Con voz baja y disimulo, removía el terreno en construcción del fango del mar para incoar los primeros trámites de la recogida de la chatarra que guardaba de él, mientras el movimiento de los contenedores reforzaba la escollera contra el propio oleaje. Como una vieja draga, instalada en el muelle, descubrió las primeras piezas del antiguo tesoro que ocultaban los restos de pecios del remoto navío en el que se fragmentó aquella embarcación. Y poco a poco comenzó a recuperar pesadas balas con las que preparaba los cañones disponiendo la munición precisa para cargar sus armas de fuego, el candelabro de cuatro brazos que ardía durante las noches de amor, las campanas que celebraban con alegría sus confluencias y acercamientos. Continuó colmando el cofre del que rescataba los deslucidos objetos que palpitaban encendidos desde la parte más profunda del agua: el ancla con el que se sujetaron a la nao en la zona más firme y segura, la vasija en la que conservaron la fuente de su amor, los anteojos con los que formaban las imágenes del abismo que había entre su cielo y el mar, el reloj que dejó de medir sus días, horas y minutos, las hebillas que sujetaban y abrochaban sus manos entre sí hasta el botón que más tarde cada uno encontró en el pudding de Navidad. Con ese pedacito de eternidad mantuvo el suspiro de un beso.
"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
sábado, 16 de marzo de 2013
Tesoro del fondo del mar
Con voz baja y disimulo, removía el terreno en construcción del fango del mar para incoar los primeros trámites de la recogida de la chatarra que guardaba de él, mientras el movimiento de los contenedores reforzaba la escollera contra el propio oleaje. Como una vieja draga, instalada en el muelle, descubrió las primeras piezas del antiguo tesoro que ocultaban los restos de pecios del remoto navío en el que se fragmentó aquella embarcación. Y poco a poco comenzó a recuperar pesadas balas con las que preparaba los cañones disponiendo la munición precisa para cargar sus armas de fuego, el candelabro de cuatro brazos que ardía durante las noches de amor, las campanas que celebraban con alegría sus confluencias y acercamientos. Continuó colmando el cofre del que rescataba los deslucidos objetos que palpitaban encendidos desde la parte más profunda del agua: el ancla con el que se sujetaron a la nao en la zona más firme y segura, la vasija en la que conservaron la fuente de su amor, los anteojos con los que formaban las imágenes del abismo que había entre su cielo y el mar, el reloj que dejó de medir sus días, horas y minutos, las hebillas que sujetaban y abrochaban sus manos entre sí hasta el botón que más tarde cada uno encontró en el pudding de Navidad. Con ese pedacito de eternidad mantuvo el suspiro de un beso.
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Smuack!
ResponderEliminarPrimera vez que leo de otra forma el hacerse el amor.
ResponderEliminarBeso.
El cofre... que descubre cosas opacas... y sin embargo, recuperan brillo... Un abrazo.
ResponderEliminar“No es sabio el que sabe donde está el tesoro, sino el que trabaja y lo saca”
ResponderEliminarFrancisco de Quevedo
Cuando rebuzno de envidia viendo fotos como esa, me suele funcionar bien la táctica de pensar, " A mi no me la dan, ese tipo de brazos musculosos seguro que es marica, es solo una pose para la foto"...jajaja
ResponderEliminarBesos y salud
Está bien decrita la recuperación de un pecio. Enumera los objetos, etc. Lo demás, el final que se sugiere es tan breve que toda la interpretación que se busca, es pura imaginación.
ResponderEliminarAbrazos
Recuperando tesoros formó el espacio más completo para el amor de dos.
ResponderEliminarSaludos
A riesgo de hacer el indio, yo me quedo con la impresión final tras la lectura: sensualidad. Quizá esté equivocado y hayas dicho otra cosa, pero me parece de lo más sensual (y no por la foto, conste...en ese punto, hago mías las palabras de Genín, jajajaja)
ResponderEliminarUn beso
Y reflotándolo todo...
ResponderEliminara navegar !!!!!
ResponderEliminarNo cabe duda de que habeis sido felices y no os habeis hecho daño: qué hermoso es poder volver a revivir sin dolor.
ResponderEliminarNunca entendí a la gente que no hace más que remover y remover el pasado, sin nunca pensar en el presente.
ResponderEliminarMucho menos en el futuro.
Saludos.
J.
Me ha parecido un relato precioso... como instantes de vida de sirena...
ResponderEliminarBesos abisales
Curiosa manera de ver el aniversario del hundimiento del Costa Concordia ¿o no era eso? jaja
ResponderEliminarUn beso
No es sabio el que sabe donde está el tesoro, sino el que se sumerge y lo rescata...
ResponderEliminarabrazo
¿Y habían naufragado? Lástima...
ResponderEliminarAfortunadamente ningún Odyssey pudo robar los tesoros más valiosos: los recuerdos.
ResponderEliminarUn abrazo.
Hubo un tiempo en que eché demenos las cajas.Y me acostumbré a la lupa. Me pasará otro tanto con la foto de tu nuevo perfil. Y me gusta la nueva. Todos ellos son también pequeños fetiches, tesoros inconfundibles...Excelente retrato de los vestigios, de todo aquello que también forma parte de cada historia...Un abrazo
ResponderEliminarFascinante relato. Me gusta encontrar tesoros con la sorpresa de no tener un mapa.
ResponderEliminarAbrazos dobles
creo que un barco hundido, es el mayor de los tesoros que uno puede encontrar, porque así como lo has detallado hasta la perfección, uno va descubriendo momentos en cada fragmento encontrado sepultado bajo la arena, con el acero corroido por el tiempo, como un fantasma bajo el mar, con sus huesos completamente calavérico, es como tú dices, un cofre de un tesoro inigualable, fascinante lleno de emociones guardadas e impregnadas en cada objeto, y la vida de aquellas personas que los usaron mientras vivieron esa aventura hermosa en el mar y donde se quedaron grabados su alma como un simple recuerdo..... encantador texto.... me ha gustado mucho.... besos!!!!
ResponderEliminarlos postres siempre fueron la sorpresa más deseada
ResponderEliminarSi el mar lo ha protegido tanto tiempo, quizás no sea apropiado arrebatárselo....
ResponderEliminarNo hay nada como la cja de los tesoros, esos recuerdos, que sin ellos, moririamos...
ResponderEliminarBesos
Es que el fondo del mar esconde tesoros. Algunas veces en noches de oleaje, suben a la superficie.
ResponderEliminarY es bonito volverlos a admirar, a rescatar.
Luego, se cierra el cofre. Hasta la próxima marea.
Y se sube al monte a respirar otros aires.
Precioso.
Un beso y una sonrisa.
Esi, por favor, un retrato maravilloso del amor bajo/sobre el mar de la vida.
ResponderEliminarBesos besos besos
Sorprende ese cofre submarino con la eternidad del beso, cuántos tesoros en un sentimiento encarnado en beso.. Felicitaciones
ResponderEliminarsaludos
muy hermoso.....
ResponderEliminarabrazos..¡¡¡
Todos llevamos algún pecio en nuestro interior... los recuerdos, suspiros, besos... son el tesoro del que sólo recuperamos algún brillo fugaz entre las olas que llegan a la playa de nuestros ojos.
ResponderEliminarBss
¡Joder! Cuánto pirata.
ResponderEliminarBuen texto Esi, beso
Me encanta buscar y encontrar tesoros en las personas, pero no me vendría mal algún cofre tampoco. Besos.
ResponderEliminarHay mopmentos en los que se hace necesario esa busqueda y esa reconstrucción.
ResponderEliminarBesos.