Masticaba los alimentos con mucha parsimonia, la excesiva lentitud manifestaba la frialdad de su ánimo. Cenaron sin encender las velas, ese inaudito detalle importunaba aquel momento especial y único desdeñando la trascendencia que él consideraba que tendría en aquella relación. El resto de los elementos de la mesa estaban en perfectas condiciones: servilletas de tela, cristalería reluciente, mantel planchado, con un bajo plato, los cubiertos colocados en orden de salida, ella merecía todos los honores. En ocasiones los sueños promueven viajes que inician un estado de alucinación como el que produce un narcótico, llegando a playas solitarias y paisajes de avión hacía la consecución y disfrute de un capricho. Pero otras veces, pierden el rumbo se desorientan, conteniendo el mismo fondo de pantalla para todos los momentos, con idéntico semblante, un jersey de alpaca que parodia el anhelo, una camisa blanca enloquecida por el ligamento. Desde donde estaba sentada podía ver la calle, el tráfico y los peatones mientras circulaban y caminaban por las aceras lamentando las ideas que requebraban su imaginación. En ese instante, mientras reflexionaba el cielo comenzó a tornarse rojo como el fuego, resplandeciendo con una luz más intesa entre nubes ensortijadas. Siempre concibió por meras apariencias y sin fundamento, que la madurez iba asociada a una cierta resistencia y privilegio que eximían de visibles penas y cargos, carente de toda tentación y por ende, de una invulnerabilidad extraordinaria, má allá del bien y del mal según Nietzsche. Pero pensar que su madurez era invulnerable equivalía a expresar que alguien no puede hacerse daño con una sierra eléctrica simplemente porque era madura. Y sin deslucir los sonidos junto con los términos, mudando el sentido y concepto que representaban las promesas y la oratoria de la razón, contra la fuerza de su voluntad y de los clamores que rugían en su cacumen, su boca se transfiguró en légamo, arrastrando su ilusión por el fango, desprendiendose de la pulcritud que llenaba su ansia.
me ha producido un espanto extraño la lectura
ResponderEliminarsaludos
arrastrando ilusiones por el fango..
ResponderEliminardesprendiéndose de pulcritudes...
uf, es conmovedor todo lo que describes.
Pero cómo se puede explicar una pasión desde la razón, cómo se puede evitar caer en el barro...siendo uno barro de su mismo barro?
buen domingo, y felices letras
que empiezo a respetar, por honestas.
Muchas gracias
No existe la madurez, estamos siempre verdes frente a la vida que nos desnuda una vez, y otra, y otra, y otra...
ResponderEliminarMe gustó leerte, ahora y los anteriores. Si no llegas a visitarme, ¿cómo paladearlo? gracias, besitos.
Gracias por tu visita y tu inteligente comentario.
ResponderEliminarComo dice Virgi,no hay madurez, sólo tiempo y una maquinaria mental imparable. Un saludo.
Hola, recién leí un comentario en el blog de Jonatan! la segunda poesía es nuestra, si entrás a www.fusionimpredecible.blogspot.com verás lo que hacemos juntos!!
ResponderEliminarpor otro lado el texto me parece muy muy bueno ehh!!!
besotes
Hay días que me levanto entre tigres y leones pensando solo en fotografiarlos. Ya verás, ya verás...
ResponderEliminarLa invulnerabilidad de la madurez, la capa de invisibilidad que todas imaginamos... Qué suerte que sólo existe en la imaginación! Qué alegría descubrirnos tan vulnerables, tan humanas como cuando éramos adolescentes! Aunque a veces duela, claro
ResponderEliminarEscribís maravillosamente, desgranás las palabras con minuciosidad de gato, me encanta.
ResponderEliminarCuesta llegar a la madurez real, cuando somos niños siempre estamos deseando que llegue, y cuando hemos madurado, nos gustaría volver a ser niños. Magnífico relato
ResponderEliminarUn abrazo
Leerte en este texto me dejó la sensación de que, cuando una luz se enciende, en algún lugar se proyecta una sombra... Cuestiones de Yin-Yang quizá...
ResponderEliminar¡Gracias por acercarte a Lothlorien!
¡Saludos!
Lo de la ilusión por el fango me suena. Por experiencia propia y eso.
ResponderEliminarMe ha parecido leer Nietzsche. Me gustaría que Bisbal nos hablara de su opinión sobre sus doctrinas.
Nadie es invulnerable... mucho menos en la madurez.
ResponderEliminarTodos los "escenarios" que preparamos tienen carencias, en este tuyo las velas sin encender: o lo que es lo mismo 'sin pasión'
abrazos para toda la semana
hola Esi!, no... los bocetos son míos para un encargo.
ResponderEliminarun abrazote!!
Gracias por tu visita y por el ánimo que me das.
ResponderEliminarMe gusta tu rincón.
Un beso
Deliciosa semblanza de una mala cena, transmites toda la oscuridad y la tristeza perfectamente, me he sentido espectador de primera fila del hecho.
ResponderEliminarUn beso
Una comida llena de ilusión que termina muy por los suelos. Mucha fluidez en tu escrito.
ResponderEliminarGracias por tu visita. Nos seguimos leyendo.
Saludos.
Una narración muy interesante. Íntimas letras, Esilleviana. Me gustó leerte.
ResponderEliminarBesos
Una atmósfera difícilmente imaginable. Yo diría que la invulnerabilidad nace más bien de la inconsciencia, pero eso no es fácil de reconocer... ;)
ResponderEliminarConfieso haber entendido sólo relativamente, pero, como te he contestado allá, soy más de formas que de fondos. Y estas formas me gustan.
Un saludo.
A veces estar allí no es lo mismo que participar, el cuerpo, los gestos, la sonrisa y a veces los ojos, hablan pero solo sobre lo que otros quieren escuchar, mientras que el interior grita desesperado sin que nadie sepa que existe. Un abrazo.
ResponderEliminarA veces necesito quitarme el aguijón.
ResponderEliminarMe gusta leerte, meterme en la atmósfera que presentás.
Un abrazo!
Lo peor son los aguijones ajenos cuando no se tiene uno propio para defenderse. Pero sea como sea, la madurez es el estadio que llega si se continúa en la vida y no salva de nada; más bien expone al individuo y lo deja desnudo.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por tus palabras en mi blog.
Dice el escritor, Javier Marías: "En sueños lo que fue, puede repetirse"
ResponderEliminarUn abrazo inmaduro, Monique.
Muy bien descrito!!
ResponderEliminarSi, esperamos ser más fuertes con el paso de los años, verdad?, vamos aprendiendo a sobrevivir pero no nos hacemos menos vulnerables.
Un beso
Que requetebuena eres...
ResponderEliminarPero pensar que su madurez era invulnerable equivalía a expresar que alguien no puede hacerse daño con una sierra eléctrica simplemente porque era madura.
te seguiré leyendo.
besinos
Y bueno, maduro es como decir menos desordenado en el desorden de la vejez, un poco menos feo en la fealdad propia de la belleza y un poco más útil. O bueno, en general, un poco más perdido entre tanto para decidir.
ResponderEliminarAh los años que llegan con más dudas que soluciones. Eso sí: llegan con el desencanto antes que las sorpresas. Qué bueno, nuestra vida es un reloj.
Saludos y muchas gracias por pasar a saludarme.
Acumulemos saludos que en el saco del tiempo siempre es ello grato.
Felipe.
Me parece muy inmaduro pensar que la madurez nos vuelve invulnerables. La madurez puede servir, en todo caso, para calibrar mejor los peligros.
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