Dentro de "Don Quijote", el tanque de un teniente republicano, hablaba de ti sin saber como hacerlo. El viaje rodeada de compañeras, me estimulaba y no me desconcentraba porque la monografía estaba en mi cabeza, abasteciendo mis ideas. Solo adelantaba algo sobre ti desfigurando y afeando tu rostro para que la escultura formada por aquellas palabras alterara la forma inicial de tu tallado. Al llegar a la mina de carbón desencajamos el corchete que nos unía al vehículo blindado, examinando las marcas que las cadenas articuladas del aparato habían dejado en la calzada. En aquel territorio de exploración, avanzamos con una humildad absoluta junto al resto de la aglomeración de personas sin orden. Y así, como escultores que intervienen en el espacio público, configuramos las calles regenerando el espacio. A nuestro paso encontramos en la borda de barlovento, gongs, cabezas de alabastro, gallardetes y grímpolas cataviento que a los pelados nos indicaba la dirección en que flotaba el aire. Con el paso de las horas, imaginé la opacidad tan profunda que hay en una gruta cavernosa, llegando a ser tan lóbrego e incierto que se convierte en un sueño, donde los menesterosos más allá de Orión, cerramos los ojos. Durante aquellas horas no dejé de pensar en ti, de todo aquello que hace considerarte y de lo que es irrealizable: tú y la rectificación de la reforma laboral.
Canta arriba, en las cimas,
como tú, como entonces.
Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro.
Al pájaro que fuiste dedicas este canto.
José Ángel Valente
Canta arriba, en las cimas,
como tú, como entonces.
Tú eres sólo latir cobijado en lo oscuro.
Al pájaro que fuiste dedicas este canto.
José Ángel Valente