Al igual que las rodillas marcadas de la infancia, hay acontecimientos que dejan señales muy profundas por muchos años. Especialmente la impronta de receptividad que proporcionan los primeros recuerdos: el primer paseo en bicicleta, el día que eché a ver el mar, el primer trayecto en avión o la primera exaltación causada por la embriaguez. Aquella melopea inicial fue comparable a asistir al concierto de Bob Dylan ante el Papa, vestida con jeans desgastados y una camiseta blanca de manga corta. Y así descubrió las personas alojadas en su interior, con disposiciones recónditas como una artista sin igual y a la vez, sin un apego rayano. Una de sus facetas estaba ebria y cegada por la pasión y la otra cara de su edificio presentaba una portada gótica, desvelada y empapada en pasteles bañados en licor, celebrando con risas la alegría de la cerrazón por la torpeza de comprender al otro de sus yo. Drenando la funcionalidad, los rasgos y los convenios aprendió a acompañar las raciones de cada uno de sus fracciones, satisfecha de las cartas que se involucraban en la intriga. Y para no llegar a considerar la separación, selló la alusión más recia: el primer amor y por ende, las aguas negras en las que se impregnó siendo bien pequeña, al enamorarse de uno de sus compañeros de instituto. Pero luego se perdió en las vueltas de la vida, pese a que continuó porteando por el precio convenido en su mención permanente. Y al abrir la botella de zumo de manzana contaminada con excrementos de venado, falleció su faceta más gamberra.
"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
lunes, 30 de mayo de 2011
Impronta
Al igual que las rodillas marcadas de la infancia, hay acontecimientos que dejan señales muy profundas por muchos años. Especialmente la impronta de receptividad que proporcionan los primeros recuerdos: el primer paseo en bicicleta, el día que eché a ver el mar, el primer trayecto en avión o la primera exaltación causada por la embriaguez. Aquella melopea inicial fue comparable a asistir al concierto de Bob Dylan ante el Papa, vestida con jeans desgastados y una camiseta blanca de manga corta. Y así descubrió las personas alojadas en su interior, con disposiciones recónditas como una artista sin igual y a la vez, sin un apego rayano. Una de sus facetas estaba ebria y cegada por la pasión y la otra cara de su edificio presentaba una portada gótica, desvelada y empapada en pasteles bañados en licor, celebrando con risas la alegría de la cerrazón por la torpeza de comprender al otro de sus yo. Drenando la funcionalidad, los rasgos y los convenios aprendió a acompañar las raciones de cada uno de sus fracciones, satisfecha de las cartas que se involucraban en la intriga. Y para no llegar a considerar la separación, selló la alusión más recia: el primer amor y por ende, las aguas negras en las que se impregnó siendo bien pequeña, al enamorarse de uno de sus compañeros de instituto. Pero luego se perdió en las vueltas de la vida, pese a que continuó porteando por el precio convenido en su mención permanente. Y al abrir la botella de zumo de manzana contaminada con excrementos de venado, falleció su faceta más gamberra.
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Son increíbles esas primeras marcas que nos quedan, ¿para siempre? ¿O será que alguna vez aparece esa botella contaminada con mierda que nos induce al olvido definitivo?
ResponderEliminarla botella se olvida fácil... queda lo otro! la esencia!
ResponderEliminarLos primeros recuerdos, según dicen los que saben, ni siquiera lo son: son las tranformaciones que vamos haciendo de ellos, según nos conviene: porca miseria.
ResponderEliminarEl primer paseo en bicicleta, hostia contra los rosales de la vecina. Espinas en las rodillas. Sangre. Primo, no te lo perdono. La primera vez que vi el mar, decepción: no era azul del todo, era como transparente y verdoso. Y sabía fatal. Puaj. El primer trayecto en avión, de Vigo a Alicante, con las manos pegadas en la ventanilla y la boca abierta, como las tontas. La primera exaltación causada por la embriaguez, vomitona en el váter.
ResponderEliminar¿El primer amor en el instituto? Ni de broma. Eso es muy tarde. El primer amor siempre llega antes. Y sin avisar, por regla general.
¿Ves por qué no es bueno comprar zumo de naranja ya hecho?
No recordamos los momentos o los lugares por lo que fueron sino por lo que sentimos en ellos, en aquel momento... eso es lo que nos hace recordarlos de manera especial porque no se pierden nunca.
ResponderEliminarBesos abisales ;)
De niño, la cabeza es cemento fresco. Despuès, olvidas el barquito de papel.
ResponderEliminarbuen texto.
Un abrazo.
Donde fuiste feliz alguna vez
ResponderEliminarno debieras volver jamás;
el tiempo habrá hecho sus destrozos,
levantando su muro fronterizo
contra el que la ilusión chocará estupefacta.
El tiempo habrá labrado paciente, tu fracaso
mientras faltabas, mientras ibas ingenuamente por el mundo
conservando como recuerdo lo que era destrucción subterránea,
ruina...
(Felix Grande)
No esta mal que eso suceda, mientras queden los recuerdos. Una parte se puede decir basta porque le ha llegado el momento.
ResponderEliminarOtro abrazo!
Las cosas siempre pasan de la forma más inesperadas... Pepinos, zumos, rayos y tormentas, etc.,etc...
ResponderEliminarBuen texto, eso sí.
Saludos
J.
Indefectible memoria, indefectible cicatriz que ni la maestria de Dylan o las ruedas infinitas de una bibleta pueden salvar que la cuerda siempre se corta por lo más fino.
ResponderEliminarUn abrazo,
Alejo
P.D
Me hipnotiza la forma que escribís, es una estupidez de mi parte no pasar a leer tanto como pudiera.
Siempre hay una primera vez para todo que tiene la facultad de dejarnos su huella única e irrepetible.
ResponderEliminarBss.
Tus escritos tienen "impronta personal" acusada y distinta. Enhorabuena por ellos y hasta el próximo curso.
ResponderEliminarAbrazos
Bañados de recuerdos transformamos la realidad en zumos a veces ya con fecha de caducidad.
ResponderEliminarA mí también me dolieron las rodillas...
Besos.
Creo deducir que no fueron malos tiempos para la lírica.
ResponderEliminarAbrazos, ESI, rockera-gruopei
improntas...o recuerdos tranformados con el devenir?
ResponderEliminarbesos*
En el amanecer casi de la vida adolescente la piel se pone iridiscente como papel glacé cada vez que una mujer pasa cerca de ella y más cuando la reacción química es positiva y fabulosa. De la música que sale de aquel parlante no podría decir más que siempre quedará grabada en el inconsciente; el subconsciente estaba preocupado en como atravesar esa barrera frágil pero insalvable que era su virginidad.
ResponderEliminarSoñe que montaba en bice, sabía pedalear. Me desperté. Le dije a mi hermano: Déjamela. Y me quedé pedaleando.
ResponderEliminarEra pequeña.
Besitos
en cada una de mis ventas me ponen el contador de recuerdos a cero
ResponderEliminarpero en Mhéntal Co. guardan las copias de seguridad
(nunca he pedido revisar las cintas)
Lo que vivimos siempre nos deja una impronta aunque lo olvidemos, conformará para siempre nuestro pensamiento, dicen que a partir de los quince ya poco cambiamos.. espero que no..
ResponderEliminarNuestro propio pasado nos ha hecho como somos. Los recuerdos siempre son una buena posada en la que refugiarnos cuando nos encontramos perdidos.
ResponderEliminarYo suelo echar mano de ellos en muchas ocasiones. Gran parte de mis entradas están inspiradas en ellos.
Tu historia me ha gustado.
Un abrazo
"Ebria y cegada de pasión..." que hermosa frase...
ResponderEliminarDespúes de algún tiempo alejado de estos lugares me paso a leerte y dejar, como cada vez, ¡un abrazo de cariño!
A ver si ahora puedo comentar porque Blogger lleva días sin permitirme hacerlo en varios de mis sitios favoritos :(
ResponderEliminar¡Sí! :)
ResponderEliminarEsos primeros recuerdos muchas veces son recuerdos de nuestra gente más allegada y a fuerza de oírlos los asimilamos como nuestros -si nos detenemos a pensarlo un segundo- comprendemos que nos marcan mucho más que nuestras propias vivencias.
dos abrazos y buen finde :)