"¿Quién no escribe una carta? ¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
"¿Quién no habla de un asunto muy importante, muriendo de costumbre y llorando de oído?"
domingo, 13 de marzo de 2011
El centinela
La orden al centinela que vigilaba el paso del tiempo fue clara: mantener la estrategia de la distracción para desviar su atención de los asuntos importantes, mediante la técnica del diluvio o inundación de continuos entretenimientos y de mensajes insignificantes. A la mañana siguiente de la petición, varios puntos de sus medias se soltaron en el trabajo y, de forma repentina se le ocurrió hacer puntos de media con dos agujas, trabando y enlazando entre sí los hilos. En ningún momento supo del silencioso mandato que los muebles antiguos ocuparon en el espacio de sus treinta y ocho años. Le anunciaron, como el hombre del tiempo pronostica las tormentas para el día siguiente, que a partir de su edad se marchitaría, desluciendose como una flor. Disipó aquella idea, malgastando el poco tiempo de que disponía para asimilar la cobardía que se apoderaba de su espalda e incluso de sus piernas. Como cuando algunas noches no conseguía conectar el interruptor de la luz, reclinando su cuerpo hasta incorporarse de la cama y recorrer el pasillo a oscuras hasta la cocina para beber agua. Y en las primeras horas del día, con la luz del sol, oprimía con fuerza la llave intentando averiguar qué había pasado. O bien, se echaba el alma a la espalda, abandonandose y rindiendose con el gusto de que poesía aquello que le apetecía: vivir rodeada de pistas sin alquitrán, tener a la familia muy próxima a su hogar, esforzarse en lo que le agradaba y disfrutar de sus vueltas de campanas.
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Venga. Ahora en los anuncios te leo yo. Kiss.
ResponderEliminarLa cobardía. Sobra. Siempre sobra. En cada vida. En cada resurrección.
ResponderEliminarPor si acaso, desde siempre pongo una botella de agua a los pies de la cama. Para evitar pasillos e interruptores.
Vueltas de campana. Como en el accidente aquel del que salimos todas vivas. Me reí al medio minuto.
Sí, llegaron los anuncios.
Besos con el alma a la espalda.
Uno cree que la sabiduría otorga poder pero saber ciertas cosas acobarda hasta al más pintado.
ResponderEliminarHasta que llega la resignación, entonces la rebeldía, la negación del hecho se transforma en una dulce anestesia, una apatía de la que se sale con el final.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminar¡¡Felicidades!! (te llevo 17 y no estoy de acuerdo, empezamos a marchitarnos a partir de los 45 -aunque yo no tengo arrugas- sé lo que digo)
ResponderEliminar¿Un secreto? me da pánico la oscuridad y en la mesita de noche tengo una mini-linterna y en el bolso y en el coche... creo que mi nombre tiene algo que ver ¿verdad? :)
Beso y abrazo
Lo mas importante es saber aceptar el paso del tiempo, saber apreciar las huellas que deja y no despreciarlas y saber cuando apartarnos de algunos caminos o saber seguirlos sin miedo. Un abrazo.
ResponderEliminarLa semana que viene yo haré 40, ¡me jode cumplirlos!, pero, los remiendos y los zurzidos cada vez son mayores, a parte de los físicos, están todo el cúmulo que vamos haciendo según se cumple años.
ResponderEliminarMe encantan como enlazas las frases, y las palabras que eliges, creo que haces poesía.
Por cierto, con respecto a si tengo o no antecedentes extremeños, te he contestado en mi blog, en el post correspondiente.
¡Feliz lunes!
(http://anapedraza.blogspot.com/)
Me encanta. Un guardia Kafkiano, pero más dulce, no tan tosco.
ResponderEliminarLos centinelas son eso, centinelas. Cuidam el orden. Les enloquece que una desobedezca y decida empezar a vivir, a disfrutar más allá de las sentencias.
ResponderEliminarHay gente que gana con la edad... no somos plantas!
ResponderEliminarBueno, a la prota de tu relato le gustaban cosas bien importantes como alejarse del asfalto, tener cerca a su gente y en fin, vivía la vida...
Besos
Ese es mi ideal, vivir junto a la familia en el campo, sin carreteras y con el único sonido de la campana de la iglesia(a la que no acudo) y hacer lo que me agrade, pasear, leer...
ResponderEliminarUn beso
Echarse el alma a la espalda es una buena opción. Más si somos capaces de desparramarla por todo el cuerpo. El alma no envejece.
ResponderEliminarUn saludo
es lindo...
ResponderEliminarun abrazo.
Perfecto. Te invito a que e eches un ojo a mi otro blog: www.ugranados.blogspot.com. En ese sólo hay textos míos, generalmente, son cuentos, pero hay algunas otras cosas.
ResponderEliminarUn saludo de vuelta.
Ulises
habia comentado y se me ha ido!!!!
ResponderEliminarinsisto:
ResponderEliminarTienes un modo muy peculiar de escribir, muy atrayente. Lo de echarse el alma a la espalda, no se si necesita fortaleza o desesperación.....
pd. Por si no puedo pasar, toma nota " pasar el viernes por el blog de conxa" vale??
POSEÍA, aquello que le apetecía; ¿qué más felicidad se puede desear? ¡Y encima da vueltas de campana!
ResponderEliminarSalu2.
(esi...envíame un mail, mi e-mail aparece en mi perfil)
ResponderEliminarAsí te respondo, con cierta discrección, sobre la elusión de ciertos contenidos en una autocensura indispensable, ya te explico...
besos grandes
Como a la protagonista de tu historia, cuanto más años vamos cumpliendo, más nos gusta recogernos e ir rodeándonos de nuestros seres queridos.
ResponderEliminarUn abrazo
Espero que nunca llegue a ser vieja, aunque cumpla 99 años.
ResponderEliminarUn beso.
Las cosas más elementales son las que vamos necesitando según va pasando el tiempo.
ResponderEliminarUn calor, una sonrisa, un sofá, un ventanal...
Pues te abrazo, sí sí!
Lo importante es no marchitarse por dentro; pero, por desgracia, no venden espejos para el alma.
ResponderEliminarTenemos tendencia a creer demasiado en el cutis terso y, aunque la arruga no sea bella, la serenidad que da la madurez sí lo es.
Besos.