Arthur Bispo do Rosário |
Con la carta de invitación en mis manos espigo los copos de avena desparramados por la mesa, necesarios para sembrar la mala hierba antes de que la sequía sea inminente. Entre imágenes, palabras, acompañada de emociones e impresiones escojo la parte superior de la espada menos afilada, forjada en latón y muy resistente a la corrosión que encuentro en la plaza. Para ello, con atención, doblo mi cintura, inclinando la espalda hasta echar el alma atrás, olvidando los dictados de mi conciencia. Así como en una película de carretera, cada segmento del motor del coche en el que viajo encaja en las ranuras que proporciona las panículas de avena, ajustándose perfectamente en las paredes del cilindro que el émbolo del vehículo impulsa en su movimiento. Mi madre nos enseñó “acaba de espigar para no desperdiciar”, aprendiendo a recoger cosas que los demás desperdician o no aprecian por estar fuera de las medidas estándar. Sin dejar de mirar en el desierto procuro espigar lo que acrecenta desde lo más bajo de nosotros: el dolor que sube desde los pies hasta la cintura y mientras cimbra la columna vertebral, envuelve a modo de pericardio el corazón fibroso. Pero me protejo con las palabras de Natalia Ginzburg: "Como somos infelices, queremos ver por todas las partes de las escenas
trágicas, sangrientas y solemnes, y ya no sabemos celebrar la
fragilidad, la delicadeza y la medida". Sin necesidad de tomar las de Villadiego, adquirir la idea de que amontonar los pequeños copos de avena extraviados en la caja de cereales podría ser el equivalente a reflexionar con detenimiento, es un buen modo de entender "el bien y el mal, el dolor y la dicha, la fantasía y la realidad".
Recogemos, almacenamos, reciclamos sentimientos, emociones y vivencias...
ResponderEliminarNo debemos acumularlas sin más, sin orden ni concierto, por que impediremos que lleguen otras nuevas...
Así que ahora mismo me acercaré al contenedor azul...
Por dios! Me sorprendés pero no me sorprendés. Sé que voy a encontrar cosas maravillosas por acá, pero, a veces, cuando derrochás esa ternura tan de espiga, juro, que leo y leo y vuelvo a leer este tejido de palabras.
ResponderEliminarUn abrazo.
Estamos hechos de deshechos, de fracasos, de pasos en falso y de incertidumbres duraderas. Echamos el alma al lugar de mayor resguardo y así atesoramos miedos y penumbras que obstruyen la resolución de la ecuación del copo de avena, la belleza de la flor que resplandece en primavera, el calor de cualquier sol se nos hace pequeño...a veces, lamentando lo que no tenemos ofrecemos un serio inconveniente a valorar todo lo auténtico que nos rodea y que, lamentablemente no apreciamos en su justa medida....como los granos de arroz convenientes para, estimando su crecimiento, la solución de la paella para compartir fragilidad, sensibilidad y cautela.
ResponderEliminarlo relativo hace que la simiente sea semilla o paja, según el momento
ResponderEliminarNuestro alma es un almacén repleto de recuerdos mas o menos agradables. Un abrazo.
ResponderEliminarPodría decir, leído lo leído, que espigo cada día.Durante él y cuando se acaba. Y el número de granos es enorme. Y placentero.
ResponderEliminarAyer mismo, sin ir más lejos, al acostarme y al levantarme, espigué la luna.
Por la mañana espigué las zarzas y nos dimos mútua conversación: ellas desde el reproche y yo tratando de justificarme.
Y por la tarde, mis animales espigaron conmigo, al sol...
Somos un remolino de ideas y sentimientos. Espigamos día a día
ResponderEliminarcualquier esbozo de felicidad.
Espero que no debamos de afrontar la infelicidad en cada escena de una plaza cubierta de copos de avena para descubrir que cuando amanece el día tal vez el sol se decida a abrazarnos.
Besos, Esi.
L'Anna Riverola, esculptora amiga de Mô.
ResponderEliminarFa maletes plenes de detalls... i de gràcia.
Hi han moltes pel seu bloc.
Aquesta per a tu.
http://annariverola.blogspot.com/2012/01/un-bell-jardi-anomenat-la-terra.html
A-bra-ça-da!
Espigar con provecho requiere tiempo. Como tiempo exige amontonar los copos de avena de la caja de cereales. Es el tiempo que necesitamos para la reflexión.
ResponderEliminarUn abrazo
Pienso en la enseñanza de no derrochar o dejar fuera del tarro aquello que corre el riesgo de perderse o que se podría utilizar para otra ocasión. Estar atento cada día para recoger aquello que vamos viendo, aprendiendo sin desperdiciar un único e irrepetible momento de felicidad.
ResponderEliminarUn gran abrazo!
Nunca he coleccionado nada, salvo recuerdos, pero me encanta desayunar e incluso cenar copos de avena y el muesli. Besos.
ResponderEliminarespigar palabras, hasta el deleite
ResponderEliminarbesos*
Convivir con esa balanza entre bien y mal, dolor y alegría...
ResponderEliminarbuff quien maneje con precisión la balanza aprenderá a vivir...
Besos abisales
Decían los antiguos que somos memoria, además, construimos nuestro futuro en base a esa memoria y entre medias, ese instante sin tiempo que es el presente.
ResponderEliminarUna cosa es cierta, el dolor es celebrado y la alegría tenida bajo sospecha. Lamentable.
Un beso
Todos los coleccionistas son unos psicópatas y deberían ser apartados de la sociedad.
ResponderEliminarBesis.
Coleccionistas, todo cabe en la vida, tanto el dolor como la alegría, nada sobra, ni está de más y guardarlos en botes de colores, suavizará cada aderezo ...
ResponderEliminarAbrazos, Monique.
En mi Valdepeñas natal, después de la vendimia viene "la rebusca".
ResponderEliminarSe recoge lo secundario, lo que no salta a la vista, los residuos de tristeza que van quedando tras una orgía de alegría.
Pero con esa tristeza recogida, hay familias que viven,se le pinta una sonrisa al hambre.
Un abrazo.
Yo trabajé envasando productos del mismo tamaño, los productos imperfectos pasaban a ser productos de 2ª o de 3ª con lo que el precio era bastante más inferior. Creo que si fuera un producto no pasaría por la prueba de la espigadora, sería un productillo social :) afortunadamente.
ResponderEliminarUn abrazo fuerte.
Coincido con Natalia Ginzburg: Somos infelices.
ResponderEliminarBueno, al menos coincido en ese fragmento, que es la sustancia de todo lo demás.
Un saludo.
Isto faime pensar en que sufrimos máis o malo que desfrutamos o bo. Cando vivimos unha situación adversa os nosos ollos e a nosa alma non ven máis ca iso, non atopan consolo. Nunca teremos a felicidade completa, e partindo desa premisa, deberiamos empezar a pensar nos graos de avea, no bo que temos nas nosas vidas, non no malo, pois o bo é o que nos permite sobrevivir, como os graos de avea, coma o pan.:)
ResponderEliminarIsto faime pensar en que sufrimos máis o malo que desfrutamos o bo. Cando vivimos unha situación adversa os nosos ollos e a nosa alma non ven máis ca iso, non atopan consolo. Nunca teremos a felicidade completa, e partindo desa premisa, deberiamos empezar a pensar nos graos de avea, no bo que temos nas nosas vidas, non no malo, pois o bo é o que nos permite sobrevivir, como os graos de avea, coma o pan.:)
ResponderEliminarNo colecciono nada que ocupe lugar y así dejo hueco para lo importante.
ResponderEliminarColeccionaba libros, pero quedaron amontonados en la casa de la sierra,ahora con el e-book amontono libros por leer, necesitaré una primitiva que me de tiempo para leerlos.
ResponderEliminarUn beso
Pequeñas cosas que llegan a formar algo grande. Una lágrima, un botón, una moneda, una sonrisa...
ResponderEliminarBesos, Esi
Amiga, me dejaste con un nivel de clara inclaridad, como la de Schopenhauer. Sí, definitivamente, confirmamos nuestra desgracia porque buscamos la pintura y los restos de infelicidad en el contexto en que nos hayamos inmersos. Un balazo esa verdad. Fijate que yo, que le tengo ya pereza al miedo, ahora le tengo pereza a ese teatro derruido en el que nos metimos. ¡En el que nos mentieron! Abrazos y abrazotes. F.
ResponderEliminarEstos textos tuyos tienen un poder que ni los Caballeros del Zodíaco... :)
Una madre muy inteligente y sensible la que da este consejo: “acaba de espigar para no desperdiciar”, y una hija muy lista la que aprende a recoger cosas que los demás desperdician o no aprecian por estar fuera de las medidas estándar. Celebremos la fragilidad, la delicadez y la medida.
ResponderEliminarUn abrazo y hasta pronto.
Me gustaron mucho las palabras de Guinzburg, pero aún más las tuyas.
ResponderEliminarEl título me remitió al poema de Benedetti:
"Colecciono pronósticos
anuncios y matices
y signos
y sospechas
y señales"
:)
Abrazo!
Un sabio consejo... una sabia hija :)
ResponderEliminarabrazos atrasados
Pequeño pero bonito cuento, de animalitos, que siempre les llama la atención a los niños.
ResponderEliminarUn saludo