última velada. Disfrutar de aquel lapso de tiempo entre ese límite y sus acompañantes, derivaba en un café frío, un silencio incómodo para los demás y una cierta mirada cómplice entre sus acólitos. Y a continuación aparecía su rareza por excelencia: murmurar para sí mismo. Ninguno de los que estábamos a su lado captábamos el sentido de lo que musitaba, pero era algo sibilante como una especie de soplido, patente y porfiado. Entre tanto, nos concedía algo de audiencia a modo de explicación de una lección o como si pronunciara una conferencia. No obstante, al rematar su charla se oía un silbido que clamaba ruídos suaves y gimoteaba docílmente, sin llegar a derramar lágrimas. Producía aquel sonido suave y apecible mientras cogía la taza entre sus dedos, al coger la servilleta de hilo para apartar los restos de café de las comisuras del labio. Aquella voz inanimada que salía en forma de aire expelido del viento de sus pulmones era su propio yo, el extracto de su pensamiento y de su corazón, la que no alcanzabamos a escuchar los que nos hallabamos a su lado, percibiendo meros y extraños ruídos.
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No hay mejor sitio donde charlar que una cafeteria, en la que no haya una televisión que desvíe la atención de los contertulios
ResponderEliminarUn beso
Buen relato de algo cotidiano.
ResponderEliminarMe gusta.
Un abrazo.
El sabor de los pequeños detalles... es fantástico ¿verdad?
ResponderEliminarBesos abisales
El "propio yo" se niega a ser pronunciado y sale sólo en forma musitada e inaudible a los otros...
ResponderEliminar:)
Un abrazo
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ESI, gracias por tus comentarios y por el enlace.
ResponderEliminarTu post me ha trasladado a una cafeteria, con las paredes forradas de madera, con una música de fondo tranquila, café humeante, alguièn que lee en voz alta para los que allí estan. La emoción embarga a los presentes al saber que todo es un sueño.
Un abrazo, primor
Que maravillosamente relatas, de veras que me dá pena no tener más tiempo para leer despacito todo lo que vas escribiendo...
ResponderEliminarbesinoss
Dicen que algunas personas pueden entender el sonido del silencio y su mensaje...igualmente tendrá tantos significados como personas quieran dárselo.
ResponderEliminar:)
¡Abrazo Esilleviana!
Si uno no está preparado para entender lo que sucede, puede pensar que está loco o que en lugar de musitar, desvaría.
ResponderEliminarDe esos sonidos murmurados, de ese aire vital se extrae la sabiduría de quien ha vivido extraordinarias experiencias.
Abrazos!!
El discurso entregado a la audiencia y ese coletazo de silbos, sonidos y farfulleos sin destinatario alguno (¿?). Veo a los visitantes, veo al visitado, y ahora sé que esos ininteligibles sonidos eran -son- para nosotros, los lectores. Tu personaje sabe lo que hace.
ResponderEliminarUn abrazo.
Un catalán amigo diría... son aquellas pequeñas cosas... Beso grande Esi!
ResponderEliminar(: … no quiero ser borde, pero me recordó a un relato que escribí una vez!, degustar los detalles (:
ResponderEliminarUn día, "paseando" por Cástulo cogí el tranvía y llegué hasta aquí. Algo de ello, me parece intuir, hay en tus palabras, me suena un poco a dedicatoria.
ResponderEliminarLas cafeterías con el lugar ideal para dejarse amar, para olvidar el desamor, para querer comenzar algo y luego no empezarlo, pero seguir queriéndolo hacer, ¡son un gran invento! A veces nos trae nostalgia; pero, sin nostalgia nos olvidaríamos del pasado.
¡Un besote!
(http://anapedraza.blogspot.com/)
No ..ya estoy en Madrid pero estuve en asturias unos dias con mi familia..
ResponderEliminarbesinosss
Un piano en una cafeteria le da el aire romántico y nostálgico de otros tiempos.
ResponderEliminarEn alguna ocasión he entrado a un establecimiento con piano, y me ha encantado.
Bss.
Era su yo, lo que no comprendemos.
ResponderEliminarLa imagen es preciosa.
qué buen relato !!
ResponderEliminarnos agarras desde el comienzo y no nos sueltas
Felicitaciones, cero desperdicio
el escenario (cafetería)es sin duda un romántico espacio en que la historia se desenvuelve sin tropiezos
besos y mil gracias por cada una de tus huellas, ya volvere a leer lo queme falta
hermosa imagen, perfecto relato.
ResponderEliminary quién lo escucharía, realmente?
un beso*
Esilleviana.
ResponderEliminarTe dedico el cuento que escribí hoy.
Salu2.
En esa actitud rumiante y silabeante...el acólito se atarea, como quien reza en voz baja...deliberando la razón de su osadía en el adulterio consumado de adorar a la mujer por quien porfía, Diosa de Ogigia y alma perdida que inventa en sus dinámicas de fidelización...blancas palabras y sinceridades perdidas.
ResponderEliminarTales como las almas ateridas a las mentiras consentidas por ser innatas desdichas...fidelidades convenidas en determinados espacios geotemporales.
salud y frescura para las palabras...
alegrías en las cafeterías
y manos diestras en las caricias...
Detalles de las pequeñas cosas, un encuentro, una charla entre aamigos o amantes, y disfrutar de la mutua compañía. Un buen cafe siempre ayuda.
ResponderEliminarUn abrazo
Siento que algo no funciona aquí. Nada de "cotidianidad" ni de "pequeños detalles", aquí se juega una tragedia (semi)sorda de un sujeto que apenas puede expeler su yo, su esencia, en esos breves momentos, y de un narrador que presencia esa tragedia como testigo involuntario.
ResponderEliminar¿Un café, una charla, un bar... cosas de la vida?
Repito, algo aquí no funciona, posiblemente sea yo el equivocado.
Excelente texto, mi querida amiga.
Humberto.
Esi, querida, no entiendo una mierda de lo que escribes, de verdad. Me gusta el post del miércoles, pero te dejo el comentario en este para dejar constancia de que he leído los tres,jajaja.
ResponderEliminarSaludos.
Hay palabras que solo las oyen los que escuchan de verdad. Un abrazo.
ResponderEliminar¿Hablaba para los otros, sólo para algunos o ni siquiera para él? Tal vez ni lo sabe, únicamente lo siente.
ResponderEliminarBesitos Esi.
Ese silencio incómodo, ese farfullo de palabras, el hombre tenía miedo y se andaba con rodeos para no expresar lo que de verdad estaba sintiéndo. Sólo tenía sentido la música de piano y la compañía. A veces la comunicación es difícil, por eso se acompañó del café y la música.
ResponderEliminarUn abrazo.
Gracias por pasar por mi espacio.
Me has trasladado a una cafetería
ResponderEliminarMuchas veces he logrado abstraerme del entorno y concentrarme en los detalles de un grupo de personas en una misma mesa cercana... y el resultado ha sido idéntico a lo que describes :) hasta mi llegan apagadas las palabras y solo escucho un bisbiseo inquietante.
Abrazos, dos
Muy bueno. Musitar es como una charla de dos para uno solo. ¡Muchos saludos!
ResponderEliminarFelipe.